-Abuelo, te pierdes más que la 10-11. ¿Dónde te metes?
-Pues mira, disfrutando del flamenco en la costa de Cádiz. No me viste en Conil, pero estuve y disfruté mucho. ¡Cómo canta el niño de Rancapino? Y me gustó cómo cantó Caracolillo por alegrías, con arte y marcando muy bien el compás. Y Pedro el Granaíno, Jesús Méndez, María Terremoto… Estos, y otros que empujan, son los que le van a devolver esplendor a los festivales de verano.
-Pero quizá nos estamos olvidando de los veteranos, ¿no?
-Eso no me gusta, aunque algunos de esos maestros llevan cuarenta años haciendo lo mismo y los aficionados se cansan. Morente y Lebrijano, por ponerte dos ejemplos claros, se fueron reciclando y evolucionaron con el paso del tiempo, pero hay algunos que siguen cantando los cantes de su primer disco. Entonces, si han caído un poco en el olvido no es solo por culpa de los organizadores, sino de ellos mismos.
-No darás nombres…
-No es necesario, porque el lector es más inteligente que tú y que yo.
-¿No estuviste entonces en la Reunión de Cante Jondo, en la Puebla?
-No, porque no se puede estar en misa y repicando. Además, el cartel no era propio de un festival como ese. Han perdido totalmente el norte. Hace tiempo que no voy y seguramente tardaré en ir. Me apena mucho lo que pasa en la Puebla.
-¿Existe un flamenco playero, abuelo?
-Existe la playera, un palo que se perdió. No creo que exista un flamenco playero, que tienes mucha guasa.
-Pues yo creo que sí, que en los pueblos de la costa hay festivales y espectáculos pensados para entretener a los veraneantes.
-Pero el flamenco es siempre el mismo, esté donde esté. Los tablaos están pensados para el turista y se da un buen flamenco en muchos de ellos. Quizá no como hace décadas, pero he visto cosas que me han gustado.
-¿Por dónde te gusta moverte, abuelo?
-Por Cádiz. Me voy a La Caleta con Rancapino y echo mis ratitos en la Peña Juan Villar o El Manteca. Charlo con Rebujina y El Piti y no me duele nada. Aquello es vida, es lo mejor del mundo. No hay un lugar más flamenco que ese. Vas por el Barrio de la Viña y no te acuerdas de nada más.
-¿No vas a La Caracolá?
-Que venga La Caracolá a verme a mí.
-¿Qué te ha pasado con Lebrija?
-Nada, pero decidí dejar de ir durante algún tiempo porque no me gustan algunos cambios.
-Qué delicado eres, abuelo.
-Más que delicado, exigente y romántico.