El espectáculo comienza con una pantalla de fondo que incita a los asistentes a relajarse, dejar la mente en blanco y permanecer en el vaivén de unas olas que se mueven dispersas en la orilla de cualquier playa, quizá haciendo alusión a la conexión que Alfonsina Storni tenía con el mar. Storni es una de las poetisas más destacadas de la literatura argentina y latinoamericana del siglo XX y la que inspira a Alfredo Lagos para construir esta obra.
El jerezano Alfredo Lagos, guitarrista y concertista de flamenco que en 2020 es galardonado con el Giraldillo al Mejor Guitarrista en la Bienal de Sevilla, sale al escenario para entreverar sus acordes con el sonido del mar. Lo que el artista transmite con su primera composición es paz, temple y mucha serenidad. Estímulos que se enaltecen por las imágenes de esa playa en la que se pueden reajustar los recuerdos del público. Recuerdos que son capaces de emerger gracias a unas cuantas notas flamencas de calidad. Calidad y claridad. Dos de las cualidades que definen al artífice de la noche. Y de repente, una gravedad temperamental que emerge delicada entre ciertas notas sutilmente agudas.
Sale a escena la hija de Mario Maya y Carmen Mora. Ella es Belén Maya y es la artista que va a estructurar de una manera pictórica, a través de sus coreografías, la onda que dibuja cada nota musical, cada poesía. Belén es ortodoxa, pero también la reina de la vanguardia. Fuente que emana creatividad y sabiduría y de la que han bebido y beben muchos artistas. Belén, del color del mar, sale a escena y comienza atildando el compás, sosteniéndose sobre el tacón derecho y la planta izquierda. Floreciendo de cintura para arriba, usando movimientos evolutivos y vanguardistas. Recomponiendo cánones y rindiéndose a la actualidad. Mezclando su zapateado con el sonido metálico de la percusión. Su baile se centra en la línea de los brazos. En el baile de cintura para arriba sin remitir en ningún momento al movimiento clásico de las manos. Mediante sus oscilaciones transmite intranquilidad, desasosiego. Línea sobre la que se mantiene Alfredo cuando vuelve a salir al escenario, cambiando totalmente el registro apacible sobre el que se sostenía en un principio. La melodía de la soleá, desarrollada al ritmo de la bulería, es lo que permite comprobar una vez más la gran agilidad del guitarrista. Una agilidad que también queda plasmada en la bailaora invitada y que engalana con una incesante feminidad. Sin pasar por alto el gran control y conciencia del cuerpo que hay que tener para ejecutar esas coreografías.
Durante la seguiriya a la que ponen melodía y compás Alfredo y Andrej Vujicic, Belén recrea una y otra vez la misma sucesión de pasos de forma ininterrumpida, generando una atmósfera de alguna manera psicodélica, que hace al público entrar en trance. Se percibe así una especie de hipnosis de la que despiertan a través de una deliberada aceleración del compás que demanda recurrir a lo ortodoxo. Así, esta es la primera vez que Belén reproduce un movimiento de manos notoriamente flamenco.
«Una experiencia visual y auditiva especialmente intensa. Una experiencia que introduce de lleno en la escena y sacude las emociones del asistente. La interpretación siempre es libre. Y ahí reside el atractivo de una performance tan creativa»
En este espectáculo no se busca el aplauso fácil. Y quizá tampoco el embelesamiento. Simplemente transmitir lo que cada uno lleva dentro. Hacer a los espectadores vibrar en la incertidumbre y la tensión. Mantenerse en vilo. No saber cuándo se debe aplaudir o cuándo una composición ha llegado a su fin. Es como una especie de experimento relacionado con las ovaciones del público cuando algo le inspira.
Uno de los momentos más imponentes es aquel en el que la hija de los bailaores sale a escena con una bata de cola azul, envolviendo su torso en hilo del mismo color y dejando una de sus manos inmovilizada. De esta manera, el peso, impulso y equilibrio solo lo puede sostener sobre uno de los hemisferios de su cuerpo. Desde el punto de vista técnico, es muy difícil utilizar una bata de cola, tirarse al suelo, reptar y volver a levantarse, dejando inmóvil un lado. A pesar de ello, Belén ha conseguido regalar a los aficionados impulsos llenos de fuerza, contundencia, carácter e interpretación.
Y es que de eso trataba la noche. De la combinación de elementos dancísticos con otros musicales y poéticos. De la conexión entre la fluctuación y las palabras. De la expresión de las emociones a través de diferentes elementos.
Es una representación para gente que quiera disfrutar durante algo más de una hora, de una experiencia visual y auditiva especialmente intensa. Una experiencia que introduce de lleno en la escena y sacude las emociones del asistente. La interpretación siempre es libre. Y ahí reside el atractivo de una performance tan creativa. Algunos de los que hemos asistido hemos decidido ligar la tendencia de la bailaora con los temas principales que copaban las obras de Alfonsina Storni, tales como el amor, el existencialismo, el simbolismo o la naturaleza. El feminismo, la maternidad y en definitiva, la imagen de la mujer queda plasmada al final del espectáculo con una Belén Maya que queda con el torso desnudo frente al espectador.
En cualquier caso, de lo que no hay duda es de que en La poeta reina la expresión artística elevada al máximo exponente y la reflexión sin precedentes.
Ficha artística
La poeta, de Alfredo Lagos
19ª Suma Flamenca, Festival Flamenco de la Comunidad de Madrid
Sala Negra, Teatros del Canal
26 de octubre de 2024
Guitarra: Alfredo Lagos
Percusión: Andrej Vujicic
Bailaora invitada: Belén Maya