He escrito muchas veces y hablado en muchos foros diciendo que el Flamenco es el arte que mejor expresa los sentimientos y que por tanto, no habiendo nada más humano que los sentimientos era muy fácil reconocerlo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, haciendo buenos aquellos dichos con los que reaccionaron muchos artistas, cuando su reconocimiento por la Unesco, en el 2010, manifestando que era la Humanidad la que era Patrimonio del Flamenco. Vaya lo uno por lo otro.
Ahora que atravieso unos momentos dolorosos y difíciles, en el que me asolan las emociones y los sentimientos más íntimos, al escribir este artículo, me vino a lo memoria un trabajo que hice hace mucho tiempo para exponerlo en un congreso de médicos, con el título de: El dolor a través del flamenco, encajando cantes y letras, con esa forma tan certera, popular y directa que tiene el flamenco, para describir, en pocos versos, dando voz y música a los sentimientos y emociones más íntimos y transcendentes y a todas las vivencias del ser humano, que abarcan toda esa universalidad de las penas y de las alegrías y sus estados intermedios. En este caso solo me paraba en el dolor, en toda su extensión, tanto psíquico cómo somático, que es lógicamente lo que tiene más que ver con la medicina. De este trabajo, por mis actuales circunstancias, superado los primeros días de incredulidad y de confusión, por lo inesperado de la perdida, retomo parte para céntrame solo en ese dolor llamado por “la pérdida de un ser querido”. De esta forma, escribiendo, empezaron a sonarme cantes y letras de nuestro flamenco y una de la primeras que sentí fue la malagueña con la que mi paisano Pepe Nieto el de Orellana, ganó el primer premio por malagueñas en el 1981, con prácticamente 80 años en el Festival Concurso del Cante de las Minas, quizás porque la teníamos programada y preparada para su homenaje, en el 25 aniversario de su muerte, para que la cantara El Perrete, junto a unas granaínas adaptadas para Miguel de Tena y una milonga , de Pepe, para El Madalena: – Solo por el mundo ando/ se murió y desde aquel día/ solo por el mundo ando/ Se me acabó la alegría/ y a Dios le pido llorando/ que arremate con mi vía.
La verdad es, que esta sociedad, que nos hemos fabricado, no está preparada para la muerte y sus aledaños, a pesar que hace muchos años la genial Pastora Pavón nos lo dejara muy claro en su sentencia por peteneras: – To en este mundo es mentira, no hay más verdad que la muerte y no hay quién me contradiga -.Sin embargo, el Flamenco sí tiene muchas letras, que se cuadran con sus cantes más apropiados, que describen la pena por la pérdida de un ser querido: La muerte de la madre (en gran primacía), la del padre, de los hijos, de la pareja, hermanos, familiares y amigos. Yo hasta ahora, por esa primacía que le da el flamenco, y porque ya la he sufrido, había reparado bastante en la muerte de la madre (sin olvidar al otro progenitor). Muchas son las seguiriyas que recuerdan su perdida. Me viene a la memoria, escribiendo, aquella que leí hace ya mucho tiempo: Doblen la campanas/doblen con dolor/ Que se ha muerto la mare de mi alma/ de mi corazón. Y esta otra que compuse de joven para que la cantara el querido amigo, en el dolor, Curro Malena, que recuerda no solo la pérdida sino el sufrimiento del ser querido. Mi mare moría/ no podía hacer ná/ Suspirito que daba en la cama/ eran puñalás. Pero creía, habiendo escuchado mucho dolor ajeno, que el dolor más fuerte en una perdida era la de los hijos, por esto de la inversión de lo natural del calendario, tal y como cantaba el no menos genial Caracol por saetas, en la muerte de Jesús, a su madre: … Porque tu pena es la más grande, la más grande y la mayor –. Pero hace unos días en unas Jornadas sobre “el duelo”, realizadas en el Colegio de Médicos de Badajoz, me sorprendió la coincidencia de todos los autores señalando que el dolor más fuerte era el producido por la pérdida de la pareja.
Sin duda esto contradice claramente a lo que cantaba Pepe Pinto por fandango y por soleá, relativo a la madre y a la pareja, tomando la letra del romance de Rafael de León: Toíto te lo consiento/ meno faltarle a mi mare/ que una mare no se encuentra/ y a ti te encontré en la calle. Y es que efectivamente a la pareja te la encuentras en la calle, pero la eliges y te elige, y formas y creas una familia, tu familia, y un proyecto de vida y de unión, que por eso se le llama cónyuge. Así de claro lo dejaba, mí siempre recordado amigo Paco Toronjo, en su remate por fandangos: ….La historia del mundo es/ cuando mucho se ha querío: / un hombre y una mujer. ¡No se puede decir más en tres versos!. Y con todo lo dicho, si además tienes la suerte de que ese proyecto perdure en una feliz convivencia con cariño, es lógico que el dolor de la perdida sea lacerante y te deje sumido en ese estupor al que me refería y en esa sensación de estado incompleto, que mencionaba San Pablo, del hombre solo.
Y ahí me sonaba de nuevo el flamenco a través, y otra vez, de la grandilocuencia dramática de la malagueña de Chacón: – A dar voces me ponía…….. –, de la que nos dijo el maestro Fernando el de Triana, en su “Arte y Artistas Flamencos”, que era la que más le gustaba a Don Antonio y que por eso gozaba de tanto fervor del público. Malagueña que remataba con la más cruda realidad: – … Y escuché un eco del viento:/ “no la llames”, me decía/ “que no responden los muertos” –. Esa cruda realidad que te deja impactado en el dolor, que es tan duro que tienes que masticarlo muy lentamente. Y lógicamente acuden los intentos de ayuda de los que te quieren, que tan bien los contesta el flamenco en la voz de Porrina: – Dejadme flores dejadme,/ que aquel que tiene una pena/ no se la consuela nadie –. Y naturalmente se suman y acuden las reflexiones y los consejos, que también replica, de forma tajante, la voz de Camarón. A mí me daban consejos/ y ya pa que los quería/ si lo que me había pasao/ remedio ya no tenía.
La realidad es que para la muerte no estamos preparados, a pesar de que nos llega antes o después a todos. Por eso nos aconseja el cante: Pa que tanto discutir,/ si unos antes y otros luego/ nos tenemos que morir.-Una realidad de la que no nos damos, o no nos queremos dar cuenta, hasta que nos toca afrontar la muerte de un ser querido. Ahí se constata duramente la realidad y primero no nos la creemos, nos figuramos que es un estado transitorio, nos rebelamos y al final ….. la asumimos y tiempo al tiempo terminamos aceptándola. Esa es la clave: ser capaces de aceptar que los humanos, nos morimos. Que hay un momento en que la fuerza que da el espíritu/el alma, nos abandona y se va del cuerpo y este muere y con él nuestra vida humana, para siempre. Indudablemente este trance lo aceptamos mejor o con más esperanza los que creemos, que los agnóstico, porque estamos convencidos que nuestro alma/espíritu se va a otra dimensión en la que todos nos encontraremos. Dimensión, apostillo yo positivamente, en la que se debe estar muy bien porque nadie vuelve.
La clave por tanto está en la ACEPTACIÓN, huyendo de la pena negra, tal y como nos describía el macareno rey de los fandanguillos cantando: – La pena grande que se llora,/ con las lágrimas se va./ La pena negra, es la pena/ que no se puede llorar/ y esa no se va, se queda. Ahí, en cinco versos, está descrita casi toda la terapéutica para afrontar la pena por la muerte de un ser querido: Afrontarla, reconocerla, ACEPTARLAcomo natural – no hay más verdad que la muerte –. No reprimiendo las emociones, llorando todo lo que se puede llorar y tomando una actitud positiva, sin esconderte en la soledad, evitando que esa pena grande se cronifique y se convierta en pena negra, porque esa es la depresión y esa no se puede llorar y te hunde.
Con esa actitud positiva he intentado, desde el primer momento, afrontar mi dolor, mirando hacia delante, con el grato recuerdo de mi mujer en mi corazón y con esa misma sintonía escribo este artículo que espero que a quien esté, haya estado o le toque este duro proceso, le pueda valer. Y concluyo cantando, en el mismo sentido y forma que decía Manuel Machado: – Cantando la pena, la pena se olvida –. O al menos se mitiga, digo yo.
Ahí va mi corazón por fandango, con esta letra que compuse hace ya muchos años, cantándole a la esperanza de poder vivir en positivo lo que me quede de existencia humana: ¡Adelante!/ Hay que seguir adelante/ aunque la muerte “te jiera”/ Que esta vida es pasajera/ y se lleva en un instante:/ a aquél, al que tú más quieras.
Badajoz a 8 de abril de 2018.
Francisco Zambrano Vázquez (Paco Zambrano)