He estado el fin de semana anterior en la bella ciudad murciana de Cartagena, una de las más antiguas de España, donde un entusiasta grupo de aficionados, algunos de ellos muy jóvenes, se han propuesto recuperar el Concurso de Cartageneras, desaparecido hace años. Son miembros de la Peña Flamenca Antonio Piñana, aquel viejo catedrático de los cantes mineros de La Unión y Cartagena. Siempre vi a Piñana como el Antonio Mairena de los cantes de Levante.
No soy muy partidario de los concursos de flamenco, quizá por lo que se ha abusado de ellos, pero si se hicieran pensando de verdad en los jóvenes y se renovaran un poco podrían seguir siendo útiles. El de La Unión –Festival Internacional del Cante de las Minas– es el más potente de todos y uno de los pocos que de verdad lanzan a un cantaor o a una cantaora al estrellato, si podemos utilizar esta expresión en el flamenco, que por fortuna no se usa mucho. Algunas de las figuras de la actualidad –Mayte Martín, Miguel Poveda o Rocío Márquez– encontraron en este popular certamen el trampolín necesario para alcanzar una buena posición en este arte.
Ya conocía Cartagena desde finales de los ochenta y es una ciudad que me enamoró entonces. Ahora está quizás más bella y tiene cosas dignas de verse, como por ejemplo el Teatro Romano. Cuando andas por sus calles más angostas parece que oyes salir las catageneras más antiguas por las ventanas de sus más vetustas casas. Imaginas cantando a La Peñaranda en alguno de sus cafés o a Guerrita luciendo un fastuoso coche por la calle del Aire o el hermoso puerto. Y sí, Cartagena es flamenca, allí gusta el cante, tanto el de la tierra como los demás palos, y cuando iban las compañías de flamenco los cartageneros y las cartageneras lucían sus mejores prendas y los cafés se llenaban de aficionados.
Ha sido emocionante el reencuentro con El Rampa, nieto de aquel otro Rampa que cantaba, o con El Bongui, con el que tuve alguna amistad hace unos treinta años, cuando iba al Concurso de La Unión a participar. Y es todo un honor presidir el jurado del Concurso de Cartagena, cuya final será el sábado día 16, así que tiempo habrá de analizar cómo ha transcurrido no solo el certamen sino todo lo demás, porque están habiendo cursos, charlas, actividades en la calle y en locales de la ciudad, etc.
Cartagena parece que tiene ganas de concurso, de flamenco en general, y estaremos allí para contarlo. Si va a triunfar o no el concurso, el tiempo lo dirá porque no es empresa fácil, sobre todo porque eso va a depender de un buen presupuesto y no están los tiempos para grandes inversiones en la Cultura. Voluntad sí que tienen sus organizadores y eso es muy importante, quizás tanto o más como el dinero. Así que habrá que esperar al lunes día 19 para saber el resultado.
Cartagena merece recuperar su concurso y también que el flamenco tenga un sitio en esa ciudad durante todo el año. Y que los jóvenes de la tierra tengan oportunidades de cantar y de escuchar cante.