Bulerías… Pocos aficionados al flamenco ponen en duda lo atractivo de este ritmo fascinante y su capacidad de fagocitar cualquier música, transformándola y devolviéndola a la atmósfera llena de energía y carácter. También es una forma a menudo descrita como extremadamente difícil. Todo es difícil si no sabes hacerlo; muchos especialistas en bulerías no se atreverían con una granaína u otro cante de compás libre. A ver si se animan los neófitos a meterse de cabeza y descubrir que no hay música, canto lírico, bolero, canción popular o infantil, rumba, balada, ranchera, musiquilla comercial, nada que no puede habitar la bulería y, en las manos adecuadas, convertirse en flamenco.
En primer lugar, olvídate de contar hasta doce, a menos que sea para comprar huevos. Qué nadie se lo diga a mi buen amigo Faustino, pero a Dios le pongo por testigo que contar el compás es el mayor obstáculo al aprendizaje de bulerías si pretendes llevarlo como una segunda piel, una pulsación en serie sin comienzo ni final. Una vez que sepas cantar, bailar, hacer palmas o tocar la guitarra por bulería con cierta soltura, respondiendo a la música de forma natural, si todavía sientes la necesidad de llevar a cabo el ejercicio intelectual, entonces, ve a buscar la medida de doce tiempos, pero verás que es un camino limitado. Jamás se ha aprendido un idioma a partir de las reglas de la gramática asociada, y nadie aprende a sentir la bulería contando hasta 12. Me di cuenta de esto por primera vez hace años cuando di un taller de cante para principiantes, y empecé apuntando en la pizarra la típica serie 3-6-8-10-12. Cuando volví la cabeza, ya había manos alzadas: “¿qué se hace con los números?” Al instante me di cuenta que tenía mucho más sentido enseñarles a cantar algo con compás contundente, como la versión flamenca del “Anda jaleo”, que hacerles memorizar números con un significado abstracto, que además, reflejan poco la naturaleza de la bulería. Pronto subimos a unas bulerías más avanzadas, y los números seguían sobrando.
La bulería no sólo es relativamente nueva – hace poco más de cien años que circula de forma extendida – sino que ha evolucionado considerablemente en el último medio siglo (a diferencia de la soleá por ejemplo, que ha cambiado poco). Las bulerías que encontramos en las primeras grabaciones son algo superficiales; las posibilidades aún no se habían aprovechado y el compás se expresaba en medidas cortas, mucho menos versátiles que el formato largo similar al de la soleá, que fue desarrollado permitiendo a los cantaores y bailaores librarse de las limitaciones de las frases cortas. Si pensamos en las bulerías galácticas de Farruquito ajustadas a las frases cortas que algunos llaman “al golpe”, nos damos cuenta de lo limitado del formato corto. (N.B.: En Jerez “bulerías al golpe” es nombre alternativo para la soleá por bulería, pero en otros sitios puede referirse a la bulería de frase corta, o incluso la romanceada). En grabaciones antiguas de bulerías, se escucha la frase larga en ciernes, todavía sin asumir su papel como lo conocemos hoy.
Había una moda hacia finales de los años setenta y comienzos de los ochenta de bulerías a compás de waltz (medidas de 3 tiempos). Ni las discográficas sabían qué etiqueta colgarlas…a veces veías “vals” o “bulería vals” o incluso “jaleo”. Lole y Manuel y los Montoyas hacían algunas cosas interesantes con esto, también Diego Carrasco, Enrique Morente, Luis de Córdoba, Pepe de Lucía, Manzanita… Pero a pesar de la semejanza con las bulerías convencionales, eran más líricas que emocionantes, y no nació un palo nuevo a pesar del precedente del romance histórico que todavía se escucha en las bulerías de Lebrija.
Se podría dedicar toda una vida al estudio de las posibilidades de las bulerías, y aún quedarse corto. Sin duda volveremos a hablar del tema.