La enseñanza de la música se viene impartiendo desde hace algo más de dos siglos en los conservatorios de música, me refiero claro está a la música académica, cuyo aprendizaje se basa en el conocimiento de la música escrita y en la teoría. La música de tradición oral es otro cantar. Sin embargo, desde hace décadas, sobre todo en el continente americano, expresiones musicales como el jazz, el son, el samba o el tango, se imparten en los conservatorios públicos con resultados muy positivos.
El caso del flamenco no ha corrido la misma suerte. Se han tenido que salvar muchos escollos para que la expresión musical más importante de España pueda ser impartida en los conservatorios. Todo empezó en Córdoba con aquella cátedra que ganó por oposición Manuel Cano. Después se constituirá la cátedra de guitarra flamenca de Paco Peña en Rotterdam, y por fin el Superior de Córdoba volvió a liderar ese grupo de centros sin complejos que no dudaron en incluir la especialidad en su currículum. Tras ellos Murcia, Barcelona, que instauraron el grado superior en sus centros (el Taller de Músics y la ESMUC vienen apostando fuerte por el flamenco). Hoy el grado profesional se imparte en Sevilla, Jerez, Málaga, Almería y Madrid, entre otros. Por su parte el grado superior de cante se imparte también en Córdoba, así como el de flamencología. Sin olvidar la labor que hace la Fundación Cristina Heeren, desde aquella iniciativa que llevó a cabo el gran Naranjito de Triana, cuyo método se sigue utilizando en ese centro. En el caso del baile, al estar desde sus orígenes ligado a la enseñanza académica, ha tenido el terreno más llano, aunque como segundón frente a la escuela clásica, la bolera y la llamada estilizada o clásico español.
Aún hoy resuenan en nuestros oídos los improperios de agoreros trasnochados que se preguntan ¿Cómo se puede aprender el arte jondo en un aula? El que firma este artículo ha sido durante once años profesor de la especialidad de flamenco en el Superior de Córdoba, y sé de personas que militan en contra de la enseñanza reglada del flamenco. Los hay en los dos bandos, el académico, que no quiere el flamenco ni en pintura, y el purista, que denigra de la enseñanza del género en un centro homologado. Mejor olvidar, tanto el rebuzno de un director de conservatorio andaluz: mientras yo lo dirija, en este centro no entrará el flamenco, como los que siguen implorando a los duendes del pellizco para justificar su oposición a que un arte como el flamenco se imparta en un centro de enseñanza musical. Creo que no tiene sentido que el Superior de Madrid no tenga cátedra de guitarra flamenca. Puedes estudiar oboe d’amore pero flamenco no. Seguimos arrastrando prejuicios sin fundamento alguno.
Como en todo, existen pros y contras. Es bien sabido que la música se aprende con el contacto directo entre profesor y alumno, sea en casa, en una peña, en un aula o en la misma calle. Si Manuel Morao, por ejemplo, recibió clases de Javier Molina en su casa, hoy son muchos los jóvenes, algunos ya profesionales, que aprenden la guitarra flamenca en las aulas de los conservatorios. No veo la diferencia. Teniendo en cuenta, claro está, que no es suficiente el estudio del instrumento, sino que, como en todos los géneros musicales, se hace imprescindible el contacto con la realidad musical del género en cuestión. Para un flamenco es necesario practicar en un tablao, peña o recital de mayor o menor entidad, como lo es para un clásico el hecho de participar en una agrupación, sea un cuarteto o una orquesta. Además, si los flamencos del siglo XXI aprenden a leer y escribir música, amén de historia, análisis, armonía y sociología del flamenco, no veo en qué puede perjudicarles, si es cierto aquello de que el conocimiento la pasión no quita.
Por su parte no es cierto que, por el hecho de estudiar en un conservatorio, al obtener un título ya te conviertes en músico. Por muchos papeles que tengas no te conviertes en artista. Músico es quien hace música, no el que solo sabe leerla o escribirla. Recuerdo que Enrique Morente me solía decir con cierta pesadumbre: yo no sé música, y se refería claro está a que no sabía escribirla o leerla, y yo le contestaba: ¿Cómo? Si tú eres un gigante de la música, solo que el género que practicas no necesita poseer conocimientos de teoría musical. Está más que comprobado que a nadie le resta un ápice de talento el hecho de conocer armonía, contrapunto o fuga. Son disciplinas cuyo conocimiento solo pueden beneficiar a un músico.
Otro de los problemas más graves tiene que ver con el diseño de los planes de estudio. Exigir a un flamenco ciertos conocimientos propios de la música académica no tiene mucho sentido. Pero la palma se la lleva el hecho de haber diseñado el plan de guitarra flamenca a imagen y semejanza de la guitarra clásica. Siendo como es la sonanta un instrumento, sobre todo, de acompañamiento, no es de recibo que todo el peso se vuelque en la guitarra de concierto. Esto lleva a que muchos alumnos acaben sus estudios pudiendo tocar (leer) La Barrosa, pero no sepan acompañar el cante o el baile por alegrías. Es algo que hay que corregir urgentemente.
Con todo y esto, el principal obstáculo que se percibe en la enseñanza del flamenco en los conservatorios es el hecho de no permitir, en la mayoría de los casos, a los flamencos sin formación académica, poder impartir clase, cerrando así las puertas de los conservatorios a muchísimos profesionales, preparadísimos para enseñar flamenco. Al impedirles el acceso a una plaza como catedráticos de conservatorio, por carecer de un título oficial, le hacemos un flaco favor a la causa de obtener la mejor formación posible a los futuros profesionales del género. Hecho que lleva a que un guitarrista clásico, con su título flamante, pueda dar clase de flamenco, dejando fuera a un verdadero artista flamenco, sin duda mucho más preparado que él. Y este es, en mi opinión, el gran cáncer de la enseñanza del flamenco en los centros de estudios musicales. Si Gerardo Núñez, como ejemplo de un gran maestro de la guitarra, no puede ser catedrático de guitarra flamenca en un centro superior por carecer del título correspondiente, apaga y vámonos.
Queda aún mucho camino por recorrer, y si es verdad aquello de que se hace camino al andar pienso, como un día afirmó solemnemente en Córdoba el gran maestro Fosforito, que en pocos años el lugar natural para el aprendizaje del género flamenco serán los conservatorios. Al tiempo.
Faustino Núñez