Las historias de los músicos son batallas vencidas al tiempo. Pero esos combates hay que ganarlos a diario, aportando detalles tan innegables como que no existe más adversario que uno mismo y la cultura que representa, o sin desprenderse de la máxima de que no hay que plantearle la guerra al instrumento, sino conseguir la paz de la armonía.
Es el resumen vital de Antonio Rey, el madrileño jerezanizado que el pasado 14 de noviembre consiguió su segundo Premio Grammy Latino al mejor álbum, Historias de un flamenco, su sexto y último trabajo que ha presentado entre los suyos, aunque en el espacio menos idóneo para un concierto de guitarra de tal envergadura, y a través de un directo donde, empero, demostró el porqué de su prestigio, sin olvidar la exhibición moderada del grupo acompañante.
Sin un programa de mano que echarnos a la cara y desde una ubicación poco apta para el análisis crítico, reseñemos que la propuesta la abordó Rey con gran precisión y aplomo desde la taranta Maestro Lucía de presentación, nada fácil de ejecutar y aportando grandes dosis de carácter y elegancia, la misma porción de singularidad que más tarde concedería a Calma, una minera a considerar, sin obviar cuando acomete la viveza del ritmo, ese que se percibe recurrente y que se hace sentir.
Las falsetas fluyen en el espacio bodeguero y la combinación de los sonidos en el tiempo nos lleva al camino andante de la Calle Cañaílla, unas alegrías que al espectador dan la impresión de regodearse en los matices, ofreciendo, a la vez, una sonoridad que resultó robusta, sobrada de cuerpo, para proseguir con Mi Rey, la rumba que dedica a su hijo Antonio, llena de sensibilidad con vértigo.
La entrega siguiente la vinculamos al extraordinario gusto por el matiz sonoro en las Historias de un flamenco, la composición por bulerías que nominaron al disco galardonado y que en la noche de ayer dedicó a Jerez de la Frontera.
«El virtuosismo y la creatividad de Antonio Rey se hacía palpable entre el público silente, al que fue brindando una suculenta cantidad de sensaciones, todas emanadas de una misma guitarra que a lo largo de la noche nos hacía reflexionar sobre los contrastes de un mismo compositor, que igual es capaz de concebir variantes levantinas con gusto y notable virtuosismo que emocionar al público con la profundidad del ritmo»
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Es el momento en que se inclina por la tendencia familiar y reclama la presencia de Mara Rey, su hermana, con la que el protagonista ejecuta unos tangos concebidos desde un trabajo de elevado nivel, muy ameno, fluido y complaciente.
Tras despedir a los músicos acompañantes, Antonio Rey queda en solitario a fin de desnudar su alma con la minera citada, Calma, en la que la musicalidad y la ternura del sonido resultaron todo un placer para los oídos.
El concierto se encaminaba, pues, a ser una obra de singular belleza lírica y gran exigencia técnica. A tal fin, contrastó la tesitura con el bolero Paseando que ofreció junto a su padre, Tony Rey, y el joven Manuel Heredia, tema del que resaltamos una música de líneas bien definidas, consistentes y densas, dotando al trazo melódico del conjunto de una mayor entereza.
El virtuosismo y la creatividad de Antonio Rey se hacía palpable entre el público silente, al que fue brindando una suculenta cantidad de sensaciones, todas emanadas de una misma guitarra que a lo largo de la noche, hasta entrada la madrugada, nos hacía reflexionar sobre los contrastes de un mismo compositor, que igual es capaz de concebir variantes levantinas con gusto y notable virtuosismo, y a la altura por supuesto del prestigio del ejecutante, que emocionar al público con la profundidad del ritmo.
Y no sólo aludimos a la bulería o los tangos, sino también a la rumba del cierre, Nuevo horizonte, aderezada de notables cualidades técnicas y sorprendente destreza que, unidas a su seguridad en el recorrido por el diapasón y el enorme aplomo en la digitación, consiguió las mayores ovaciones.
Hemos de señalar, en tal sentido, que la complexión y la comunicación con el resto del grupo fue irrefutable, lo que permite sobresalir aún más la elegancia y la finura vertiginosa de Antonio Rey, su brillantez ante los recursos guitarrísticos y el control de los mismos, dejando momentos de impresionante sonoridad –y no lo escribo por el sonido, manifiestamente mejorable–, sino por erigirse en absoluto dominador de la obra musical que presentaba y de gran personalidad sobre el escenario.
Las Historias de un flamenco han dejado el poder instrumental del Festival de Jerez en manos de Rey. Y lo ha dispuesto con tal impronta que, en tanto salíamos de la bodega, a alguien que caminaba a cuerpo de rey por la embriaguez de la música, se le ocurrió dedicarle una estatua.
Ficha artística
Concierto: Historias de un flamenco
XXIX Festival de Jerez
Bodegas Los Apóstoles, de González Byass
22 de febrero de 2025
Guitarra: Antonio Rey
Segunda guitarra: Manuel Heredia
Palmas y coros: Raúl Obregón y Yona Luna
Percusión: Ané Carrasco
Bajo: Ismael Alcina
Artista invitada: Mara Rey
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