Nieto del gran Farruco, hermano de Farruquito, Antonio Fernández Montoya Farru figura como el bailaor que acompañó a Paco de Lucía en sus últimas giras. Un honor que este sevillano de 1988 lleva muy a gala, y que incluso le llevó a dedicarle un espectáculo directamente inspirado, según afirma, por el genio de Algeciras. En un descanso de su trabajo en el sevillano Tablao de las Setas accede a compartir sus recuerdos con los lectores de Expoflamenco.
–¿Cuál es su primer recuerdo de Paco?
–El vínculo con Paco me viene mucho antes de haber trabajado con él. Tengo que remontarme a la compañía de mi abuelo Farruco, de la que Paco formaba parte como tocaor para el baile. Y de ahí nos viene el vínculo con la familia Sánchez, con Paco, con el tito Pepe, con todos ellos. Y luego descubro a Paco de Lucía en un disco, el primero que escucho con conciencia, que fue Zyirab. Me volví loco. Yo soy un guitarrista frustrado, y desde entonces me engancho a ese sonido, a esa manera nueva de expresarse la guitarra flamenca con el bajo, el cajón, y me enamoro de todo eso. Recuerdo que fui con mi abuelo Farruco y con mi padre, en paz descansen los dos, a un concierto que dio en la Maestranza, creo que el último con el sexteto antiguo, y aquello fue apoteósico. Estaban más allá de todo, y yo como niño empecé a jugar a ser Paco, Camarón y mi abuelo.
–¿En su casa se hablaba mucho de él?
–Muchísimo, era uno más de la familia. Le teníamos mucho cariño, y él cada vez que hacíamos cosas por Madrid venía a vernos. Hubo un espectáculo que hizo mi hermano titulado Alma vieja, que se estrenó en el Teatro Albéniz, y nos dijeron “está Paco de Lucía en el patio de butacas”. Nos empezaron a temblar las piernas a todos. Recuerdo que yo hacía un taranto que terminaba por tangos, y cuando estaba yo saliendo del camerino me lo encontré de frente. No supe qué decir, me lo quedé mirando mudo, y él me dijo: “Qué bonito has bailado por taranto y por tangos, y qué original”. Tenía una presencia impresionante, es que… era Paco. Y lo veías ahí, enfrente de ti… Yo ni imaginaba, ni a soñar que yo me echara, que podría pertenecer algún día a su historia.
–¿Cómo fue aquella incorporación?
–Soy de los pocos que tuvieron la suerte de que les llamara él directamente. Me suena el teléfono, “¿quién es?”. “Farru, soy yo, Paco”. “¿Qué Paco?”. “Paquito el Chocolatero”, dijo, y empezó a reírse. Y en la risa lo reconocí, “hombre, maestro, ¿cómo está?”. Estaba yo, lo recuerdo perfectamente en un ciber mandando una documentación, me fui para afuera y me dice, “es que empiezo la gira y me gustaría llevar a alguien…” Ahí lo dejó, creo que fue como una primera toma de contacto. Pero no me dijo “quiero que te vengas” en ese momento. El caso es que en la película Flamenco, flamenco de Carlos Saura hice la producción de un tema junto con Isidro, fue una semana como de diez u once horas diarias sin parar. Y cuando terminó, va y me dice Isidro: “Farru, voy a hablar con producción a ver si te pueden pagar”. Yo le dije que no hacía falta, que lo había hecho de corazón y por aprender, pero que tenía un favor que pedirle. “Sé que viene Paco a grabar para la película, llámame que yo quiero estar cuando venga, para verlo nada más”. “Ah, por supuesto”. Cuando me llamó, resulta que necesitaban unos figurantes de un día para otro, y yo se los conseguí. Vi a Paco, nos saludamos, y en el buffet, cuando me estoy echando de comer, me dice: “Ahí estoy ya preparándome para la gira, y este año me estoy planteando llevar a alguien…” Yo callado, imagínate. “A ver a quién busco…” Y al cabo de un rato, cuando me voy a sentar, me dice, “¡bueno, qué pasa, te vas a venir conmigo o qué!” Me quedo mirándole y no pude ni contestar, responde mi hermano Juan que estaba al lado: “Claro, maestro, claro que se va, ¿no se va a ir?”. No veas hasta que nos fuimos cómo estaba yo, me levantaba a las tres de la mañana y decía, ¿es esto verdad? Yo no se lo digo a nadie hasta que no me llame la oficina y me mande las fechas. Y así hicieron. Llevaba las fechas impresas en el coche, y a todos los sitios donde iba le decía a todo el mundo “que me voy con Pacoooo”.
«Son llamados de Dios para la eternidad. Paco es eterno, mis bisnietos y mis tataranietos lo escucharán y seguirán alucinando con él. Son artistas que no solo han dejado una herencia musical, sino un legado. Es para la eternidad. Los próximos genios, que tardarán en nacer, serán consecuencia del legado de Paco de Lucía»
–Usted era consciente de que a lo largo de su trayectoria Paco había tenido a grandes bailaores, Manolito Soler, Juan Ramírez, El Grilo… ¿Se plantea usted alguna estrategia para estar a la altura y a la vez dejar su sello?
–Yo en aquel momento tampoco me planteaba qué hacer, intenté prepararme lo máximo y dar mi corazón y mi cien por cien cada día, con ilusión, con ganas, con respeto, con preparación, pero no recuerdo tener una táctica, solo ir con el pecho abierto a aprender y dar lo mejor de mí.
–Luego estaba la exigencia del tiempo de Paco, que era un metrónomo humano y vivía obsesionado con que no se cayera. ¿Cómo lo llevó?
–Yo aprendí muchísimo, imagínate, tenía 20 años. Aprendí artística y personalmente. Yo no tengo criterio para definir lo que era Paco como músico, se me escapa. Pero como persona impresionaba más aún. Le gustaba mucho la música, y en el baile es más difícil ser musical. Creo que una de las cosas que añadí con mi baile fue la musicalidad, la dinámica y los espacios, los silencios, la estructura… Muchísimas cosas.
–¿Qué tipo de conversaciones recuerda con él?
–Fueron cuatro años, pero yo vivía con Paco. Y como él y yo éramos los únicos que no salíamos ni desde Barcelona ni desde Madrid, siempre nos unían para viajar juntos, a él desde Mallorca y a mí desde Sevilla. Pero no era una persona que te diera consejos, en plan “tú lo que tienes que hacer es…” No, él simplemente te ponía un ejemplo, y tú te lo tomabas como qusieras.
–Nunca se subía al púlpito.
–Para nada, nunca. Recuerdo que un día me dijo: “La juventud es buena para aprender, no para estancarse. Tú bailas ahora mismo en una losa de mármol y la partes, pero la fuerza se te irá algún día, por eso hay que ir buscando otra cosa”. Recibir ese consejo con 20 años te hace pensar mucho.
–¿Y hablaba de algo que no tuviera que ver con la música?
–Era lo más cachondo del mundo, muy divertido. Un día me coincidía un bolo en el Palau de la Música, en Barcelona, y le pedí a la oficina ese día libre. Me dijeron que si Paco no ponía inconveniente, no había problema, así que le dije “maestro, tengo que hablar con usted”. Y él, “no me vayas a pedir más dinero, ¿eh?”. Me senté con él y le dije, “maestro, tengo un espectáculo que usted sabe… Me han ofrecido una fecha en Barcelona y me coincide con lo nuestro de Berlín”. “¿Ya me vas a dejar tirado?”. “No, maestro, si usted cree que no, usted está antes”. “Bueno, vale, ¿y qué piensas?”. “Yo le preparo un bailaor, el que usted me diga, le pongo dos bailes y ya está. El que usted me diga”. “El que me digas tú, ¿no tienes a nadie en tu familia que sea bueno?”. “Tengo un primo mío, El Barullo, que además vive al lado mía”. Y así lo hice. Total, va a Berlín, y a los dos días teníamos otra actuación. Nos vemos en el aeropuerto de Mallorca y le pregunto “maestro, qué, cómo fue el niño”. Y me responde: “Buf, el niño, todo el mundo cuando salió empezó a corear, ‘Barulloooooooo… Barullooooooo…’ Vamos a tener que hablar, porque lo mismo tenemos que cambiar de bailaor’ [risas]. Y yo me quedo con la cara así blanca, y al rato me dice: “Te has asustado, ¿eh? No me dejes más tirado”. Cosas así, te las decía tan serio que te las tenías que creer.
«Definir su genialidad es muy difícil, por no decir imposible. Pero creo que es el flamenco que más seguro ha estado de la genialidad de este arte, el que más ha confiado en el potencial del flamenco. Y nunca se ha olvidado del flamenco, y nunca se ha prostituido. Él creía tanto en el flamenco, que su afición le hizo ver que tocando aquella música se podía conquistar el mundo»
–Le encantaba malmeter, ¿no?
–Yo lo que pasa es que, como soy de aquí abajo y entiendo el age, me di cuenta muy pronto. Pero a los demás los echaba a pelear, pero fuerte.
–A su hermano, El Carpeta, también se lo llevó a alguna actuación…
–Al Manuel me lo llevé un día allí al Castillo de Cádiz e hicimos el baile juntos, pero todavía era muy pequeño. Es más, la siguiente gira del 2014, ya iba Manuel, pero no llegó a hacerla porque murió. Solo hizo una pataíta en la Maestranza.
–¿Qué tipo de gente le gustaba al maestro?
–A él le gustaba la buena gente. La gente sencilla, noble, humilde. Huía del efectismo, de la popularidad. Le gustaba en un rinconcito hablando, contando un chiste o una anécdota, escuchándote…
–Y le encantaba el fútbol. ¿Usted era futbolero?
–Mucho. Tengo una anécdota muy buena con él. En Ipanema, en Brasil, teníamos tres días libres, y como yo conozco gente de por allí, me hacía mis cursos por la mañana. Un día llego y veo al Piraña irritado perdido, “¡¿Dónde estabas?!”. “Compadre, estaba con mis cursos…” “Vaya que hemos jugado un partido de fútbol y nos han ganado, porque ha dicho Paco ‘los payos contra los gitanos’. Y hemos quedado 6-3. Pero mañana hemos quedado a las 11 de la mañana, y nos jugamos una cena en el sushi de aquí al lado”. Cuando llego, el equipo de ellos era Pepe Cervera, el técnico de sonido, Paco, Antonio Serrano, Antonio Sánchez, su niño Diego… Y nosotros éramos David de Jacoba, Piraña, Duquende, el Rubio de Pruna y yo. Y les digo yo “compadres, esto es muy fácil, ustedes quedaros atrás, tú un poquito para el centro, y todos los balones para mí…” 15-2 quedamos, tenías que haber visto a Paco, achicharrado, sudando, diciéndole a Antonio Sánchez “¡pero métele el pie!”, y Antonio, “pero tito, ¿cómo le voy a meter el pie, si es el bailaor?”. “¡Da igual, métele el pie!” [risas] ¡Eso lo tengo yo, que lo grabó Gabriela! ¡Tres horas se pegó corriendo!
–¿Usted encajó bien con el grupo?
–Claro, al Piraña lo conozco desde que tengo uso de razón, al Rubio lo metí yo… Al David es al que yo no conocía tanto, pero en ese grupo se respiraban cosas muy bonitas, nos llevábamos bien y todos nos admirábamos los unos a los otros, que es algo muy importante. Subíamos al escenario y siempre era compartir, nunca competir.
«Recuerdo que un día me dijo: ‘La juventud es buena para aprender, no para estancarse. Tú bailas ahora mismo en una losa de mármol y la partes, pero la fuerza se te irá algún día, por eso hay que ir buscando otra cosa’»
–¿Cómo cambiaba ese Paco en pantalón corto cuando subía al escenario con la guitarra en la mano?
–Imponía, imponía mucho. Mira que él te daba la confianza plena, se ponía a tu altura en cualquier momento, pero claro, el respeto que le teníamos como artista hacía que estar ahí fuera para nosotros lo máximo.
–¿Y cómo se comportaba el público?
–Nada más salir, sin tocar, se ponía al lado de la silla y el teatro se caía. Yo lo veía y le decía, “ya te puedes meter para adentro, maestro, ha valido la pena”.
–Como los que pagaban solo por ver a Curro Romero hacer el paseíllo…
–Los genios tienen eso, no es solo su música, es su aura. Es que Paco no solo ha sido el mejor guitarrista de todos los tiempos, ha sido el culpable del antes y el después del flamenco. Hablamos de algo muy grande. No ha sido el mejor, ha sido el Mesías.
–¿Alguna vez le habló de los guitarristas de hoy que le gustaban?
–No se mojaba mucho. Cuando se hablaba de nombres opinaba, pero rara vez decía quién le gustaba. Hablaba de Vicente, del Tomate… Pero su favorito yo lo sabía por cómo hablaba de cada uno.
–¿Vicente?
–Vicente le gustaba mucho, creo que era su continuador natural, su predilecto. Hablaba del Diego, pero solo sobre el ritmo. “Diego tiene mucho ritmo”. Y luego había muchos niños que le gustaban… Pero como guitarrista, hablaba de Vicente.
«Su cantaor por supuesto era Camarón, pero de los vivos su favorito era Duquende. También le gustaba El Capullo, Luis el Zambo… Y un día me confesó que no le gustaba el baile. ‘Hasta que vi a tu abuelo. Ese es el único que me despertó el interés por el baile. ¿Sabes por qué? Por el remate. No he visto a nadie rematar así. Muchas veces en las falsetas, en los cierres, me he acordado de tu abuelo’»
–¿Y de cantaores?
–Su cantaor por supuesto era Camarón, pero de los vivos su favorito era Duquende. También le gustaba El Capullo, Luis el Zambo… Y un día me confesó que no le gustaba el baile. “Nunca me ha hecho mucha atención, hasta que vi a tu abuelo. Ese es el único que me despertó el interés por el baile. ¿Sabes por qué? Por el remate. No he visto a nadie rematar así. Muchas veces en las falsetas, en los cierres, me he acordado de tu abuelo, ese pt-pá-pt-pt-rrrrrrrrrrrrrrrr… Ahí me he acordado de tu abuelo”. Le di las gracias, y me dijo una cosa muy bonita que me voy a guardar para mí, en mi corazón, y sé que la sentía porque cuando hablaba no era ojanero.
–¿Qué disfrutaba más del repertorio?
–Yo disfrutaba mucho la rondeña. Me ponía en el bastidor, y ya sabes, la gira, la monotonía, no dormir… Así que para concentrarme desde el principio y estar en el rollo, siempre me vestía y me ponía allí siempre, siempre, no me perdí ni una, a escucharlo en la rondeña. Me metía en la historia. Luego disfrutaba mucho porque me sacaba a tocarle las palmas en esa bulería mítica que taaaanto hemos escuchado…
–¿Se pudo preparar con tiempo?
–¡Qué va, yo ni ensayé! Bueno, hicimos una cosita en el estudio de Javier Limón, nada, media hora, miramos el baile un poquito y… Él cuando me llamó me dijo “Farru, he visto vídeos tuyos, y he comprobado que en los bailes que haces veo que cambias mucho, cambias a bulería, a tango…” Entonces me mandó una seguiriya que cambiaba a soleá por bulería, a tango y a bulería. Eso es todo lo que vimos, luego todo lo del concierto, eso ya me lo sabía desde que yo tenía diez años. Los cortes, cómo quería él las cosas… Todo.
–Dieron juntos la vuelta al mundo, ¿qué viaje recuerda especialmente?
–Recuerdo uno muy especial que hicimos en Estados Unidos en un autobús de estos que tenían cama, tele, salón… Esas noches viajando, terminar los conciertos, subir y lo normal es que todos caíamos puyeros, pero había veces que sacábamos la guitarra y era una maravilla. Hicimos la Ruta 66, parábamos en los bares típicos de allí para comer, en los moteles… “¡Venga, levantaros!” Cada día con él era una anécdota.
–¿Cómo se enteró de su muerte?
–Mira, me levanté muy temprano, miré el teléfono y tenía como 60 o 70 llamadas perdidas a las ocho de la mañana. Las abrí y de mi hermano Juan tenía como diez, así que fue él el primero a quien llamé. “¿Qué pasa?”. “Me han dicho que Paco se ha ido”. “No me digas eso, Juan…” Mi primer gesto fue echar mano del mando y encender la televisión, los informativos de TVE… Se me cayó el mando, salí para fuera, llamé a Antonio Sánchez, no podíamos ni hablar. ¡Fíjate, nosotros lo habíamos dejado jugando al fútbol en Ipanema, corriendo, eso fue octubre del 2013! Es verdad que fumaba mucho, a lo mejor un día se pegaba sus dos copas, pero luego se pegaba una semana comiendo bien, bebiendo agüita…
«Los genios tienen eso, no es solo su música, es su aura. Es que Paco no solo ha sido el mejor guitarrista de todos los tiempos, ha sido el culpable del antes y el después del flamenco. Hablamos de algo muy grande. No ha sido el mejor, ha sido el Mesías»
–¿Se ha preguntado alguna vez qué le habría quedado a Paco por hacer?
–Con Paco yo estoy seguro que, 200 años que hubiera vivido, 200 años que hubiese dado. Esas son fuentes inagotables, personas que deberían durar toda la vida para seguir emocionando y seguir haciendo vibrar corazones. Son llamados de Dios para la eternidad. Paco es eterno, mis bisnietos y mis tataranietos lo escucharán y seguirán alucinando con él. Son artistas que no solo han dejado una herencia musical, sino un legado. Es para la eternidad. Los próximos genios, que tardarán en nacer, serán consecuencia del legado de Paco de Lucía.
–¿Cuántas veces lo recuerda usted?
–Todos los días. Te lo juro por mis hijos. Me viene su actitud, siempre. Luego he aprendido mucho a tener los pies en la tierra, nunca creerme… Porque Paco en eso era más genio, casi se te olvidaba de su tamaño, de como era. De lo poco que pensaba y se aprovechaba de ser Paco de Lucía. Si te nombran no sé qué o te dan el premio de no sé cuánto, y empiezas a verte a ti mismo como… Ahí tienes que parar y decir “¿me llama este? Voy. ¿Sale esto aunque sea algo modesto? Voy”. Porque Paco era así, la persona más llana y más noble y más sencilla del mundo.
–Ustedes además lo pillaron en un momento muy especial, ¿no? Había ido, había vuelto y estaba en un momento más tranquilo, maduro…
–Creo que cogimos el Paco más sabio y más calmado. Respecto a la música no, ¿eh? Pero bueno, yo he hablado con gente que fue con él en otras épocas, y su actitud siempre fue la misma, sencillo, noble, terrenal…
–Usted llegó a estrenar un espectáculo inspirado en una idea de Paco, Por un sueño. ¿Puede recordar cómo fue?
–Fue una idea de él que me comentó, pero que en vida de él yo no le eché mucha cuenta, porque no veas la responsabilidad que me metía. Me dijo en una prueba de sonido, “me he pegado toda la noche soñando contigo hoy”. Y ahí lo dejó. Y yo no quise ni preguntarle, “a ver este hombre, qué habré hecho yo ayer…” Y cuando terminó la prueba le dije, “maestro, por favor, dígame qué ha soñado, que me tiene aquí mal”. “No, si estaba soñando, me he despertado, me he levantado a beber agua y he vuelto a soñar. Y te he visto en el escenario bailando, cantando, tocando la guitarra, haciendo de todo tú solo. Hazlo, que tú puedes hacerlo. Ponte las pilas, porque ese espectáculo eres tú el único que puede hacerlo”. En aquel momento lo agradecí, pero no le eché mucha cuenta, hasta que al cabo de un tiempo empezó a trabajarme la cabeza. Por supuesto no soy cantaor ni guitarrista pero lo hice, y de alguna manera me puso en paz con él, lo hice por y para Paco.
–Como guitarrista aficionado, ¿sabría decirme qué hacía a Paco tan diferente de los demás?
–Definir su genialidad es muy difícil, por no decir imposible. Pero creo que es el flamenco que más seguro ha estado de la genialidad de este arte, el que más ha confiado en el potencial del flamenco. Y nunca se ha olvidado del flamenco, y nunca se ha prostituido. Él creía tanto en el flamenco, que su afición le hizo ver que tocando aquella música se podía conquistar el mundo. ♦
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XXIV) Montse Cortés: «Paco aconsejaba a los jóvenes que asegurasen la olla hirviendo»
# LOS ELEGIDOS (XXIII) La Tana: “Paco decía que Camarón era para disfrutar, pero para estudiar había que acudir a los viejos”
# LOS ELEGIDOS (XXII) Pepe Pereira: «En Paco había una falta de autoestima musical»
# LOS ELEGIDOS (XXI) Juan Ramírez: «Cuando murió Paco se acabó el petróleo, ahora solo quedan charquitos»
# LOS ELEGIDOS (XX) Antonio Sánchez: «Paco no fue el único creador, pero ser antipaquista es ser idiota»
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»