No vamos a negar que, por mucho que el flamenco sea internacional, nos siga resultando raro ver a un chino tocando. Y si además lo hace así de bien, más todavía. No en vano es el primer guitarrista de su nacionalidad en obtener un título oficial de guitarra flamenca en España. Pero los flamencos tienen eso: nacen donde les da la gana.
Can Wang o ‘El Gitano de Pekín’ –que es su nombre artístico, por más que sus ojitos delaten que el remoquete gasta su age– posee flamencura hasta en los andares. Se ha mimetizado en la sevillanía y las maneras de la cultura jonda como si hubiera ido a la universidad de Los Compadres. Y ha bebido con ansia de los maestros, siendo uno de los últimos discípulos del mismísimo Manolo Sanlúcar.
Rebosante de respeto, humildad y pasión por las seis cuerdas ofreció un recital a la altura de solistas de renombre con pedigrí andaluz. Con lo que me olvido de su apellido para entrar en faena en la crítica, sin acidez ni condescendencia porque sería injusto con el artista y conmigo mismo.
Can Wang posee flamencura hasta en los andares. Se ha mimetizado en la sevillanía y las maneras de la cultura jonda como si hubiera ido a la universidad de Los Compadres. Y ha bebido con ansia de los maestros, siendo uno de los últimos discípulos del mismísimo Manolo Sanlúcar»
Abrió volviendo a su Infancia en la introducción, con mención solidaria a las víctimas del temporal en Valencia. Fue su primera composición y se auguraba un rosario de toques vibrantes en el repertorio. La soleá Memoria de la Judería la dedicó a Manuel Macías «por haber hecho que esté aquí». La granaína la tributó al guitarrero Antonio Raya Pardo, fallecido en 2022 sobre los Ecos de la Alhambra. Luego destempló el bordón y puso la prima en sí bemol para tocar una bulería que ideó «por casualidad». ¡Benditas ocurrencias del Atardecer! En la rondeña brindó homenaje al genio de Sanlúcar. La compuso en casa del maestro en sus últimos años inspirado en los paseos que daba por el Caballo Negro. Trinó en los tangos A mi aire con guiños a Dani de Morón o Moraíto. La taranta Luz perdida para sus vecinos, por cuidarlo tan bien. Y el bis tras los aplausos fue un Fin de fiesta por bulerías a cuerda pelá perdiéndose por los rincones de Morón con Diego del Gastor en el recuerdo. Así conformó su Viaje al sentío, en continuo agradecimiento.
Can posee una técnica depurada. La domina. No tienen secretos para él los trémulos limpios ni los arpegios simples o dobles. Y su pulsación es potente cuando la intensidad lo requiere, suave si el toque lo pide, dándole a cada pasaje lo que le corresponde. Alterna en su toque momentos melódicos con falsetas ancladas en el clasicismo flamenco, salpicadas de alzapúas definidos, bordoneos jondos y picados precisos. Le gustan los tiraíllos, no se pierde en la armonía por demostrar virtuosismo ni es ostentoso en las filigranas. Tampoco alarga los toques. Adorna pero sin alejarse del compás –va sobrao–, que recuerda con los rasgueos y marcajes en el golpeador. Su guitarra es digerible, se entiende y se puede seguir. Es fresca en la ejecución y rancia en el concepto. Y las imprecisiones o momentos sucios que le sobrevienen –muy pocos– parecen atender a la precipitación e incluso a componer con altas exigencias. O quizás a los nervios que la responsabilidad le imponen.
«El Gitano de Pekín señaló en Sevilla sin complejos que sabe lo que toca y que su guitarra tiene calidad suficiente para codearse con los demás sobre los maderos de festivales, peñas y teatros. Que los flamencos son por cómo sienten y por lo que hacen sin mirar procedencias ni cunas»
Se mostró solemne y con empaque por soleá, dulce en la granaína, muy original en la bulería, que merece mención aparte por la variación en los tiempos, el compás y la extraña afinación que le aportó una sonoridad diferente y sabrosa. Mentó aquí aquello que Manolo decía: «Los guitarristas nos tiramos media vida afinando la guitarra y la otra media tocándola desafiná». La rondeña supo a oro viejo, en los tangos redobló los rasgueos mostrando que no todo es picar y recorrer el ébano del mástil por presumir. La ovación lo sentó de nuevo para rendir honores a lo esencial y puro de las cadencias gastoreñas donde menos es más, cambiando de guitarra a una de Alberto Pantoja, con clavijero de palillos y un sonido espectacular con la que cerró el recital.
El Gitano de Pekín señaló en Sevilla sin complejos que sabe lo que toca y que su guitarra tiene calidad suficiente para codearse con los demás sobre los maderos de festivales, peñas y teatros. Que los flamencos son por cómo sienten y por lo que hacen sin mirar procedencias ni cunas. ¡Ole!
Ficha artística
Viaje al sentío, de Can Wang ‘El Gitano de Pekín’
XV Festival de la Guitarra de Sevilla
Sala Silvio, Espacio Turina, Sevilla
31 de octubre de 2024
Guitarra flamenca: Can Wang ‘El Gitano de Pekín’