-Abuelo, supongo que en estos días tan especiales, la Navidad, echarás de menos a tus amigos los flamencos, ¿no?
-Mucho, Manolillo. Los artistas flamencos han sido y lo son aún como miembros destacados de mi familia. Creo que esto no sucede en otros géneros musicales, como la ópera o el jazz. Los flamencos son más cercanos, quizá más sencillos, no sé. Yo trataba a Valderrama como si fuera mi padre o un hermano mayor. O a Antonio Mairena. Recuerdo que cuando el Niño de Fregenal se estaba muriendo, lo llamé y me dijo que le hiciera una entrevista. Se la hice en la cama, en su propia casa, y murió días después. Había un cariño y una confianza mutua.
-¿Qué recuerdos tienes de Antonio el Sevillano?
-Inolvidables esos recuerdos. Lo admiraba tanto que me hice su amigo y lo entrevisté una noche en un programa de radio durante dos horas. Creo que fue en 1986, estando ya congestionado. Tenía aún un sentido del humor increíble, y muchas ganas de vivir. Le encantaban las mujeres, y sus letras, escritas por él mismo la mayoría de ellas, reflejaban esa pasión. Porque el lujo te gustaba… Qué velocidad tenía aquel cantaor en la garganta. Era casi imposible imitarlo. Tenía dos o tres fandangos suyos, de su creación, que eran de una dificultad tremenda. Un sello que lo inmortalizó.
-¿No está muy olvidado este gran cantaor?
-Totalmente, pero bueno, hizo su carrera, dejó una buena discografía y un sello inimitable.
-¿Alguna cantaora que eches de menos, abuelo?
-A muchas. Con la Niña de la Puebla no tuve una gran amistad, pero la traté mucho y admiré su cante y su actitud tan positiva ante la vida. Qué mujer con más personalidad. Y era larga cantando, aunque la encasillaran en los campanilleros y las milongas. La escuché cantar por seguiriyas una noche en la Reunión de Cante Jondo, de su pueblo, La Puebla de Cazalla, y me impresionó. No tenía una voz muy adecuada para ese cante, pero conocía el paño y aquella noche emocionó a mil personas. Otra gran olvidada. Y echo mucho de menos a La Paquera, un genio del cante. No nacerá otra igual en mil años, si es que nace. Y sobre todo a Fernanda de Utrera, a la que quería mucho. Nadie ha cantado jamás por soleá con su enjundia y gitanería.
-¿Ni la Niña de los Peines?
-Eran totalmente distintas y de épocas diferentes también. No son comparables. Fernanda tenía una jondura increíble, y Pastora era más musical, siendo muy buena en este palo.
-Estos días se han cumplido 24 años de la muerte de Pulpón, el agente artístico. ¿Lo trataste mucho, abuelo?
-Mucho. Era un hombre de una capacidad de trabajo increíble, no se cansaba jamás. Tuvo mucho mérito porque supo meter en el carril a grandes cantaores que no eran artistas, y no era tarea fácil. Llegó a tener un poder muy grande en el mundo del flamenco. Y ayudó a muchos artistas cuando tuvieron apuros económicos. Naturalmente que también hay cosas criticables de él, pero le echo de menos porque era un hombre educado y amable con los buenos aficionados y con los críticos. No es justo que Sevilla, sobre todo, lo haya olvidado miserablemente. Ojalá se acuerden de él en el 25 aniversario de su muerte.
-¿Eres un nostálgico, abuelo?
-Sí, siento nostalgia de aquellos años. Es que fueron años muy buenos. Me refiero a los sesenta, setenta y ochenta, sobre todo. Ibas a un festival y había diez primeras figuras. Las peñas tenían otro aire, era todo más humano y más puro. No sé, era una época entrañable. Desde luego, vista desde la perspectiva del tiempo. Recuerdo que en aquellos años los aficionados más viejos echaban de menos a Marchena, Vallejo o la Niña de los Peines.
-Cada uno se queda con su tiempo, ¿no?
-Claro que sí, Manolillo.
-¿Cómo pasarás la Navidad?
-Desconectado de casi todo. Me apetecen tranquilidad y buenos ratos de charla, solo eso. Una copa con los amigos, estar con la familia… Lo típico de estos días.
-¿Escuchando cante flamenco?
-Leyendo, más bien. He comprado algunos libros y leeré bastante. También me encantan los villancicos y campanilleros. Tengo una buena colección de discos y suelo usarla.
-Feliz Navidad, abuelo.
-Igualmente, Manolillo. Y tú, ¿qué vas a hacer?
-Disfrutar de todo, que la vida es bella.
-Haces bien. ¿Solo o en buena compañía?
-No seas curioso, abuelo.
-Vaaaale.