Hace dos semanas alguien de peso en el mundo del flamenco y las instituciones públicas me hizo saber que la mejor manera de tener conferencias pagadas era proponer temas relacionados con el papel de la mujer en el flamenco, que para eso iba a haber dinero público. Lo está habiendo ya, de hecho. Se ve que no me han tocado solo a mí, porque esto empieza a ser un chorreo. Cuando le hice el libro a la mejor cantaora de todos los tiempos, La Niña de los Peines, de lo que hace ya dieciocho años, costaba el dinero –me costó mucho dinero publicar esa biografía–, pero ahora pagan por decir que el papel de la mujer en el flamenco ha sido importante, como si no lo supiéramos. Como si no se hubiera escrito jamás sobre las cantaoras, bailaoras y guitarristas que ha habido, desde Estébanez Calderón a José Luis Ortiz Nuevo, pasando por Demófilo, Núñez del Prado, Fernando el de Triana, Rafael Pareja, Ricardo Molina y Blas Vega.
Que quieres colar un espectáculo en alguno de los festivales importantes que se celebran en el mundo, presenta una propuesta sobre la mujer en el flamenco. Eso sí, resaltando que hablarás sobre el machismo jondo, la testosterona de Juan Talega y las flamencas floreros en los tablaos. ¿No sería mejor que las instituciones públicas facilitaran ayudas para la investigación? Sí, para que se investigue en general, pero de una manera especial sobre esas mujeres que, en efecto, se han ido quedando en el olvido. Las artistas y los artistas. Podría dar una larga lista de cantaoras y bailaoras que merecerían una buena biografía, pero también de cantaores y bailaores. No hay ni un duro público para esto. Ni privado tampoco, y es una auténtica vergüenza.
De vergüenza es, dicho sea de paso, el concurso de letras flamencas auspiciado por la Junta de Andalucía, con el que se pretende que las coplas reconozcan la importancia de la mujer. Desconozco en qué ha quedado esto, pero ya hubo decenas de letras en las redes sociales, digamos que a modo de prueba, algunas francamente patéticas. Me temo que alguien pueda salir algún día diciendo que hay que destruir todos los libros y los discos donde haya una copla flamenca que denigre a la mujer, como si se pudiera eliminar de un plumazo parte de un coplero flamenco que es el reflejo de una determinada época. Vale, empezamos por las mujeres y luego les metemos mano a la Iglesia y a la política.
Prohibido reeditar más el libro de Demófilo, Cantes flamencos (1881), por esta letra:
En la esquina te espero;
chiquiya como no vengas
aonde te encuentre te pego.
¿Vamos por ese camino? Pues no. Hay autores nuevos que ya no se les ocurriría crear letras de este tipo. Lo soy y no cometería ese error.
No suelo pedir charlas y mucho menos proponer temas. Pero si alguien me pidiera que preparara una conferencia sobre el machismo flamenco lo mandaría a freír espárragos. La daría sobre el papel de la mujer en el arte jondo, sobre todo para dejar claro de una vez por todas que cuando nació este arte ya estaban las mujeres andaluzas cantando, bailando y tocando la guitarra en los escenarios y en las fiestas, codo con codo con los hombres. Y las hubo que hasta dirigieron cafés cantantes. Gitanas, además, como la jerezana Tomasa Junquera, la hermana de Juan Junquera, que nació a mediados del siglo XIX.
¿Saben eso de que el más tonto hace un reloj? Pues eso. Aquí, el que no corre, vuela.