El argumento que esgrimen algunos aficionados para justificar engendros musicales barnizados con flamenco es que vienen bien para que los jóvenes descubran que hay una música andaluza llamada así. Una música, un arte que tiene casi dos siglos de vida pública y que viene de siglos atrás, luego es difícil que haya un joven en España que no sepa que hay un arte llamado flamenco. Y si no lo sabe es porque le interesan otras cosas o tiene sensibilidad para el fútbol o las artes marciales.
Yo mismo me aficioné con artistas del cante que no eran Juan Talega, La Perrata, Antonio Mairena, El Borrico de Jerez o La Periñaca. Me engancharon Morente, Camarón, Turronero, Chiquetete y El Chozas de Sevilla, no Manolo Escobar o Peret. Luego ya me enamoré de los maestros antes citados, los llamados puros o rancios, y me convertí en un mairenista empedernido. Más adelante, y como saben bien algunos lectores, en un disidente del mairenismo, pero de esto escribiré otro día que ya huele a Navidad y se apetece paz.
¿A cuántos jóvenes enganchó Camarón en los años setenta y ochenta? A decenas de miles, por no decir centenares. Pero el de la Isla no era un cantante que quería ser cantaor, sino un chaval que nació ya con el don del pellizco, la jondura, el compás y la emoción. Hay grabaciones del genio cuando era aún un adolescente y cantaba ya que crujían los huesos de Manuel Torres, Juan Mojama o El Gloria. Camarón sí fue un revolucionario del cante, pero de los de verdad y no inventado por diarios o emisoras de radio nacionales. Igual que lo fueron Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar en la guitarra o Farruco y Mario Maya en el baile.
¿Nos hacen falta en el cante una cantante de pop o un cantante de rock para iniciar una nueva revolución? ¿Ya no valen Antonio Reyes, Jesús Méndez, Rancapino hijo, Pedro el Granaíno, Estrella Morente, Samuel Serrano, Israel Fernández, Ezequiel Benítez, Toñi Fernández, Manuel de la Tomasa, El Boleco o El Purili? Pues no, eso parece.
Estamos como esperando que venga un extraterrestre para darle otra vuelta de tuerca a este arte, como si lo que tenemos aquí ya no sirviera para nada. Y como si tampoco sirviera el tesoro que nos legaron los grandes maestros, que es una escuela que debería ser inmortal. A mí Tomás Pavón, Chacón o Isabelita de Jerez me siguen pareciendo modernos y una fuente muy importante para que se formen los jóvenes. No tiene que venir un cantante con deseos de aflamencarse para crear afición entre los jóvenes andaluces.
Me importa un pimiento que el cante jondo no sea de una mayoría, como quieren algunos o algunas. ¿Ya no nos sirve llenar teatros o festivales de verano? Parece que no, que hay que llenar campos de fútbol o grandes explanadas al aire libre. Y que hay que competir con las demás músicas de masas del mundo. Si continuamos por ese camino, en dos o tres décadas nadie va a querer a un cantaor con una guitarra, y mientras no se demuestre lo contrario, es la mejor manera de disfrutar del cante de verdad.