En esta ocasión me refiero a aquel que sin duda es el santo y seña de lo flamenco para una gran mayoría de oyentes, hablo del ritmo y el compás, el ritmo y el metro que, aunque en la teoría de la música en español son la misma cosa, por mi formación germana prefiero diferenciarlos. El metro es el compás, el parámetro que divide el tiempo en partes separadas por los acentos encargados de señalar si un compás es binario, ternario o bien que se basan en amalgamar ambos metros y así lograr otro más extenso, en el caso del flamenco de doce tiempos, el más característico. En cambio el ritmo se basa en las diferentes figuras de duración que realizamos sobre un determinado metro.
Como digo, el flamenco tiene en el compás y el ritmo su mejor aliado para marcar la diferencia entre este género y otro cualquiera. Es verdad que cada tipo de música tiene elementos diferenciadores, tímbricos, melódicos, armónicos y rítmicos, que son los que dibujan con el sonido una estética propia, pero como digo el ritmo flamenco es seguramente el que mejor lo define. ¿Cómo lo hace? Veamos.
El compás ternario, el más característico de la música tradicional española (y la andaluza también), se muestra en el flamenco a través de un patrón rítmico que denominamos “abandolao”, término que se suele focalizar en los fandangos malagueños pero que se corresponde con el patrón del bolero español, nada más y nada menos. Las diferentes dinámicas (la intensidad de sonido con la que se marca dicho patrón) o el tiempo musical, la velocidad a la que se ejecuta, serán los que señalen las diferentes formas de interpretarlo. En los verdiales se suele hacer muy rápido, en los fandangos de Huelva más lento, en las sevillanas también, en los fandangos de Lucena suele ser aun más pastueño, como en las rondeñas y malagueñas más antiguas. Mismo patrón aunque con diferentes “tempos” y dinámicas. Ese patrón se desdobla además para lograr estilos como la soleá, que comento más adelante. Podemos afirmar que sobre el patrón de bolero o abandolao los flamencos han construido buena parte de su rítmica, no hay estilo en el flamenco que, de una forma u otra, no aparézcales el dichoso “gorrión-gorrión-panzón”, que es como el maestro Luis de Córdoba me dijo hace ya muchos años que se vocaliza el patrón rítmico abandolao. En el palilleo de los fandangos de Huelva se duplica recortando el segundo, mientras que en las sevillanas se hace al revés, se recorta el primero para hacerlo entero el segundo. En www.flamencopolis.com se puede visualizar en partitura y escuchar esto que digo.
«El metro es el compás, el parámetro que divide el tiempo en partes separadas por los acentos encargados de señalar si un compás es binario, ternario o bien que se basan en amalgamar ambos metros y así lograr otro más extenso, en el caso del flamenco de doce tiempos, el más característico. En cambio el ritmo se basa en las diferentes figuras de duración que realizamos sobre un determinado metro»
El patrón binario llegó al flamenco por el mar-océano, cultura musical atlántica, desde África vía Cuba para desembarcar hacia la primera década del siglo XIX en Cádiz, llegar a las zarzuelas en forma de canciones picaronas, integrarse totalmente en los coros a pie del carnaval de Cádiz y tomar el nombre de TANGO, construyendo un patrón rítmico poderoso donde los haya, llamado también de habanera. Ese patrón entraría en el flamenco cuando los artistas decidieron tocar el tango gaditano por medio y pausando el tiempo para lograr el más jondo de los tangos, el llamado de los tientos. Una vez ahí se abrió la veda del compás binario para el flamenco y goza hoy de excelente salud en un amplísimo repertorio de tangos locales, Cádiz, Triana, Granada, Málaga, extremeños, en la versión en modo mayor que llamamos garrotín y la correspondiente en modo menor, la farruca. Sosteniendo a su vez rumbas, milongas, vidalitas, colombianas y hasta el taranto, que también se hace sobre un compás binario y ritmo de habanera cuyo nombre más técnico es “anfíbraco”.
Pero el compás que sin duda alguna marca la diferencia y suena a nuestros oídos como el más característico, sobre el que miden los flamencos su música, es el de doce tiempos, que se construye amalgamando dos especies de metro: un compás binario y un ternario, para la soleá, cantiñas y peteneras, y un compás ternario y otro binario, para seguiriyas y guajiras. El primero ya era conocido en bailes históricos como la zarabanda y algunos tipos de jácaras, en la petenera huasteca que desembarcó en Cádiz en torno a 1824, como baile y canción veracruzana, mexicana ya entonces, y que sesenta años después se haría cante por mor del poder de adaptación que tienen los flamencos de absorber todo lo que suena a su alrededor para aplicarlo al “melos” flamenco.
En un vídeo que hice hace unos años pude mostrar cómo el patrón rítmico de la soleá se pudo obtener al combinar un patrón binario de jota con uno ternario de bolero o abandolao.
Milagros de la fusión que es la madre de la música, y también del flamenco. De ahí que, cuando salió el manido termino de flamenco-fusión, yo exclamase sin dudarlo: “Valga la redundancia”.
En la seguiriyas (y también en las guajiras) se invirtieron las tornas y lo que era una métrica antigua de amalgamar un compás binario con uno ternario, se convirtió en una alternancia de un ternario y un binario, con sus correspondientes rítmicas acéfalas.
¿Y qué es la rítmica acéfala? Pues otro de los elementos más característicos del ritmo flamenco, basado en la tendencia de dejar el primer tiempo del compás en silencio. En la soleá corresponde a dos último del recuento del baile 7-8-9-10-1-2, y en la seguiriya al 5 final que es en realidad el primer tiempo. En los relojes se aprecia mejor esto que digo: vean y escuchen el que diseñé para las alegrías y el de la seguiriya.
Por supuesto las síncopas y los contratiempo que, aun no siendo elementos genuinamente flamencos, son muy característicos de la rítmica del género. El flamenco es música sincopada y donde el contratiempo estaba la orden del día.
Y estos son, grosso modo, los elementos rítmicos y métricos que caracterizan nuestro género de música, y que al escucharlos digamos enseguida “esto suena flamenco”.