-Abuelo, en septiembre se van a cumplir treinta y cinco años de la muerte de uno de los cantaores más grandes del siglo XX, Antonio Mairena. Cómo corre el tiempo, ¿verdad?
-Más que correr, vuela, Manolillo. Yo estuve en el entierro y fue algo grandioso. Había aficionados de media España y las calles del pueblo eran ríos de dolor. Lo recordaré mientras viva. Cuando fue enterrado, regresé a la Plaza de las Flores y en un bar de esta plaza había aficionados llorando y diciendo que se había acabado el cante gitano. Aficionados políticos y artistas muy vinculados al maestro. Era normal, porque Antonio había sido una gran figura, de los mejores cantaores de los últimos años, y había cierta tristeza.
-¿No el mejor, abuelo?
-Eso entra ya en el terreno de los gustos. El cante es muy variado y tiene diversos colores y tendencias. Cada aficionado ve esto de una manera y lo siente de una forma muy personal. Hay quienes dicen que sí, que Antonio Mairena fue el mejor cantaor de todos los tiempos. Y eso es una barbaridad, pero el que lo crea de verdad hace bien en decirlo. Mairena estuvo veinte años de primera figura, y Marchena o Caracol cincuenta. Ahora, esos veinte años de reinado mairenista fueron importantes. Por él y por otros maestros como Fosforito, Lebrijano, Menese, Chocolate o Morente.
-¿Tú eres mairenista, abuelo?
-No, no lo soy. Soy un gran admirador de Antonio Mairena, pero ser mairenista significa algo más y hay cosas de esa escuela con las que no me identifico. O sea, que separo a Antonio del mairenismo fanático e intransigente. Él era un cantaor grandísimo, largo, sabio y con una afición desmedida. Su voz era un torrente de gitanería. Pero luego hizo una labor discutible en algunos aspectos; en otros, bastante positiva, eso no se puede discutir. Y una parte de esa labor negativa se ha vuelto claramente en su contra. El mairenismo ha sido nefasto para el flamenco en algunos aspectos. Antonio Mairena, en cambio, muy bueno porque dejó una obra importante, aunque no fuera perfecta. Ninguna obra lo es, ni la de Chacón.
-¿Y qué pasa con su festival? El cartel de este año no parece muy apropiado, ¿no?
-No lo es, para qué me voy a andar por las ramas. Si Antonio levantara la cabeza los corría a gorrazos. No entiendo cómo se puede hacer ese cartel a los treinta y cinco años de su muerte. Te voy a decir una cosa y que salga el sol por Antequera. ¿Cuándo van a traer a Perico el Pañero? Este año hubiera encajado perfectamente. Es de los pocos que defienden ya la bandera de Antonio por España, con esa forma de bailar y de cantar, y el compromiso que ha adquirido. Tanto hablar del cante gitano-andaluz, y para uno que sabe lo que es eso y lo defiende, lo dejan fuera.
-Pasa un poco lo mismo en otros festivales, ¿no?
-Por desgracia, sí. En Dos Hermanas, en La Puebla, en Morón, en Lebrija… Se van a cargar una parte de la historia del flamenco, la de los festivales de verano, precisamente una etapa marcada por Mairena, por Antonio.
-¿Y qué falla en Mairena, según tú?
-Las cabezas, Manolillo. Precisamente lo que le sobraba a Antonio Mairena, que fue un cantaor inteligente y con las ideas claras. Toda su labor se la van a cargar hoy aquellos que hayan decidido el cartel de este año. Y no solo el cartel, sino más cosas. El pasado año fue el centenario de Frijones, uno de los iconos de Antonio Mairena, y no hicieron nada. Eso sí, alguien vino a hablar de la petenera y el Perro de Paterna, no sé si el pasado año o el anterior. ¿Sigo?
-Y este año Arcángel, después de la polémica que hubo con lo de su espectáculo y aquello de sacar a Mairena encapuchado.
-Bueno, aquello no fue para tanto, solo fue un espectáculo. Arcángel no encaja mucho en el festival de Mairena, pero no menos que otros que han venido antes que él. Lo de la polémica es algo ya pasado y esperemos que el público lo reciba como merece tan buen artista y cantaor, gustos al margen.
-Me gustaría que un día hablaras en Mairena de Antonio Mairena, abuelo. ¿Sería eso posible?
-No, no es posible. Ni me apetece siquiera. Yo he hablado de Antonio Mairena en toda España y hasta en otros países. Pero jamás en Mairena, al menos dando una charla. No es posible porque hablaría de él y diría cosas que no iban a gustar. En cambio, sí me gustaría hablar de Pastora Pavón, la maestra de Antonio. Y de Tomás, Manuel Torres o Juan Mojama. De Antonio no, claro.
-Entendido, abuelo.
-Me alegro, Manolillo.