Siempre me ha emocionado mucho ver cómo trabajan por el flamenco en ciudades que no son andaluzas, que es de donde es este arte aunque sea ya universal. Y, sobre todo, lo que más me emociona es ver trabajar a gente joven, es siempre un compromiso que aplaudo a compás. En Cartagena, donde he podido ser testigo de su cita flamenca, Perlas a millares, que incluía la recuperación del Concurso de Cante, es admirable cómo han trabajado todos, de manera especial María Luisa, Dori, Rafa Ros y Ángel Ronda. Con escasos medios, sin dormir las horas necesarias y, a pesar de todo, con una enorme ilusión para que Cartagena tenga un festival acorde con su historia como ciudad y como lugar flamenco que ha aportado estilos y artistas.
Lo importante era recuperar el concurso y lo han hecho. Es cierto que el resultado no ha sido el que esperaban porque ha ido poco público y, además, el nivel no ha sido todo lo bueno que se desea en estos casos. Dos de los tres ganadores, El Veneno y El Petro, son buenos cantaores y han ganado ya muchos primeros premios en todo el país, pero no son precisamente nuevas promesas del cante. Sí Víctor Palacios, de Barcelona, que fue el tercer ganador. Pero en un concurso donde no se limita la edad para participar, gana el que a juicio del jurado ha cantado mejor que los demás, sean o no jóvenes. Los concursos necesitan una vuelta de tuerca, un cambio, porque si no sirven de poco.
Pero al margen del concurso que tienen que mejorarlo si siguen con la idea de recuperarlo con todas las garantías, lo que me ha interesado mucho han sido las actividades paralelas, las charlas y cursos, los conciertos en los bares o en la calle, etc. Cartagena es una ciudad con casi tres mil años de historia y tiene rincones maravillosos, y han sabido llevar el flamenco a la calle, con las letras más clásicas escritas en el suelo de arterias peatonales fundamentales como, por ejemplo, la calle Canales, donde tuvo su posada y café el rey de todo el cante levantino, el Rojo el Alpargatero. Esas letras, además, se podían escuchar con la cámara del móvil, algo que no había visto nunca.
Quiero destacar el trabajo de la directora, María Luisa Saura, así como el de Rafa Ros, Ángel Ronda, Antonio González, Fulgencio García y Teresa Balsalobre. Increíble lo que han trabajado y siempre tenían buena disposición para atendernos a los invitados. Son grandes aficionados y aficionadas al arte jondo. Los artistas van, trabajan, cobran y se marchan a casa. Pero ellos, que no han cobrado nada, se han partido la cara por el festival y han tenido momentos muy hermosos. Son de la Peña Flamenca Antonio Piñana y, acabado el festival y el concurso, están pensando ya en el ciclo anual Cartagena Jonda.
El flamenco sigue creciendo en todo el mundo no solo por los artistas, que, desde luego, son los verdaderos protagonistas. También por quienes trabajan de manera desinteresada en las peñas, los festivales y los ciclos culturales. Con este equipo humano, Cartagena tiene mucho que decir en el mundo del flamenco, como lo dijo en otras épocas. Es una labor imprescindible la que hacen estas personas, algunas de ellas muy jóvenes pero con unas ganas enormes de hacer cosas.