Con los años, y voy camino de los sesenta, se va llevando peor la muerte de los artistas que hemos querido y admirado tanto, quizá porque hemos convivido tanto con ellos por esos pueblos de Dios, de festival en festival y de peña en peña. Llevo justamente cuarenta y tres años vinculado al mundo del flamenco y he visto irse a grandes figuras de este arte, algunas nacidas en el siglo XIX, décadas antes de que vinieran al mundo mis padres.
Si cada muerte me hubiera dejado un agujero en el alma, como el que dejaría un alfiler en una tela, que creo que ha sido así, la tendría como un colador. El alma, quiero decir. Desde la muerte de Terremoto de Jerez, el padre, hasta hoy mismo, han sido demasiadas pérdidas. Debería estar ya acostumbrado, pero me ocurre lo contrario, que cada día lo llevo peor.
La muerte esta mañana de Manuel Moneo Lara, el gran Manuel Moneo, me ha dejado una enorme tristeza porque era un cantaor humilde, a pesar de ser grande. Sí, grande, porque en el cante no solo lo son quienes venden muchos discos, salen en los periódicos o llenan los teatros. Los cabales tenemos una forma muy particular de evaluar la grandeza de un cantaor o de una cantaora, sin tener en cuenta las cuestiones señaladas. Fíjense lo grandes que fueron Tomás Pavón o Juanito Mojama, Isabelita de Jerez o La Moreno, y se murieron sin reconocimientos. Igual que ha muerto Manuel Moneo, en la humildad más absoluta, sentado en su trono de cantaor cabal.
Un día hablé con él de esto, de la vida de los cantaores puros, y me dijo que estaba contento con lo que tenía, porque otros anteriores a él, como los citados unas líneas más atrás, tuvieron menos. Ningún cantaor puro ha muerto rico por lo ganado con el cante. Manuel Moneo tampoco, pero no es esta cuestión la que no interesa, sino otra mucho más interesante. Si yo fuera cantaor me gustaría irme siendo lo reconocido que ha estado en vida este gigante del cante gitano. Cuando se hablaba de él se hacía siempre con un enorme respeto, el que merece un maestro de verdad. ¿Hay mayor reconocimiento que ese?
Espero que no se diga ahora de él que era un genio del cante, porque no lo era. Ya está bien de etiquetar de esa manera a los artistas flamencos que se van. Manuel Moneo fue un grandísimo cantaor, un maestro, un hombre con una pureza interpretativa increíble, pero un genio es otra cosa. Si lo queremos elogiar después de muerto, el mejor elogio sería destacar su sencillez, su pureza y honestidad. Insobornable a carta cabal, defendió siempre el cante jondo de verdad y no le dio ningún valor a lo superficial.
Fundamentalmente, Manuel Moneo era un buen hombre. Y un buen gitano, responsable con sus convicciones. Habrá que recordarlo de esa manera, sobre todo con cariño, pero también con la veneración que merecen todos los cantaores y todas las cantaoras que han dedicado su vida a cantar lo jondo con alma y sinceridad, como hizo siempre este artista que se nos acaba de ir casi de puntillas, sin hacer ruido.
Nuestro más sentido pésame, de todo el equipo de ExpoFlamenco, a su hijo El Barullo y su hermano Luis. Por extensión, a toda la familia y a los jerezanos y las jerezanas. Se nos ha ido a todos una referencia de cante jondo de verdad y esto es siempre motivo de tristeza. Pero a pesar de todo, larga vida a don Manuel Moneo, porque los grandes nunca se van del todo.