El último, que cierre la puerta
Antonio Mairena y El Chocolate actuaron juntos una noche en la localidad sevillana de Villanueva del Ariscal. Acabado el recital de ambos, Antonio el Chocolate le dijo a Mairena:
-Antonio, vamos a cerrá con una tanda de fandangos entre los dos, que aquí no gustan mucho los cantes pesaos.
Mairena le dijo que no, que dos gitanos estaban obligados a cerrar por tonás, el cante gitano-andaluz.
-Que no, Antonio, que aquí gustan los fandangos, hazme caso.
Al final ganó Mairena y decidieron cerrar por tonás.
-Distinguido público, como gitanos que somos, Chocolate y yo hemos decidido acabá con una ronda por tonás, martinetes y deblas, el cante gitano de verdá.
Y el público empezó a tirar zapatos y botellas al escenario, en protesta. Me contó El Chocolate que tuvieron que salir corriendo y que acabaron en Olivares, el pueblo de al lado. Y que antes de salir corriendo, dijo Mairena:
-El último que cierre la puerta.
Las sentencias de El Chocolate
El representante Antonio Montoya y yo hablábamos un día de cante con El Chocolate en la Cafetería América, en Sevilla, en la Plaza del Duque, y la conversación giró sobre quiénes aportaron y quiénes no al cante flamenco, sobre todo de los antiguos. Hablamos de Silverio, de Chacón, de Pastora, de Vallejo, de Caracol, de Mairena, de Marchena, de Camarón, de Morente… Antonio intervenía poco, pero cerró la discusión a su manera:
-Escuchadme bien, que solo lo voy a decir una vez: al lado de Chacón y de Marchena, los demás hemos sido todos unos borrachos.
Ni por eso le dieron el carné de artista
Un cantaor aficionado que no llegó a nada se examinó una tarde en el Teatro San Fernando de Sevilla, donde daban el carné de artista flamenco, que entonces era obligatorio para poder trabajar. Hoy solo basta con echarle mucha cara, que diría mi madre. En el jurado, la Niña de los Peines, Pepe Pinto y Manuel Centeno. El aspirante a artista no vería muchas posibilidades de convencer al jurado y optó por la vaselina. Pastora: «Díganos usted lo que va a cantar, Ramón».
-Pues voy a cantá unas soleares al estilo de la Niña de los Peines, con la impronta de Pepe Pinto y la fuerza de Manuel Centeno.
¿Lo han pillado? Lo mandaron a su casa sin el carné.
El genio de Bernarda
José Luis Montoya, que durante un tiempo hizo críticas en ABC de Sevilla, dijo una vez que Fernanda y Bernarda de Utrera habían perdido ya el tren del cante. Bernarda se enteró y se envenenó de tal manera que un día lo trincó en el Gazpacho Andaluz de Morón y le dijo, agarrándolo de las barbas:
-A ver si te enteras, Montoya. Fernanda y Bernarda no viajan en tren, sino en taxi.
Agujetas y las bombas de los americanos
Enterado de que Manuel Agujetas cantaba en la Peña El Laurel, de Lora del Río, un pueblo de Sevilla, me desplacé junto a un amigo para escucharlo. Nunca había hablado con él aunque lo había escuchado ya muchas veces en teatros, peñas y festivales. Me lo presentaron y al saber mi nombre, me preguntó:
-¿Tú eres ese que tanto defiende a Morente? Pues os tenían que majar a los dos.
No le di demasiada importancia por el tono en el que lo dijo y porque sabía cómo era de sincero. Lo escuché cantar y como me vio emocionado con su cante, cuando acabó se vino para mí y me comentó:
-Tú y yo nos vamos a llevá bien a última hora. Mira, escucha lo que te voy a proponé. Te vas a vení un día a mi rancho de Rota, que te voy a guisá dos o tres pollos de campo, de los de engorde. Pero espérate a que acabe la Guerra del Golfo, que los cafres esos son capaces de tirarnos una bomba en la olla.
En Rota hay una importante base americana.