Montse Cortés (Barcelona, 1972) ya sabía lo que era trabajar con grandes músicos y compañías cuando su teléfono sonó y oyó la voz de Paco de Lucía al otro lado. Sin embargo, pasó tiempo antes de que pudiera ser reclutada para el grupo del genio algecireño, y con él recorrió el mundo descubriendo no solo a un músico extraordinario, sino también a una persona muy especial. Todo ello lo rememora en esta conversación con Expoflamenco.
–¿Quién era Paco para usted antes de trabajar con él?
–Imagínate, un ídolo. De niña, cuando llegaba del cole, me sentaba en el suelo con mi bollycao, y me ponía los vídeos de Camarón, de Paco, del Tomate… Para mí era el mejor del mundo, jamás en la vida habría imaginado que iba a poder estar en un escenario a su lado.
–¿Ya entonces era usted artista?
–Según la gente que me conoce desde pequeña, dicen que cantaba afinada y a ritmo con dos añitos. De lo que sí me acuerdo es de que mi familia era muy amiga de la de Camarón, porque mis hermanos y él iban al mismo colegio, su madre y la mía vivían puerta con puerta. Y cuando Camarón estaba trabajando en el tablao El Cordobés, venía a casa a comer y yo le decía: “Tito José, yo canto mejor que tú”. Y él, “¿ah, sí? A ver”. Entonces yo le cantaba aquello de “A la flor del romero, romero verde”, y él se reía y decía: “Pues es verdad”.
–Su familia es de Granada, usted nació en Cataluña. ¿Pero vivieron en San Fernando?
–Se fueron a vivir allí porque mi madre vendía ánforas de cobre y las pasaba a Gibraltar. Así fue como nos encontramos. Juana, en paz descanse, ya era una mujer viuda, y a mi madre le daba penilla de ella, una mujer sola para darle de comer a tantos niños… Y ya en Barcelona, Camarón venía a vernos desde que, con 16 añillos, iba con la compañía de Juanito Valderrama, en la que él trabajaba, y retomó la relación con mi familia. Mi hermano me llevaba también a verlo actuar, pero ya en aquella época ya estaba con el Tomate, a Paco no lo había visto en directo. De todos modos, mis padres lo escuchaban mucho, sonaba en casa.
–¿Cuándo empieza usted a darse a conocer?
–En el tablao El Cordobés empecé con 14 años y 10 días, me acuerdo perfectamente. Y ya luego he estado con Sara Baras, con Canales, con Joaquín Cortés, con La Yerbabuena, con Merche Esmeralda, con Tomate, con Vicente… Tuve mucha suerte porque todos me llamaban para cantar, y todos eran gente muy buena. El boca a boca funciona, “hay una niña por Barcelona que canta gracioso”, y te llaman. Canales, por ejemplo, ni siquiera me escuchó antes de contratarme. Se fio de un guitarrista suyo que le habló de mí. Así va la cosa.
«Una vez actuamos en Córdoba, en un lugar al aire libre. Y se le ocurrió a la Chonchi decir ¡mira, Paco, está Vicente entre el público! Y se cogió un rebote… ¡¿Para qué me lo dices antes de tocar?!»
–Y la llamada de Paco, ¿cómo fue?
–Lo recuerdo con vergüenza. Me llamó cuando estaba con el sexteto, yo estaba con Antonio, mi niño, cuando tenía cuatro o cinco años. Ahora tiene 31. Me llamó él directamente por teléfono, “hola, soy Paco de Lucía”. Y yo, “¿eh?”. Resulta que quería que me fuera seis meses de gira, pero para mí era demasiado. “Lo siento, soy madre soltera, no puedo”, le respondí. Después me llamó unas cuantas veces más y lo mismo, no podía. “Perdóname, maestro, por favor, es que no puedo dejar a mi niño”. Hasta que llegó la última vez, con Cositas buenas, para que me fuera otra vez de gira por América… Y esta vez, cuando volví a decirle que no podía, medio se enfadó. Le noté como si pensara, bueno, bueno, tú te lo pierdes… “Madre mía, este hombre ya no me llama más en la vida”. Pero regresó de la gira por Estados Unidos y volvió a llamar: “¡Ahora ya no me digas más que no, que es España y no estamos tanto tiempo!”.
–¿En qué momento estaba Paco?
–Quería dar un cambio al grupo. Era una persona que me impactó desde la primera vez que canté con él, que fui sin ensayar además. Lo veía muy serio, y yo temía todo el rato que pensara, “’cucha esta, con lo que me ha costado convencerla y no vale para nada”. Pero nada más lejos, era todo lo contrario. La persona más buena y que menos se lo creía del mundo entero. Y le gustaba mucho reírse y bromear.
–Y picarlas entre ustedes…
–Sí, mira, el primer ensayo que teníamos yo debía ir de Barcelona a Madrid, pero recibo una llamada de Paco que me dice: “¿Cómo es que no estás aquí?”. “Maestro, pero el ensayo es mañana”.. “No, es hoy”. ¡Y era verdad, me habían dado el día equivocado! Yo no sabía cómo disculparme, cuando él añade: “Además, me ha dicho La Tana que te va a reventar”.
–¿Se lo creyó?
–No, no [risas]. Yo sabía que eran cosas de él, porque yo conocía a La Tana de la compañía de Joaquín, y no iba a decir nunca eso.
–¿Dónde fue su primer concierto?
–Fue en Alemania. Y me dijo “menos mal que estamos fuera de España” [risas]. Pero entre pase y pase, me dio una taquicardia de los nervios que tenía.
«Uno de ellos le dijo a Paco: ¿nos puedes dar algún consejo? Se referían a un consejo para guitarristas, ¿no? Pero me impactó la respuesta que les dio: ¿Quieres un buen consejo? Asegúrate de que la olla hierva todos los días en tu casa. Eso les dijo. Él no era nada presuntuoso, hasta vistiendo era de lo más normal»
–Sin ensayar, ¿cómo sabe usted la dinámica del concierto…?
–Me habían mandado grabaciones que yo había escuchado por el móvil, me lo había mirado todo. Las cosas se ven cuando estás en el ajo, pero salió todo bien.
–Las letras, ¿tenía que hacerlas como estaban grabadas, le dejaba hacer las suyas?
–Normalmente nos decía las letras él, pero fíjate, en un documental que sale el 27 de septiembre junto con mi nuevo disco, cuento cosillas de estas: cuando estábamos grabando Cositas buenas, en un bar al lado del estudio de Javier Limón, nos íbamos a tomar café y él me decía exactamente no solo las letras, sino tal y como tenía que cantarlas, los quejidos, todo. Y yo le digo, “maestro, por qué a mí me dices cómo tengo que hacer las cosas y a La Tana la dejas”. Y él: “Porque tú me haces caso”. [risas]
–¿Paco sabía mucho de cante?
–Sí, como el que más. Una vez me hizo mucho hincapié en la Niña de los Peines, eso lo recuerdo. También le gustaba a morir el cante gitano. Fíjate, le gustaba muchísimo El Capullo, que no es gitano pero lo parece cantando. Y él mismo decía que lo que más le gustaba era cantar. “Ojalá hubiera sido cantaor”, decía.
–Y con Pepe, ¿ha tenido contacto?
–Solo una vez que le hice los coros a Tijeritas, donde él estaba como productor. Pero muy poco más.
–Los coros de Paco, ¿han cambiado la forma de cantar?
–Yo creo que sí, sobre todo cuando pasamos de ir solo un cantaor a tres. Paco hizo una aportación también en eso, como en todo lo que tocaba. En nuestro caso, siempre con mucha libertad.
«Una vez me hizo mucho hincapié en la Niña de los Peines, eso lo recuerdo. También le gustaba a morir el cante gitano. Fíjate, le gustaba muchísimo El Capullo, que no es gitano pero lo parece cantando. Y él mismo decía que lo que más le gustaba era cantar. Ojalá hubiera sido cantaor, decía»
–¿En qué se diferenciaba Paco de otros grandes guitarristas con los que ha cantado usted, como Tomatito o Vicente?
–Me llamaba la atención lo cristalino que le sonaba la guitarra. Ese sonido no se lo he escuchado a nadie. Y la musicalidad que tenía, era muy especial, muy creativo, tanto en el estudio como sobre el escenario.
–¿Qué otras conversaciones recuerda haber tenido con él?
–Una vez estábamos trabajando fuera de España, no recuerdo dónde. Y había unos chiquillos jovencillos que tocaban la guitarra. Y cuando después del concierto fuimos a cenar, vinieron adonde estábamos. Se acercaron a escucharlo y uno de ellos le dijo a Paco: “¿Nos puedes dar algún consejo?”. Se referían a un consejo para guitarristas, ¿no? Pero me impactó la respuesta que les dio: “¿Quieres un buen consejo? Asegúrate de que la olla hierva todos los días en tu casa”. Eso les dijo. Él no era nada presuntuoso, hasta vistiendo era de lo más normal.
–¿Alguna vez lo vio nervioso antes de salir al escenario?
–¡Sí! Una vez actuamos en Córdoba, en un lugar al aire libre. Y se le ocurrió a la Chonchi decir “¡mira, Paco, está Vicente entre el público!”. Y se cogió un rebote… “¡¿Para qué me lo dices antes de tocar?!”.
–Sentía una presión enorme.
–Así es. Pudiendo ir de sobrado, no lo era en absoluto.
–¿Por qué no llegó a colaborar en su disco?
–Se lo propusimos, pero él no podía. Sin embargo, luego hizo algo que me gustó más todavía. Me hizo una presentación para un programa de televisión que madre mía… Me encantó. Era muy cariñoso. Me decía siempre “tonta, que eres muy tonta”. Él quería que yo fuera más lista, que no me la dieran con queso, tú sabes. Le daba coraje que fuera tan modosita y tan ingenua, me decía que espabilara. Ahora soy igual de tonta, un poco menos.
«Una vez estaba haciendo un disco titulado ‘Divas del flamenco’, de estándares de jazz pero interpretado por flamencas. En un avión se los puse, y me aconsejó que cuando cantara algo que no era lo mío, que no era flamenco, no intentara aflamencarlo, no hacer quejíos ni nada de eso, porque lo chabacaneas. “Tu misma voz ya suena flamenca, no te fuerces en sonar así”. Eso es lo que hice»
–¿Y cómo encajó usted con el grupo?
–Éramos una familia, íbamos juntos a todos lados. Al final hicimos América también, Europa, Japón… Tres o cuatro años sin parar, porque con él no se paraba.
–Usted ya había actuado en giras internacionales con otros artistas, ¿era diferente en algún sentido con él?
–Donde iba, la formaba. Lo conocían en todos sitios. Era salir a hacer la rondeña, y allí donde íbamos, empezaban a gritarle “¡Paco, Paco!”, y ya era muy gracioso cuando respondía “¿quéeee?” [risas]
–Cuénteme alguna anécdota de viaje a su lado.
–Verás, mi hijo Antonio, desde que era chiquitillo, hiciera lo que hiciera, lo hacía bien. Una vez me fui a Barcelona una temporada para cuidar de mi padre que estaba malito, y al niño lo metí en un equipillo de fútbol de La Mina, allí en el barrio, para que se entretuviera. Un día me llaman, “¿es usted la madre de Antonio Cortés?”. “Dígame, ¿qué pasa?”. “Soy un ojeador del Fútbol Club Barcelona y estamos muy interesados en él. Si usted quiere yo al niño lo recojo en su casa y lo llevamos de vuelta después de los entrenamientos”. Mi niño era muy chico y los niños de su edad parecían su padre, él hacía de portero y lo tenían siempre con los dedos echados para atrás, siempre escayolado… Y yo no quería. En La Mina yo conocía al entrenador, que era gitano, y le decía: “Primo, pónmelo con niños un año más pequeños, porque a este paso me lo matan”. Y él, “vale, pero no vayas a decir nada”. Así que cuando me llamó el del Barcelona, le pregunté: “¿Pero usted también me los va a poner con niños más chicos?”. “No, señora, lo ponemos con los de su edad”. Y me negué, claro. Y en un avión le conté eso a Paco, y se puso a vocearme por todo el avión: “¡Estás locaaaa, que te has cargado el futuro de tu niñooo!” [risas] Luego me llamaron de más equipos, pero no di mi brazo a torcer.
–¿Ha terminado dedicándose al deporte?
–No, se dedica a cocinar sushi. Fue jefe de cocina en un sitio que hay por Triana.
–¿Cómo se produjo su despedida del grupo?
–Me quedé embarazada de mi hija cuando se produjo el cambio, de modo que no me sentó mal [risas]. Se reunió con todos y nos comunicó que quería cambiar, creo que iba buscando la forma de sonar diferente.
«Me llamaba la atención lo cristalina que le sonaba la guitarra. Ese sonido no se lo he escuchado a nadie. Y la musicalidad que tenía, era muy especial, muy creativo, tanto en el estudio como sobre el escenario»
–Su carrera, ¿hasta qué punto ha sido impulsada por el trabajo con Paco?
–Haber ido con él te marca para siempre, allá donde vas te dicen “esa es una cantaora que estuvo con Paco”. Y personalmente, me enseñó mucho. Una vez estaba haciendo un disco titulado Divas del flamenco, de estándares de jazz pero interpretado por flamencas. Estaban Lole Montoya, una chica de Sevilla llamada Vicky Luna… Pues cuando grabamos, a mí me tocó hacer cuatro temas. En un avión se los puse, y me aconsejó que cuando cantara algo que no era lo mío, que no era flamenco, no intentara aflamencarlo, no hacer quejíos ni nada de eso, porque lo chabacaneas. “Tu misma voz ya suena flamenca, no te fuerces en sonar así”. Eso es lo que hice, y quedó chulísimo.
–¿Cómo le llegó la noticia de la muerte del maestro?
–Uf, sí. Tenía un mensaje en el móvil del padre de mi hija, diciéndomelo. No me lo podía creer, era una cosa que el cuerpo no la asimilaba.
–¿Lo recuerda a menudo?
–Es una persona que la tienes que recordar por fuerza. Me vienen a la cabeza muchos momentos vividos con él. Hay uno que recuerdo especialmente. Cuando hicimos la gira por Estados Unidos, el primer día fuimos a Boston. Yo estaba durmiendo y de repente me noté un bultito en el pecho. Era la primera vez en mi vida y me puso muy mal, y me dio por no hablarlo con nadie. Fíjate que estaba la Chonchi, podía haberlo comentado con ella, pero no lo hice. Y me reconcomía por dentro: “Tú verás, ahora cuando vuelvas a España, ya no va a haber remedio…” Me puse en lo peor. Nadie lo notó, disimulé muy bien… Menos él. “¿Qué te pasa?”. “Nada, no me pasa nada”. “No me lo quieres decir, ¿no?”. “No, de verdad, no me pasa nada”. “Mira, mañana vamos a Chicago, allí conozco un sitio que ponen una carne muy buena. Nos vamos los dos a comer, y me cuentas”. Así fue. Le conté lo que me había pasado y me tranquilizó: “Anda ya, mujer, si tú eres muy joven, seguro que no es nada. Cuando vuelvas te haces tu mamografía o lo que sea, pero te digo que eso va a ser un bultito de grasa”. Y así fue. Tenía una enorme psicología. Y era muy cercano, una persona muy buena. No era un jefe. ♦
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XXII) Pepe Pereira: «En Paco había una falta de autoestima musical»
# LOS ELEGIDOS (XXI) Juan Ramírez: «Cuando murió Paco se acabó el petróleo, ahora solo quedan charquitos»
# LOS ELEGIDOS (XX) Antonio Sánchez: «Paco no fue el único creador, pero ser antipaquista es ser idiota»
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»