Recién terminada la 25 Edición de la Cumbre flamenca y leídas algunas de las reseñas y comentarios de las galas que circulan por las redes, parece que el flamenco ha triunfado en nuestra ciudad. Algo no va bien cuando uno va a un escenario a presenciar un espectáculo y sale con la sensación de que no ha visto nada, apenas disfrutado un ápice, y se encuentra al día siguiente con una crónica llena de alabanzas y peloteo gratuito. Una cosa es animar a un artista y otra engañarse uno mismo. Reconozcámoslo, no hay crítica flamenca especializada en Murcia, salvo contados ejemplos en el Festival de Cante de las Minas de periodistas de repercusión nacional, por lo general venidos de fuera de nuestra región. El miedo a ser visto o a exponerse puede ser una de las causas, en una comarca en la que todos se conocen y en donde quedas señalado si osas moverte un milímetro. La otra causa puede ser la falta de conocimiento del objeto de crítica, o lo contrario, querer hacerse notar por medio de adornos, arabescos y terciopelos. Otra causa puede ser la censura periodística. O todo.
La expectante anunciada actuación de Lole Montoya con su “Inolvidable Sinatra” «Una de las voces más prodigiosas del país sorprenderá con este espectáculo, que protagoniza ella sola arropada por los arreglos de un piano o un cuarteto de jazz y con el que da un nuevo giro al repertorio de Frank Sinatra – La Verdad: 30/01/2018» fue una decepción. Un concierto corto y soso que tuvo que ser rellenado con su repertorio flamenco tradicional. Al nuevo día, peloteos en la prensa y en los blogueros simples reseñas descriptivas de los temas que cantó, eso sí muy bien adornadas y engoladas, pero sin crítica alguna. ¡Qué buena Cumbre tenemos!
Al respecto de nuestros propios artistas, es frecuente en esta región la autoalabanza y el mirarse al ombligo, lo hacen los propios flamencos entre ellos, pero que periodistas reconocidos colmen de loas gratuitas a artistas locales emergentes que deben abrirse camino a base de pulir su técnica y mejorar sus errores, no es la mejor forma de apoyarlos. Flaco favor les hacemos, también al público, si tras espectáculos con insuficiente calidad los llevamos al Olimpo flamenco. Está bien saber distinguir el contexto de cada espectáculo. No es lo mismo una peña flamenca, que un gran teatro, está claro, y tampoco las diferentes propuestas y a quién van dirigidas. Si se quiere ser grande, hay que estar a la altura de lo que se vende. Estrenar espectáculo en un Teatro Romea vendido a los familiares y amigos del artista, y encumbrar a éste en los periódicos locales días antes de dar el primer zapatazo es un tremendo error. De nada sirve al entendido los gritos desaforados de un respetable ya entregado a su estrella, ni tampoco el enaltecimiento vertido al día siguiente en el mayor diario de tirada local. Humo.
Guillermo Castro