Parte de la culpa de los ataques que recibe Andalucía la tenemos los propios andaluces y, sobre todo, quienes nos gobiernan. Cada vez que sufrimos un ataque de menosprecio a nuestra cultura, como ha ocurrido esta semana con lo de la campaña contra los tópicos españoles, incluyendo en ella el flamenco, salimos diciendo que de aquí eran Velázquez, los hermanos Machado, Picasso, Lorca, Juan Ramón Jiménez o Vicente Aleixandre. Y nunca decimos que también fueron andaluces Silverio, Chacón, Manuel Torres, la Niña de los Peines, Pepe Marchena, Antonio Mairena, Enrique Morente, Lebrijano o Camarón.
En realidad seguimos con los complejos y nosotros mismos no consideramos importante este arte que tanto nos apasiona. Incuso los mismos artistas lo defienden no porque sea una parte fundamental de nuestra cultura, algo que nos diferencia del resto del mundo y que viene de nuestros antepasados, sino porque gracias al flamenco viven algunos como Dios y fardan de buen coche, chalé en urbanización de lujo y un nivel de vida espectacular.
Hace algunas semanas acabé una serie de cuatro charlas sobre temas de actualidad que provocan debates en las redes sociales: la Bienal, el papel de las mujeres en el flamenco, el de la crítica en la actualidad o la desidia de los sevillanos con la historia flamenca que tiene esta ciudad tan importante de Andalucía. Fueron decenas de aficionados sevillanos cada sábado a Torres Macarena, pero ningún artista, solo la bailaora La Debla, quizá porque iba para acompañar al guitarrista Antonio Gámez, su esposo. Tampoco ningún crítico de flamenco, ahora que hay tantos, salvo el compañero Luis Pérez. Es verdad que a lo mejor no tengo entidad para atraer el interés de estos colectivos, pero daba igual quién diera las charlas, sino el objetivo, que era el de crear debates.
No sé si lo han analizado alguna vez, pero en las entrevistas a artistas flamencos, de las más antiguas, nunca se referían al flamenco como una parte importante de la cultura andaluza. Me refiero a las entrevistas que les hicieron al Mochuelo, Chacón o la Niña de los Peines. Es que en aquella época no eran conscientes de lo que de verdad significaba el flamenco. Ha habido que llevar a cabo una extraordinaria labor para que hoy, algunos, aunque pocos, reconozcan que es un arte que nos representa en el mundo entero y que es una parte esencial de la cultura andaluza, primero, y luego de la española en general.
De todos los artistas que salieron el pasado miércoles a defender el flamenco ante el ataque de esta campaña publicitaria tan lamentable, ¿cuántos lo hicieron por el hecho de su importancia cultural en sí y cuántos para defender la olla? En pocos días, el asunto se olvidará y los artistas en general seguirán a lo suyo; los críticos a lo nuestro, y las instituciones andaluzas a esperar que lleguen unas elecciones para decirnos lo grandes que somos los flamencos.
Esperemos que algún día no tengamos que poner este titular en un artículo: “Entre todos lo mataron y él solito se murió”.