Faustino me recibe en su estudio. Mientras me acomodo junto a la ventana que hoy abrimos, suena su móvil. Es Juan Manuel Seisdedos, el grandísimo pintor onubense, para agradecerle el enlace que le hizo llegar esa misma mañana de la soprano estadounidense Jessye Norman (1945 – 2019), dirigida por Herbert von Karajan (1909 – 1989), interpretando Muerte de Isolda. Ambos comentan durante unos minutos la maravillosa interpretación, a la que yo he tenido acceso, y zanja la conversación Faustino con una frase que para mí valdría el contenido de un día completo: “Es lo que salva al mundo: el arte”.
Faustino Rodríguez Macías (Huelva, 1957) es pintor. Una mente renacentista y, también, surrealista, nacida en siglo y década diferente a estos movimientos artísticos. Su manera de observar y percibir su entorno lo llevó desde muy niño a la plástica. Vivió sus primeros años en el populoso barrio de San Sebastián, en Huelva, junto al antiguo cementerio de la ciudad, entre lo que hoy son las calles Fray Juan Pérez y San Sebastián, nexos de unión entre la Huelva que fue hasta la que hoy conocemos que comenzara a revitalizarse en las dos últimas décadas del siglo XX. “Desde niño siempre he tenido la percepción de la plástica. Ver esas luces cómo iban cambiando con el sol en el atardecer. Gran parte de ello lo reflejé en mi obra Dominio de la tarde sobre la calle San Sebastián número 37”. En este paisaje fue creciendo el artista y, por ende, su obra. Allí tuvo uno de sus estudios de trabajo, Villa Farnesio.
Estudió delineación en el Instituto Politécnico de Huelva, hoy I.E.S. Pintor Pedro Gómez. “Los conocimientos de delineación me han servido mucho para el dibujo y para la perspectiva, si bien he desarrollado mi técnica y habilidades a través de la curiosidad, ya que siempre he querido conocer aquello que me rodea. Al igual que al maestro Leonardo, me interesa la ciencia, la astronomía, la geografía, la composición y su estética. He sido y soy autodidacta. Mi referente, además del Renacimiento y su figuración, aunque yo luego me salga del guion, es la pintura metafísica de Giorggio de Chirico (Volos, Grecia, 1888 – Roma, 1978), donde se plasma el mundo de lo irracional con objetos cotidianos en contextos poco habituales, realidad ilógica y al mismo tiempo verosímil. Aunque también admiro muchísimo a artistas de mi entorno como Seisdedos, Castro Crespo y Antonio Belmonte, de los que aprendo y me congratulo con su amistad”.
«Hay intelectuales que digerirán el flamenco, otros no. Es posible que el contexto y las personas que han sido exportadoras de este arte no hayan tenido la formación o cultura suficiente para integrar al flamenco en la sociedad. Pero entiendo que el flamenco se ha hecho un sitio importante en la misma. Aunque debiera estar algo más valorado, también es cierto»
Faustino Rodríguez ha expuesto de forma individual y colectiva por toda la geografía nacional. A mí me gustaría destacar Pintores para el 92 (1991), Pintores de Huelva (1992), Villa Farnesio (1994), Galería de Sueños (2007), Metamorfosis (2014) o Días de Crisálida (2021), entre otras, así como sus colaboraciones en el número 1 de la revista de literatura ConDados de Niebla (1984), las hojas mensuales de literatura y arte en El Fantasma de la Glorieta (1985), diseño del anagrama del Quinto Centenario del descubrimiento de América para el Ayuntamiento de Palos de la Frontera (1987) y el cartel conmemorativo del Patronato Provincial Quinto Centenario (1992), e ilustraciones para el relato Cadáveres tan hermosos, de Juan Cobos Wilkins (2008), también, entre otros.
Preguntado por otras de sus pasiones, la música, nos habla de su acercamiento al Conservatorio de Huelva, donde aprendió a tocar flauta travesera, afición que aún hoy persiste. “El arte no tiene ruptura. Somos herederos unos de otros y vamos evolucionando. Bach, Monteverdi, Chopin, Wagner, Franz Litz… La música y la poesía son el complemento fundamental a mi pintura y mi forma de entender la vida. Mucha de mi obra está basada en estas artes”. Para ello solo tenemos que disfrutar sus creaciones sobre obras literarias. Por ejemplo, de Borges o del más cercano poeta Juan Cobos Wilkins. “La armonía del pintor, del músico, del escritor. En definitiva, podemos estar ante la armonía que nos da la naturaleza con el número áureo”.
– Faustino, ¿te gusta el flamenco?
– Por supuesto. Evidentemente, cuando hay un buen cantaor, claro que me gusta. Recuerdo mucho a tu admirado Enrique Morente, en una convivencia en Doñana. En petit-comité, ¡cómo cantó!
– Y de las tres disciplinas –cante, toque, baile–, ¿con cuál te quedas?
– He visto cosas maravillosas en todas las disciplinas, pero me quedo con el cante.
– ¿Conoces el cante?
– Lo que algunos amigos, entre ellos tú, me habéis enseñado.
– ¿Debe haber en el flamenco, o crees que lo ha habido, un Renacimiento que haga que este arte llegue a más sectores de población y se haga un hueco mayor en la intelectualidad?
– Un punto de renacimiento fue el concurso de Granada de 1922. Intelectuales de la talla de Manuel de Falla y Federico García Lorca impulsaron el flamenco. Algunas décadas después, artistas como Camarón, Paco de Lucía, Lebrijano o Morente impulsaron aún más con sus maneras este arte. Hay intelectuales que digerirán el flamenco, otros no. Es posible que el contexto y las personas que han sido, originariamente, exportadoras de este arte no hayan tenido la formación o cultura suficiente para integrar al flamenco en la sociedad. Pero entiendo que el flamenco se ha hecho un sitio importante en la misma. Aunque debiera estar algo más valorado, también es cierto. A mi padre le gustaba mucho Manolo Caracol, yo me apasiono con el flamenco que tiene pellizco, como vosotros los aficionados decís. Me gustan Lola Flores y Carmen Amaya, Bernarda y Fernanda de Utrera, y la Niña de la Puebla. Esta me emocionaba mucho con el cante de los campanilleros. Además, fue una mujer bastante instruida. Me gustan, también, las nuevas aportaciones de cantaores como Arcángel o Rocío Márquez, y de músicos como Raúl Rodríguez. El flamenco no es hermético. Es un ente vivo, sin ruptura, con idas y venidas constantes, con mestizaje. Cada uno a su manera va aportando a lo aprendido su nueva visión. Es lógico que las nuevas generaciones, algunos de ellos con estudios e instrucción notable, quieran tener una voz propia y abierta en el arte.
«Me gustan las nuevas aportaciones de cantaores como Arcángel o Rocío Márquez, y de músicos como Raúl Rodríguez. El flamenco no es hermético. Es un ente vivo, sin ruptura, con idas y venidas constantes, con mestizaje. Es lógico que las nuevas generaciones, algunos de ellos con estudios e instrucción notable, quieran tener una voz propia y abierta en el arte»
– ¿Qué aportarías al flamenco?
– Eso surgiría en su momento. Lo más importante que podría aportar sería mi estética y saber hacer. No se puede, no se debe, frivolizar.
– Faustino, ¿cómo expresarías en tu pintura ese momento sublime del pellizco?
– Me gusta el fandango, y aunque es difícil transportar los sentimientos de una disciplina artística a otra, cierto es que se hace, y lo hacemos, con bastante asiduidad. Déjame que piense. Podría ser Niño Miguel tocando, con su cuerpo erizado y puntillas que salgan de su brazo, y la boca de Paco Toronjo abriéndose en un quejío.
Yo me imagino esta obra de Faustino, realizada en punta plata, aquella técnica utilizada por grandes artistas como Botticelli, Leonardo, Miguel Ángel, Rafael y Durero. Sobre un papel preparado especialmente se hacían trazos con una barrita de metal blanda, bien afilada. Con el tiempo la plata se oxida y toma un delicado color marrón cálido, muy valorado por los artistas. Una de las últimas creaciones de Faustino es con esta técnica. Expuestas en Días de Crisálida, tuve el enorme placer de deleitarme en ellas.
– Cuéntanos alguna experiencia que hayas vivido en torno al flamenco y que aún hoy recuerdes.
– Jesús, una de ellas la vivimos juntos. Fue en el Foro Iberoamericano de La Rábida. Tocaba Paco de Lucía y su sexteto. Qué forma de interpretar. Qué manera de dirigir con la mirada, y de armonizar a un grupo tan maravilloso y tan complejo de músicos. Otra experiencia es la de ver en las calles de nuestra ciudad a Niño Miguel. ¡Cuánta genialidad en tanta humildad! Pero sobre todo la experiencia que más recuerdo y que con más cariño guardo es aquella que compartí en Doñana con Enrique Morente. Fue un encuentro literario organizado por Antonio Ramírez Almanza y José Luis Gonzálvez. A él acudieron artistas como Juan Manuel Seisdedos, Manuela Sánchez Niña de Huelva, Juan Cobos Wilkins, entre otros, y ese día, como el saber no ocupa lugar y como antes dije siempre he sido muy curioso, estuve presente en una ponencia que un judío argentino, del que no recuerdo su nombre, de ascendencia sefardí y asquenazi, dio sobre la cábala. Al terminar estábamos arriba en una duna, admirando un paisaje precioso de árboles enterrados. Era como una ola de arena que a veces no deja ver la copa de los árboles. Antes habíamos visto una corza con su cría. Allí presentes, el ponente, Juan Cobos, Juan Manuel Seisdedos, Enrique Morente y yo. Teníamos que bajar a la falda de la enorme duna donde nos esperaba un jeep para obsequiarnos con una copita de cava. Nadie queríamos llenarnos los pies de arena. A Enrique se le ocurre tirarse rodando, ante la sorpresa de todos. Cuando llegó abajo era Morente convertido en albóndiga (ambos reímos). Al cabo de unas horas, cantó en una pequeña reunión siendo uno de los momentos mágicos que el flamenco me ha regalado.
«¿Cómo expresarías en tu pintura ese momento sublime del pellizco? Me gusta el fandango. Podría ser Niño Miguel tocando, con su cuerpo erizado y puntillas que salgan de su brazo, y la boca de Paco Toronjo abriéndose en un quejío»
Como hemos observado, Faustino Rodríguez es un ente vivo dentro del propio arte. Una de sus figuras más representadas en su obra es la Clepsidra. Quizás porque ese medidor de tiempo al que se refiere es el que le hace salir del momento actual para volver tiempo después transformado y renovado con nuevas aportaciones a cada momento anímico y/o temporal, expresando en su obra aquello que siente. Para mí, las fugas plásticas que vulneran sus cuadros son como esos tercios en el cante que parecen inacabados, pero que si el cantaor quisiera rematarlos con la precisión exacta perderían la emoción del momento para convertirse en partituras musicales, casi matemáticas. Ambos miramos a través de la ventana abierta en el día de hoy cómo cae la tarde, con las tonalidades que a mí me saben a soleá, y mientras la entono un poquito, y Faustino se sienta delante de la obra que ahora tiene entre manos, sobre el mito de Sísifo, comenta: “El arte, yo creo, es la manifestación más noble que ha dado el ser humano”. ¿Se puede ser más flamenco? ♦
→ Ver aquí las entregas anteriores de la serie UNA VENTANA AL CANTE, de Jesús Naranjo, sobre flamenco e intelectualidad:
# UNA VENTANA AL CANTE (I) José Juan Díaz Trillo, un intelectual frente al flamenco