Cuando empezaba a ser aficionado al flamenco, a mediados de los setenta, leía todo lo que caía en mis manos y escuchaba los programas de radio que había entonces en Sevilla. Y me lo creía todo, porque tenía entre 16 y 18 años y era más inocente que un búcaro. Cuando empecé a escribir era todavía joven y solía repetir como un loro lo que decían los demás, lo que había leído o escuchado. Creo que a todos nos ha pasado. Un día decidí que tenía que empezar a investigar para saber la verdad de todo lo relacionado con el arte flamenco, y llegó el cambio. Es decir, empecé a tener mi propio criterio sobre la historia de este arte y sus verdaderos protagonistas, que han sido, son y serán siempre los artistas.
Si tuviéramos que recoger todas las mentiras que se han dicho o escrito sobre la historia del flamenco y sus pilares fundamentales necesitaríamos al menos mil libros. Y, claro, eso sería un proyecto inviable. Me llamaba la atención que cuando algún mairenista decía que Antonio Mairena había sacado el cante de las tabernas, nadie le replicara y pusiera las cosas en su sitio, porque todo estaba controlado, como en una dictadura. Digo Mairena como podía decir Marchena o Caracol. Pepe Marchena era un genio, para mí uno de los dos o tres genios del cante flamenco, pero era un farolero y nos metió decenas de trolas, como que fue él quien dignificó el cante.
Cuando hoy desmentimos algunas cosas, estas y otras muchas, hay quienes nos crucifican en las redes sociales, en vez de agradecer el esfuerzo que supone investigar para poder aportar una información veraz. Alguna vez me han reprochado mi fijación por Antonio Mairena y Ricardo Molina, pero es que mintieron mucho y manipularon más todavía. Escribieron libros, algo que no hicieron Don Antonio Chacón, la Niña de los Peines, Manolo Caracol o Pepe Marchena. Alguna vez he escrito que Mairena y Molina no investigaron apenas nada y algunos han puesto el grito en el cielo, pero es que es verdad y la verdad duele.
Pongo un ejemplo. En un librito publicado en 1984, Joaquín el de la Paula, gran artífice del cante por soleá, escrito por Antonio Mairena, dice el maestro:
Fuera del mundo gitano, Alcalá tenía en aquellos tiempos una serie de buenos aficionados al cante. Joaquín se refería mucho a un tal Juraco, al que recuerdo cuando gané mi primer concurso en la Feria de Alcalá.
¿No sabía Mairena quién fue José Ordóñez Juraco, si cantaba en los teatros y salones de baile de Sevilla a mediados del siglo XIX? Si Joaquín el de la Paula se refería mucho a él, como indicaba Mairena, es porque él sí sabría quién fue este histórico cantaor alcalareño. No gitano, por cierto, y ahí podría estar el desinterés de don Antonio. Por otra parte, Antonio Mairena no pudo conocer a Juraco. Si acaso, a otro Juraco distinto, posterior. Y como esto, decenas y decenas de omisiones y manipulaciones. ¿Volverán a llamarme hoy “tipejo” en las redes sociales por decir esto, o que ya no me quiere ni mi perro?
Si los críticos y estudiosos del tiempo de Mairena, Marchena y Caracol se callaron por miedo o ignorancia, y los críticos y analistas de hoy también nos callamos, ¿vamos a seguir viviendo en la mentira? Pues sí, es lo que quieren algunos, que demos por bueno todo lo que se ha escrito sobre la historia del flamenco, aunque sea mentira.