Hacía mucho tiempo que no escuchaba un recital de cante en la Peña Flamenca Paco Mazaco, de Coria del Río (Sevilla), y lo hice el pasado domingo. Cantaba Manuel Cástulo, de Mairena del Alcor, que es de lo mejor que hay en la actualidad si nos referimos al cante jondo. El que mejor representa, sin duda alguna, lo que es Mairena en el cante. Me refiero al pueblo y no solo a Antonio Mairena o a lo que conocemos como la Casa de los Mairena.
Cástulo es un fiel seguidor de don Antonio, de esta escuela, y la lleva sin complejo alguno. Lo digo porque últimamente hay problemas con eso, con lo de los complejos. Una cosa es imitar a un cantaor y otra ser un fiel copista de un maestro o toda una escuela. Este cantaor mairenero canta como se ha cantado siempre en su pueblo, que es uno de los flamencos de Sevilla. Antes incluso de que saliera Antonio Mairena, porque la localidad de los Alcores ha tenido siempre un ramillete de grandes aficionados, gente del campo o del comercio que cantaba por pura afición en las tabernas o fiestas familiares.
Todavía hay mucha gente que canta por afición y que no se dedica a ello profesionalmente, sobre todo saeteros. Mairena es pueblo de saetas, tonás, soleares y seguiriyas. Aquí no hay cantaores que canten guajiras, tarantas o granaínas, aunque sean capaces de interpretar cualquier palo, como hizo el mismo Antonio Mairena, aunque luego tuviera sus palos. Mairena era capaz de meterse en una reunión y cantar lo que hiciera falta.
Se cuenta mucho en el pueblo que estando en una fiesta con un buen grupo de amigos aficionados y otros cantaores locales, alguien le reprochó que no fuera fandanguero. Se molestó y estuvo una hora cantando diferentes estilos sin repetir una sola letra. Antonio fue, además de un gran cantaor, un aficionado enorme, luego lo sabía todo.
El ambiente en la peña coriana era estupendo. Esta peña es de las mejores de Andalucía, un rincón muy flamenco y con aficionados muy competentes. No son muchos, pero buenos. No es un local grande, pero sí acogedor y decorado con muchas fotografías y carteles en sus paredes. El bar está retirado del escenario, en otro salón, luego no molesta para nada a los artistas. Suele haber buenos caldos y albures en adobo, una de las delicias culinarias de la tierra. En definitiva, una peña que ni pintada para cantar bien, tocar bien la guitarra y escuchar el flamenco con respeto.
Cástulo estuvo a gusto y cantó como en él es habitual, entregado y con una sobriedad impresionante. Llevaba a un guitarrista de bronce viejo, José de Pura, de la localidad gaditana de Chiclana. Pocos hay como él para conducir el cante de un artista como el mairenero, sin adornos superfluos. Y le suena la guitarra tan flamenca y con tanta hondura, que Cástulo ofreció un gran recital a pesar de que en el primer cante, la malagueña, lo notamos algo rozado. Pero todo fue comenzar los tientos-tangos y mejorar en todos los aspectos. Estuvo magnífico en las soleares, seguiriyas y alegrías, y excelente en los fandangos.
Pocos cantaores hay hoy que sean capaces de hacer ese ramillete de cantes, con esa profundidad y derroche de conocimientos. El público, que llenó la peña, lo despidió puesto en pie y con una atronadora ovación.