Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una fiesta o reunión flamenca como la que pude vivir el pasado sábado en Mairena del Alcor, a dos pasos de donde vivo, en una antigua posada de este pueblo en cuyo amplio patio dicen que llegó a cantar Manuel Torres, con buenos amigos en esta localidad como Diego Manolete, padre de saetero local Hornerito.
La Fundación Antonio Mairena, la Casa del Arte Flamenco y el Ayuntamiento organizaron el evento, Sea usted bien recibío, una conferencia sobre los patios y el flamenco a cargo del malagueño José María Morente, quien ofreció una charla muy amena aunque con algunas imprecisiones en los datos. Después de la charla hubo un almuerzo y luego, sin tiempo para la siestecita, una fiesta flamenca que quedará en los anales del pueblo de Antonio Mairena como algo fuera de lo normal.
Los protagonistas de la fiesta o reunión fueron la cantaora chiclanera Remedios Reyes, que es hermana del cantaor Antonio Reyes; Antonio Hermosín, el alcalareño que mejor canta las soleares de esa tierra; Fernando Canela, uno de los hijos cantaores del Canela de San Roque; José el Pañero, de Algeciras y hermano del gran Perico el Pañero, quien también estuvo; El Remache, de Málaga, cantaor y bailaor; y los guitarristas José de Pura, de Chiclana, y el malagueño Rubén Lara.
Lo que estos artistas nos ofrecieron sin escenario ni megafonía, en una reunión al más puro estilo flamenco, no tiene precio. Ni comparación con cualquier otra forma de espectáculo flamenco. Es lo natural de este arte, porque nació precisamente en corralas o patios de vecinos de Cádiz, Sevilla, Málaga, Granada, el Puerto o Jerez. Como género artístico nació más en el teatro que en los patios, pero la base era la fiesta familiar. La prensa española e incluso de fuera de nuestro país está llena de artículos y noticias sobre estas fiestas, y no digamos los libros escritos por aquellos viajeros románticos que venían en el XIX a algunas de estas ciudades andaluzas a disfrutar de ellas para luego contarlo.
Aunque se haya dicho poco, esas fiestas no eran improvisadas, sino organizadas en muchos casos por personas dedicadas a esa función. A mediados del citado siglo, un tal Péicker organizaba fiestas para extranjeros en el arrabal sevillano de Triana. Incluso años antes, porque, ¿qué fue si no la famosa fiesta que relató el escritor malagueño Serafín Estébanez Calderón en sus Escenas Andaluzas, sino una función organizada seguramente para agasajar al propio Estébanez, entonces (1838) gobernador de Sevilla, con artistas invitados que ya cobrarían por actuar en esas fiestas, como El Planeta, El Fillo, Curro Pabla, La Perla, Juan de Dios y El Jerezano?
De cómo cantaron y bailaron los artistas invitados a la fiesta mairenera del pasado sábado en la antigua posada, es imposible narrarlo en un artículo. Había que estar allí y los que no estuvieron se lo perdieron. Por cierto, apenas hubo personas de Mairena, y de sus cantaores, solo Antonio Ortega padre, aunque como mero espectador. La idea era que estuvieran artistas de fuera del pueblo, de Málaga y la provincia de Cádiz, con excepción del alcalareño Antonio Hermosín. Y resultó un éxito. Fue un día tan especial que será difícil olvidarlo, de arte, de buena armonía, de cariño y respeto. Una reunión para la historia de Mairena, que ojalá haya servido para algo más que echar un buen día de fiesta. Queremos otra muy pronto.