Como conocen nuestros lectores, no soy precisamente de los que dicen que la mujer ha estado discriminada en el flamenco más allá de lo normal en todos los campos y aspectos de la vida. Tampoco de los que hablan de machismo dentro de este arte, que lo ha habido, lo hay y lo habrá del mismo modo que pudiera haberlo en cualquier otra manifestación artística. Pero de lo que no cabe duda es que estamos en el tiempo de la mujer, algo que me gusta porque me crió una mujer, mi madre, que nunca pidió derechos porque tenía asumido que no eran para ella. Nadie le dijo nunca que era un ser humano con derechos, aunque no los conociera.
La mujer no solo tiene hoy su sitio en los escenarios flamencos, sino en la dirección de este arte. Recordemos que hay bastantes festivales flamencos dirigidos por mujeres, como los de Jerez, Mont de Marsan o la Bienal de Holanda, entre otros. Las mujeres ejercen la crítica flamenca, presiden peñas, hacen programas de radio, dirigen revistas especializadas y algunas instituciones vinculadas a este arte. Y, por supuesto, escriben libros, algunos de ellos muy interesantes, como Crónica Jonda, de Silvia Cruz Lapeña, que es como la Niña de los Peines de la crítica flamenca: no solo es la mejor de las mujeres que escriben de lo jondo, sino también de los hombres.
En los últimos días he recibido dos libros escritos por mujeres, uno de la antropóloga sevillana Cristina Cruces (Flamenco. Negro sobre blanco – Investigación, patrimonio, cine y neoflamenco), y otro de la murciana Rocío Hellín Sánchez (Flamencólica), una mujer que ejerce la crítica flamenca y que presenta festivales. Son dos libros muy distintos, pero interesantes los dos por cuanto tienen de compromiso con un arte del que las mujeres han escrito más de lo que se suele decir, sobre todo en prensa.
El Libro de Cristina Cruces no lo he acabado aún, pero me está interesando bastante, entre otras razones porque está muy bien escrito y organizado. El de Rocío Hellín sí lo acabé, porque es un libro pequeño en el que la autora te atrapa desde la portada de la obra contando su relación con este arte y lo hace con una enorme frescura, que descubrí hace tiempo en su blog Flamencólica. Escribir bien es saber contar historias y ella sabe narrar sus vivencias.
No creo que sea ya una novedad que las mujeres escriban de flamenco, aunque aún sean una minoría. Como diría Antonio Mairena, una minoría cada día más mayoritaria, refiriéndose a los aficionados. Desconozco si alguna vez se vio mal que una mujer escribiera de flamenco, pero si pasó, ahora es algo normal y cotidiano. En general, escriben con enorme sensibilidad, algo que caracteriza a las mujeres que se acercan al arte. Estoy pensando en Ángeles Cruzado, del pueblo onubense de Trigueros, que triunfa desde hace años con un blog muy interesante, Flamencas por derecho. Pero hay muchas más y en todas las partes del mundo, lo que es una estupenda noticia.