José Luis Ortiz Nuevo, Belén Maya, José Javier León, Miguel Ángel Vargas y José Manuel Gamboa han creado un manifiesto que circula ya por las redes, Así que pasen cinco años, una celebración crítica y fecunda del primer centenario del Concurso de Cante Jondo de 1922, celebrado en Granada. He leído el manifiesto y hay cosas con las que estoy de acuerdo y otras con las que no. En mi opinión, y siendo crítico con aquel concurso, cuando llegue el momento habría que conmemorar la efeméride no cargando las tintas en lo negativo, sino en lo que tuvo de positivo, que fue mucho, con sus pros y sus contras.
Habría que situarse bien en aquella época para entender lo que Falla y Lorca pretendían a la hora de celebrar el concurso, contando con el apoyo de una veintena de artistas y literatos. El hecho de que tuvieran esa iniciativa fue algo meritorio, en una época en la que lo flamenco estaba aún muy mal visto por la sociedad y gran parte de la intelectualidad del país.
Quizá el error estuvo en crear un concurso y no unas jornadas de estudio, con recitales y conciertos, porque el certamen no estuvo bien planteado, aunque la intención fuera buena. Tanto Falla como Lorca –recordemos que el poeta tenía solo 24 años–, estaban preocupados por el rumbo que había tomado el cante jondo y con el concurso pretendían buscar lo poco que quedaba del verdadero cante jondo en el pueblo, encontrándolo sobre todo en el viejo Tenazas de Morón y en un niño, Caracol, recomendado por todo un Chacón. Recomendado, sí, aunque el tiempo demostrara el buen ojo del maestro.
Dejaron fuera del certamen el baile y el toque y palos fundamentales de la baraja flamenca. Es decir, le dieron más valor a unos palos que a otros, algo que todavía ocurre en la mayoría de los concursos de cante. Y, sobre todo, propiciaron la competencia entre artistas del cante, la pelea en el escenario, algo que por otra parte ya se hacía en los cafés cantantes, cuando El Burrero y Silverio enfrentaban a Fosforito y Chacón o El Canario y Juan Breva.
Uno de los firmantes de este manifiesto, José Luis Ortiz Nuevo, creó también un concurso en la Bienal de Flamenco (1980), el Giradillo, cuya primera edición hizo historia. Y éste sí puso a los profesionales a competir, porque participaron Fosforito, Menese, Curro Malena, Luis de Córdoba, José el de la Tomasa y Calixto Sánchez, que fue el ganador.
Claro que hay que conmemorar por todo lo alto el Concurso de Cante Jondo de Granada, porque con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, significó una llamada de atención sobre un arte mal mirado e incomprendido entonces. ¿En qué medida fue vital el certamen para lo que vino luego, dos o tres años después: la llamada Ópera Flamenca? Está claro que los avispados agentes artísticos de la época, como Monserrat y Vedrines, aprovecharon la enorme repercusión del concurso granadino para llevar a los artistas a recintos con más capacidad, como teatros y plazas de toros, comenzando una etapa comercial que fue crucial para que el flamenco no se quedara atrás. Precisamente, esa comercialidad que detestaban Falla y Lorca, y en la que participaron también Chacón y La Niña de los Peines, mostrados en el certamen como autoridades supremas de lo jondo.
En 2022, se cumplirán cien años de la celebración del histórico concurso y habría que celebrarlo por todo lo alto. Eso sí, sin sentar a Falla y a Lorca en el banquillo, que bastante hicieron con lo que hicieron: intentar que se supiera que había un arte en España como el flamenco, al que pocos se habían tomado en serio hasta entonces.