La Movida Madrileña influyó en todas las artes en general y, cómo no, en el flamenco en particular. Después de mucho tiempo de oscuridad se abrieron las puertas de la luz y la libertad de par en par y las corrientes musicales se adentraron en los corazones de aquella juventud enardecida. Triana, Lole y Manuel, Pata Negra, Lebrijano, Ketama, Camarón, Paco de Lucía y muchísimos otros artistas que contribuyeron en gran manera a que el flamenco se hiciera un poco más de todos y para todos y se convirtiera en un estandarte de la renovada emancipación, tan esperada después de muchos años sometido a ese régimen sin esperanza, en el que fue manoseado como entretenimiento de señoritos caprichosos y aristócratas de mala catadura.
Se crearon y consolidaron los ballets nacionales y sonaron con fuerza y voz propias grandes personajes de la historia de nuestra danza española y el flamenco: Antonio Ruiz Soler, Antonio Gades, Cristina Hoyos, Mario Maya, Farruco, Matilde Coral, Manuela Carrasco…, entre otras muchísimas figuras del baile más académico y riguroso o racial y autodidacta. Las escuelas eran un bullir de almas atrevidas. Las televisiones se convirtieron en el escaparate perfecto para colarnos en todos los hogares y dar con ello razón a nuestras figuritas, tan emblemáticas, de toreros, manolas, toritos, flamencos y flamencas que durante tanto tiempo adornaron el techo de nuestros flamantes televisores.
En la diáspora se abrieron nuevos horizontes y pudieron regresar a sus orígenes, sin miedos ni cautelas, muchos aficionados y artistas flamencos con sed y ansias de saber, de buscar y actualizar su memoria, para con ello seguir llenando allende los mares de la sal del flamenco la tierra entera. Y acabar creando grandes escuelas y festivales internacionales, que hoy en día son un verdadero reclamo y trampolín para la buena salud de nuestro eterno arte del danzar flamenco. Aquí, durante esta espléndida metamorfosis que brotó de las entrañas de la necesidad, se fraguaron las controversias más exquisitas y también las más deleznables.
Tiempos de cambios y rupturas. Nuevas generaciones sin pueblos y sin camisas luchando en desconocidos y enlodados campos de batalla. El flamenco se convierte en Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad. Tiempos revueltos sobre un campo de barbecho ávido de agua, sol, trigo y esquimo.
Antonio Canales