Siempre que comenzamos un nuevo año nos solemos preguntar si vendrá o no cargado de buenas cosas para el flamenco, que nos importa, a veces, tanto o más como nuestra propia vida. ¿Nacerá este año el nuevo genio que revolucione el cante, como lo hicieron Silverio, Chacón, la Niña de los Peines, Manolo Caracol, Lebrijano, Camarón o Morente en sus respectivas épocas? ¿Será una cantaora o un cantaor? ¿Dejarán de quejarse las feministas de lo jondo, lo que sería señal de que este año por fin cantaoras y cantaores fueran iguales ante los ojos de los aficionados o aficionadas? ¿Seguirá creciendo el fenómeno Rosalía o se acabará y no quedará de ella, de la cantante catalana, ni el recuerdo?
Podríamos hacernos decenas y decenas de preguntas, pero al final pasará lo que tenga que pasar, y tendremos que aceptar lo que venga. Puede ser el año de Rancapino Chico o de Toñi Fernández, de Ezequiel Benítez o de Marina Heredia, de Jesús Méndez o de Antonia Contreras. Puede salir por sorpresa un guitarrista que crea en que hay vida para la sonanta después de Paco de Lucía. Y un bailaor que no vea imposible superar a Gades o Mario Maya. A lo mejor, Dios lo quiera y lo logre, Rocío Molina nos regala un espectáculo de flamenco que le haga regresar, aunque sea de visita, al mundo más clásico de la danza flamenca. Y hasta es posible que al Maestro Canales le den en Sevilla, en su Triana, el homenaje que merece desde hace años por llevar nuestro arte y el nombre de esta ciudad andaluza por los cinco continentes.
Debería ser un año en el que los críticos nos pusiéramos de acuerdo para defender juntos, contra viento y marea, un arte constantemente amenazado por falsos profetas o revolucionarios, y hasta por esas instituciones sociales, públicas o privadas, que no siempre tienen claro cómo han de tratar este género musical y dancístico andaluz que ya es del mundo entero. Los críticos siempre hemos tenido nuestras diferencias, pero recuerdo épocas en las que éramos una piña para defender nuestro arte. Hoy vamos un poco por libre, cada cual a lo suyo, con compás o sin él.
En definitiva, espero que sea un año bueno en general para el flamenco y para los flamencos. Sobre todo para quienes viven solo de cantar, bailar o tocar la guitarra. Para los profesionales de este arte, que son los que importan de verdad. Son ellos los creadores y los verdaderos mantenedores del flamenco. Los críticos somos meros notarios de la actualidad y andamos casi siempre a la gresca entre nosotros mismos. Ellos lo aman de otra manera, y aunque es cierto que son la parte más interesada, porque mantienen a sus familias con el arte, demuestran siempre un amor incomparable.
En esta casa vamos a mejorar para prestar un mejor servicio al flamenco. Para nosotros va a ser un año de crecimiento, cambios y mejoras en todos los aspectos. Es lo que queremos y sé que lo vamos a lograr. Feliz Año Nuevo a todos nuestros lectores, que son muchos.