Rubio de Pruna –Antonio Flores Cortés (Córdoba, 1983)– liba de su copa de vino dulce en una taberna, frente a una plaza soleada de Gelves (Sevilla), donde reside. De vez en cuando lo saludan los paisanos. La conversación con Expoflamenco comienza girando en torno al disco que está a punto de salir, el primero de su carrera. No ve la hora de que vea la luz: “Llevo tres años preparándolo. Es un disco que surge de la necesidad de poder crear algo y dejar constancia de mi cante. Con mucha responsabilidad, claro, porque me gustan las cosas buenas. Son tiempos difíciles para sacar discos tan puros, pero si uno lo tiene, ¿por qué no lo va a dar? Quería dejar mi seña de identidad y dejar la pureza plasmada en pleno 2024”.
Pero también hemos venido a hablar de Paco de Lucía, a quien Rubio de Pruna acompañó en sus últimos tres años, desde 2011 a 2014, haciendo un poderoso tándem con David de Jacoba. Una figura que le permitió trascender fronteras, que lo marcó quizá para siempre, y a quien evoca con gratitud y emoción.
– ¿Cómo fueron sus comienzos en el flamenco?
– Yo empiezo a cantar desde que era un niño. En mi casa son todos artistas, pero no de escenario, sino en familia. Siempre escuché a mi abuela cantar, a mi padre, mi madre, que en paz descanse, también cantaba muy bien… Me he criado desde chiquitito en las fiestas, nuestras reuniones, las navidades… Nací en Córdoba, pero mi madre se fue con el Señor y nos fuimos a la calor de los abuelos paternos, que son de Pruna. Allí hemos crecido, con el flamenco de la mano, con Morón a treinta kilómetros. Los gitanos de Morón y Pruna siempre tuvimos un vínculo muy bonito. Y yo viví todo eso, escuchando la pureza desde lo más hondo.
– ¿Y cuándo decide hacerse profesional del cante?
– Desde chiquitito me gustaba, pero nunca me lo había planteado. Yo he ayudado a mi padre en las tareas nuestras, en el campo, nos hemos ido de vendimia, de recolecta de aceitunas, pero yo estaba cantando, siempre. Y ya con 18 o 19 años, se le ocurrió a un primo mío abrir un bar, en Morón precisamente. Yo venía ese año de trabajar en Palma de Mallorca. Este primo contactó con mi hermano y le dijo: “Miguel, ¿por qué no te vienes a cantar al bar que estoy abriendo?”. Y mi hermano le dijo: “¿Yo? Yo no soy cantaor, el que más canta es mi hermano, el Rubio”. Y yo le respondí lo mismo, que no era cantaor. “Venga, hombre, vente, que tú cantas muy bien y te tocas tu guitarrita”. Total, que empecé a ambientar a los amigos, a Angelote Camacho, al Tío Hermosín de Morón, muchos amigos. Y ellos mismos me decían: “Tú tienes una voz… tú tienes un eco… tú tienes un metal…”
– Y al final, tanto se lo dijeron…
– Que me lo creí, aunque me costó. Y de ahí me iban llamando a más fiestecillas, y ya empecé en las tertulias que se hacían de Juan Badía, en 2003, 2004, 2005… Y empecé a aficionarme mucho más. Empecé a motivarme, a estudiar los cantes. Me apuntaba a muchos concursos, no por ser ganador (que precisamente en cada concurso que me presentaba siempre me daban el primer premio, gracias a dios), sino para aprender bien todos los cantes. Hasta que empezaron a llamarme las grandes figuras.
– ¿Fue un ascensor muy brusco?
– Imagínate, me decían que los acompañara, y yo no le había cantado a un bailaor en mi vida. Pero a esa gente le gustaba mi voz, y me fui arrimando. Lo primero fue un día que venía de coger aceitunas, me enteré que estaba por allí por Morón Luis El Zambo, y fui a escucharlo con su hermano Joaquín. Después se presentó Farruquito en la fiesta, yo callado, porque estaba muy cortado. Hasta que dice él: “Hijo, ¿no sabéis nadie cantar? Una letrita…” Y mi hermano me señaló, “este, este canta muy bien”. Y me lancé. En aquel tiempo estaba su hermano el Farru montando un espectáculo y necesitaba un cantaor, y Farruquito le dijo “llévate a ese”. “Pero si este muchacho no se dedica a esto”. “Tú llévatelo, que es cantaor”. A los pocos meses montamos el espectáculo de Farruquito Puro, y cuando me vi con el tío Manuel Molina, rodeado de tanto arte… La inquietud y las ganas de aprender siempre estuvieron en mí, pero ya no era cantar en fiestas. Juan es muy aficionado al cante y me hizo aprender más, cantaba por verdiales, por lo que fuera… Me gusta tanto el flamenco, que cada vez cogía más esencia.
«Decía que Cepero era el que mejor entendía a Camarón acompañándolo. Y yo le contestaba, pero maestro, ¿mejor que usted? ¡Mejor que yo y mejor que todos! Y lo decía Paco de Lucía»
– ¿Y la llamada de Paco?
– La llamada… [enciende un cigarrillo] Fue porque el Duquende no sé qué le pasó en aquella época, tú sabes cómo somos los flamencos…
– Lo dejaba tirado de vez en cuando…
– Paco se medio enfadó, no le sentó bien. Y le dijo al sobrino, “me cago en diez, ¿tú no conoces a nadie?”. Y estaba el Farru, David, los niños del grupo. Y entre otros hablaron de cantaores, de Pedro El Granaíno… Y salió mi nombre también por allí. “¿Quién es?”, preguntó Paco. “Le dicen el Rubio de Pruna”. “No lo conozco…” “Yo creo que usted lo vio con Farruquito en Mallorca”. “Ah, uno con gafitas”. Y es verdad, yo lo conocí ahí, y cuando terminamos el espectáculo Paco se vino para mí y me dijo, “cantas muy bien, gordito”. “Yo qué voy a cantar, maestro, yo soy un aprendiz”. Y él: “No, no, tú lo sabes que cantas bien”. Y él recordó aquella vez y dijo “ya sé, ya sé…” Y le dijo al Farru: “Llámalo, dile que se venga”. Yo estaba en ese momento con el Farru en el tablao El Cordobés… Y lo mandé a tomar por saco.
– Había mucho cachondeo con eso de que llamaba Paco, ¿no?
– Pues sí, pero Farru me dijo que era verdad, que me iba a llamar. Al parecer el maestro le preguntó, “¿pero canta alto?” Porque el maestro ya se sabe que componía en tonos muy altos, siete por medio, nueve por medio, y había que estar un poquito arriba. Y el Farru dio la cara y dijo, sí. “¿Pero canta alto para mí?” Y Farru le confirmó que sí. “Pues llámalo”.
– ¿Cuál fue el siguiente paso?
– Pues Farru me cogió y me dijo “ve y te compras el disco en El Corte Inglés” [risas]. El disco que tenía Paco en directo, Paco de Lucía en vivo. “Y las cosas que hace el Duquende, ahora las haces tú”. Recuerdo que me compré un discman, y desde que me llamó hasta la primera función con el maestro, pasé 24 o 25 días con el discman puesto, de día y de noche. Me sabía el espectáculo de memoria, pero me decía, ¿yo voy a ser capaz? ¿Voy a sustituir a Juan, que para mí era… imagínate? ¡Me he criado escuchando sus discos! Pues eso, 24 horas al día escuchándolo.
– ¿Cómo fue aquella primera función?
Pues recuerdo que el maestro llegó, me saludó, “¿cómo estás?” “Bien, maestro”. “¿Te has aprendido todo?”. Y yo, imagínate, lo tenía todo estudiado de arriba abajo, aunque nunca lo había hecho en concierto. Pero para no sentirme como que lo sabía todo, pensé, ¿ahora qué le digo? ¿Que sí, que no? Y respondí, “ahí he mirado las cositas, maestro”. Y él, “no, no, de mirar las cositas nada, aquí o te lo aprendes todo o te vas por donde has venido”. Porque era el más guasón del mundo. “Sí, maestro, lo tengo todo medidito”. “Vale, pues ahora nos vemos en la prueba, ¿vale, Rubito?”.
– O sea, llegó al día del concierto directamente sin ensayar… Salto sin paracaídas.
– Y cuando empecé a probar, me dice, “vamos a ensayar la bulería”. La de Volar. Yo estaba muy nervioso, cuando echaba mano de cantar en la prueba ni me salía la voz. Y él no se quedó sorprendido, diría que es normal. Es que imponía. En mi silla, con el maestro a tres metros, pensaba, ¿esto me puede estar pasando a mí? ¿Esto es de verdad? Te has criado escuchándolo con Pepe, con Camarón. Pero ya después los niños me cogieron en el camerino, “estate bien, hombre”. Yo tenía la voz cohibida, desafinaba. ¡No puedo! “No te preocupes, no te pongas nervioso, el maestro te va a dar confianza”. Y dije para mí, esto va a ser una prueba, porque si fallo en la primera función, es normal que este hombre piense que se ha equivocado y quiera llamar a otro. Voy a demostrarle que yo puedo cantarle a él.
«Paco estaba enamorado de Camarón, así te lo digo. Decía: “Se fue Camarón, y cada vez que toco lo hago para Camarón. Me siento a componer y me pregunto cómo sonaría eso en la voz de Camarón”»
– ¿Funcionó?
– Sí, porque cuando me tocaba cantar en la función, yo no lo miraba. Cerraba mis ojos y ya está. Y ya me concentraba en el cante. Cuando terminaba la letra, abría los ojos y él, en señal positiva, me echaba una sonrisa.
– Acoplarse al grupo, ¿le supuso algún problema?
– Supuso un disfrute. Porque cada concierto, cuando escuchaba al Antonio con esa harmónica la que liaba, ese Alain que es un bicharraco, el Piraña ese tiempo que lleva, ese David con su cante de miel… Era para gozar.
– ¿Sentía que el público exigía más que en otras experiencias anteriores?
– El más exigente era Paco, pero con él mismo. Con 60 y tantos años que tenía se quería superar cada día más, imagínate nosotros con veintipocos o treinta y pocos años.
– ¿Quién había sido Paco para usted antes de ese concierto?
– Era como una estrella del cielo. Yo escuchaba a todos, pero Paco era otra historia. Paco y Camarón eran lo más sublime para mí. Yo no tengo palabras para descubrir a tales genios. Y la vida me pone ahí al lado de quien yo… Mira, con ocho años yo quería ser guitarrista, pero claro, en un pueblo tan pequeño, y yo que soy autodidacta… Me encerraba en mi cuarto con la cinta de Paco y Camarón, y tocaba encima de ellos, aprendiendo. Y de pronto te ves con 28 o 29 años cantándole a esa estrella que desde chico soñabas… Tú dime a mí cómo puedo descifrar eso.
– ¿Él tenía predilección por las voces camaroneras?
– Le gustaba mucho el eco de un cantaor. Si tenía eco, le gustaba mucho más. Entendía que Camarón fue el revolucionario, y que nosotros, jóvenes, hemos crecido con la maestría de ese cante. Camarón ha enseñado a toda esa generación a tener música en la garganta, a tener musicalidad. Tenía toda la raíz, toda la pureza, se juntaron los dos genios y crearon más musicalidad para el bien del flamenco.
– ¿Y cómo se combinaba su voz con la de David de Jacoba?
Muy bonito, sonábamos muy compactados. Tengo grabaciones de conciertos con el maestro, y cuando coincidimos las comentamos, “joé, tío, estamos ahí amarrados. Estamos los dos a piñón, con fuerza”.
«¿Tú qué estás cantando, para que yo vea lo que eres capaz de hacer? Tú a mí no me impresionas. Ni tú, ni ninguno de los cantaores que habéis. A mí el único que me impresionó fue Camarón. ¿Tú sabes cuándo me vas a sacar un ole? Cuando cantes para ti. No vayas a cantar para mí. Gústate tú, a mí no intentes gustarme. Tírate al pozo, y entonces es cuando me vas a gustar»
– Se dice que en la última etapa se volcó más que nunca hacia lo gitano, ¿fue así?
– Yo te voy a dar mi opinión: Paco sentía como los gitanos. Paco se ha criado con los gitanos, y toda esa gente con la que creció precisamente son tíos míos. Porque resulta que mi padre es de Algeciras, mi abuela era de Algeciras, y cuando yo entré en la compañía y cogí un poco de confianza, le dije: “Maestro, ¿usted sabe quiénes son mi familia de Algeciras”. “No sé, ¿tienes familia allí?”. “Claro, ¿usted conoce al Yiyi de Algeciras?”. “Hombre, ¿no lo voy a conocer, si me he criado con él?”. ”Pues el Yiyi es primo hermano de mi padre”. Y ahí me mencionó a todos mis tíos, a Diego el Chiquetero, a mi tía Bernabela, “¡pero si nos hemos criado puerta con puerta!”. Paco está criado con nuestras hechuras, nuestros cantes… Tenía un sentir como nosotros. Y nunca dejó de estar involucrado con nosotros, tenía nuestra gracia, nuestra forma buena de ser. Vivía como todos nosotros, estaba identificado. Y su hermano Pepe igual.
– ¿A Pepe lo trató mucho?
– Entonces no, pero ahora lo he frecuentado más, desde que falta el maestro. Nos mandamos muchos corazones y muchos besos, nos llamamos.
– ¿Cómo valora la evolución de los cantaores de Paco?
A mí me contaron que en una gira en la que fue Paco a Japón, llamó a un montón de gente, a Guadiana, al Antonio Engueta, a Blas Córdoba… Y nadie quería, nadie se sentía capacitado, y mira de quién estoy hablando. Pero con ese respeto, decían, ¿yo qué voy a ir con Paco? Él siempre se ha rodeado de los cantaores que medianamente le han llenado. Yo recuerdo los dos primeros conciertos míos con Paco, canté una soleá altísima que él tenía, al nueve por medio. Yo ahí tenía fuerza y facultades, y claro, cuando terminó el concierto me cogió en el camerino y me dijo, “ven, Rubio, ven”. “Dígame, maestro”. Y él: “Tú a mí no me impresionas, ¿eh?”. Y yo me quedé… chocado. “No lo entiendo, maestro, no sé qué me quiere decir”. “¿Tú qué estás cantando, para que yo vea lo que eres capaz de hacer? Tú a mí no me impresionas. Ni tú, ni ninguno de los cantaores que habéis. A mí el único que me impresionó fue Camarón. ¿Tú sabes cuándo me vas a sacar un ole? Cuando cantes para ti. No vayas a cantar para mí. Gústate tú, a mí no intentes gustarme. Tírate al pozo, y entonces es cuando me vas a gustar”. Por eso pienso que el maestro se ha rodeado de gente con gusto, con cosas en el corazón para poder echarlas para afuera.
– Él de cante sabía mucho, ¿verdad?
– Muchísimo. Le gustaba mucho Antonio Chacón, de los antiguos. Decía que tenía una voz privilegiada, un gusto muy señorito. Y después otros que no son tan reconocidos, pero los aficionados como él conocían. De hecho, a Camarón le dio a escuchar a Rafael el Tuerto, y de ahí sacó el fandango aquel, Enfermo en un santo hospital… Cosas perdidas pero él decía, “échale mano a ese”.
– ¿Recuerda su última función con él?
– Sí, fue en Santiago de Chile, me da hasta pena decirlo. Terminamos la gira, y como que se despidió de todos nosotros. Cuando pasó todo, El Farru dice “esto no lo hacía él, era siempre un nos vemos en la siguiente, cuidaos mucho, niños”. Sin embargo ahí, se vino para todos, nos abrazó, nos dio las gracias. “Gracias, Rubito, te has portado muy bien”. Y yo, “gracias a usted, maestro, por darnos este privilegio”. Eso fue en noviembre, y en febrero… Teníamos preparada una gira muy bonita, con Al di Meola y con Chick Corea, por América. Recuerdo a su mujer, Gabriela, haciéndonos fotos, y Paco abrazándonos a todos. Y en el funeral lo dijimos, “¿os acordáis de cómo se despidió de todos nosotros?”.
«Era como una estrella del cielo. Yo escuchaba a todos, pero Paco y Camarón eran lo más sublime para mí. (…) Con ocho años yo quería ser guitarrista. Me encerraba en mi cuarto con la cinta de Paco y Camarón, y tocaba encima de ellos, aprendiendo. Y de pronto te ves con 28 o 29 años cantándole a esa estrella que desde chico soñabas… Tú dime a mí cómo puedo descifrar eso»
– ¿Cómo le llegó la noticia?
– Me desperté por la mañana para llevar a mis niños al colegio, y me llegó un whatsapp, “tito, que se ha muerto Paco”. Y yo, “anda ya, hombre, cállate ya”. “Que está saliendo en todas las noticias, en todas las redes”. Y yo en ese momento dije, Señor, esto es mentira. No puede ser verdad, se habrán confundido. Pero como esto [coge el teléfono] es un chivato, me metí ahí y me quedé partido, partido. Empecé a llamar, a Antonio Serrano, a los niños nuestros. Me contaron cómo había sido.
– ¿Lo tiene aún presente?
– Todos los días. Ahora con el disco, recuerdo todo. Pero mira, recuerdo incluso más su persona que por toda la música que ha hecho. Porque mejorándote a ti, era un hombre buenísimo, daba gusto estar con él. Aunque no fuese Paco de Lucía, daba gusto conversar con él, reír con él, que te contara sus vivencias.
– ¿Recuerda algún momento divertido?
– Era muy cachondo, se reía de todo. Nos ponía a parir en el escenario, nos echaba a picar… Le decía al David, “este te ha partido la cabeza, te ha partido la boca, qué malamente has cantado”. Y El Piraña, “si es que eres muy pesado, si es que no dejas el móvil… Viene ahora este y te parte la boca”. Y al otro día, a mí: “Tú, gafotas, el otro te ha partido hoy la boca”. Le gustaba la guasa.
– ¿Cómo era viajar con él?
– Yo lo he visto en un avión dejar la primera clase y venirse con nosotros. Y sentarse al lado mío y decirme, “¿qué estás escuchando? Mira, pon una grabación muy graciosa de una vez que grabamos al Cojo Peroche, Felipe Campuzano y yo, ¡qué pechá de reír”. Y él con un casco y yo con otro. “Búscala, búscala, ponla que nos riamos”. Así de humilde era, iba con unos Paredes… ¡con unos Paredes! Y un Casio en la muñeca.
– Y su chándal rojo…
– Y su gorra. Lo vieras en el viaje que lo vieras.
– ¿Usted era futbolero?
Siiiiií. Me preguntó, ¿tú de qué equipo eres? Y yo, verás… “Soy del Barça, maestro” “¡Vete de aquí!” ¡Me quería pegar. “¡Vete de mi compañía! ¡Qué poca vergüenza! Gitano y del Barça, tú no tienes perdón”. “¿Qué hago, maestro, me he criado con Messi y con Ronaldinho…” “¿Cómo puedes ser flamenco, gitano y del Barça?”.
«El más exigente era Paco, pero con él mismo. Con 60 y tantos años que tenía se quería superar cada día más, imagínate nosotros con veintipocos o treinta y pocos años»
– ¿Qué más le gustaba?
– El pescado frito, las comidas. “Qué buenos están los boquerones, ¿eh? Son un manjar. Y las puntillitas, qué buenas están”. Le gustaba mucho, mucho, la pesca. Para pegarte un rato con él, no le hablaras de guitarra. En alguna ocasión, comiendo, decía “qué bien toca Fulano”. Yo me atrevía y le preguntaba muchas cosas. “De toda la cantera que hay, ¿a usted no le gusta nadie?”. “Claro, me gustan todos, ¡no veas cómo tocan! ¡Son leones! Pero nadie me cuenta nada nuevo. Todo el mundo se come la guitarra, pero prefiero una falsetita más cortita y más flamenca que pasar por aquí y por aquí y des un trémolo y un picado… Qué virtuosismo tienes, sí, pero ¿qué me has contado?”.
– ¿Cómo ve el panorama hoy, usted?
– Yo siempre digo que no conoceré a un sucesor de Paco. No sé si en la época de Sabicas mismamente dirían lo mismo. Pero si entendemos de música, de todo lo que ha creado ese hombre para el bien del flamenco, eso es tocar el cielo con las manos. Es como un Mozart, como un Beethoven. Yo no he escuchado a nadie como Mozart todavía, ¿tú lo has escuchado? Pues Paco es lo mismo. Son personas que dios manda, fiuuuu… “Tú, para ti”.
– Imagino todo lo que le ha dado a su carrera el hecho de haber acompañado a Paco, pero, ¿le ha quitado algo?
– ¿Qué me va restar? Disfrutar de esa genialidad es un privilegio que llevo hasta que me muera. Llenó mi corazón de tantas cosas bonitas, de tanto amor al arte, me enseñó esa autoexigencia… ¿Qué nos vamos a creer nosotros? Yo no me puedo creer nada, te gustará mi cante o no, pero ¿yo creerme nada? Y nadie ha sentido envidia por eso. Al contrario, me ven los chiquillos más jovencillos y me respetan por eso, todo el mundo quiere que le cuente cosas, cómo era, qué sensaciones tenía… Fui el que cerró el libro de los cantaores del maestro, 50 años de carrera. Recuerdo una vez, estábamos en un campamento, antes de salir a tocar, y le dije: ‘Maestro, estoy escuchando un disco de Enrique Montoya… ¡usted ha grabado con Enrique Montoya!”. “Claro, yo he grabado con todos los cantaores. Y Enrique Montoya era un hombre muy especial”. Era aficionado al cante, le gustaba lo bueno. Le gustaba La Niña de los Peines, decía que era la más especial.
– Usted, ¿ha tenido contacto con miembros de formaciones anteriores de Paco?
– Claro, con Jorge, con Benavent, con Rubem… Con el grupo que a mí me gustaba.
– ¿Eso lo dice por…?
– Porque era así, aunque yo esté ahí, a mí me gustaba el sexteto que llevaba ahí. Fue una pasada. Y trabajar con ellos imagínate, todos los que han creado con Paco, con Camarón.
– ¿Qué diferencia cree que hay con los grupos que vinieron luego?
– No tocaba tanto como las últimas piezas que él tenía, a través de Cositas Buenas, un disco que marcó un antes y un después, y eso era lo que hacíamos nosotros, cosas como la bulería del pañuelo, etc. Mantenía la rondeña suya de toda la vida, Calle Munición, la minera esa que tenía… Hacía música más actual suya. Y me lo pones en apuro, la soleá de Mi Antonia necesitaba tener la izquierda como… A mí que me gusta la guitarra, que toco un poquito, sé el trabajo que cuesta ligar toda esa izquierda que él tenía.
«Paco está criado con nuestras hechuras, nuestros cantes… Tenía un sentir como nosotros. Y nunca dejó de estar involucrado con nosotros, tenía nuestra gracia, nuestra forma buena de ser. Vivía como todos nosotros, estaba identificado. Y su hermano Pepe igual»
– ¿Cuál era la facultad que ponía a Paco por encima de todos?
– Mira, ¿qué dedo te cortas que no te duela? El picado, si quisiera picar más rápido podía, pero él quería la precisión de un sonido; el rasgueo, el sonido que le sacaba a la guitarra, macho, flamenco; la dinámica le encantaba. Recuerdo en Marbella que le grabé un vídeo con el móvil, con el Antonio Rey que vino a vernos… Y Antonio se puso como un bicharraco, a apretar con el maestro en el Zyriab, y Antonio le preguntaba: “Maestro, ¿cuál es tu forma de ver un picado?”. “Yo qué sé, Antonio, yo pico natural, lo mejor es hacerlo natural, pero con dinámica, no tqtqtqtqtqtqtqtqtqtqtqtq… La dinámica cambia el concepto, vas acentuando en el ritmo que corresponde”. Por mentar una de sus facultades, pero era todo. Era como preguntarle a Camarón por qué a le sonaba la voz así. Por qué cuando se quejaba, a los demás se les oía gritar y a él no. Pues porque lo lleva, se lo dio Dios. Pero Paco hablaba maravillas de sus compañeros, de Paco Cepero, de Manolo Sanlúcar… Nunca lo escuché alardearse él. Yo lo he escuchado decir “siempre he soñado tocar por bulerías como toca Moraíto. Qué bien toca Moraíto, parece un torero por bulerías”.
– No le costaba reconocerlo.
– No. Y cuando terminábamos los conciertos, si no estaba muy cansado y quería echar un rato de charla con nosotros, nos pedía que le pusiéramos los cantaores que a nosotros nos gustaban. “¡Sesión Youtube!”, decía. Nos íbamos todos los músicos a su habitación, nos poníamos a beber vino, cogíamos una Tablet y dos altavocitos pequeños, y cada uno le ponía algo. Y recuerdo que le puse uno que estaba él, Turronero, Camarón y Cepero en la Taberna Madrileña. Y empezó a cantar Camarón, que estaba haciendo compás con Turronero. Y Paco diciéndole mil oles a Cepero. Y ole, y ole. Hacía un remate Cepero, “ole, qué bien toca Cepero, le ha sacado el jugo a Camarón, esos cantes cuando Camarón se quería rebuscar, se lo sacaba Cepero. Cepero era el que mejor entendía a Camarón acompañándolo”. Y yo le decía, “pero maestro, ¿mejor que usted?”. “¡Mejor que yo y mejor que todos!”. Y lo decía Paco de Lucía.
– Cepero va a estar encantado cuando lea esto…
– Cepero le cantaba a Camarón de una forma, a La Perla de otra, a Turronero de otra… Paco disfrutaba de todo. Ponía a La Perla y decía setenta oles. Y recuerdo otra de aquellas cenas, en Córdoba Argentina, terminamos de cenar y otra vez pusimos la tablet. Y pusimos la grabación de Camarón en la Feria de Málaga, que creo que le toca ahí Paco del Gastor. Y ahí, que canta Camarón con 15 o 16 años que echa las tripas por seguiriyas, con esa voz que tenía que era un caramelo, y recuerdo a Paco escuchándolo y cayéndosele dos lágrimas, y hacer yo así y rajarme la camisa en ese momento, de lo que estaba presenciando en ese momento. Y decir él, “ea, ¿ves? Eso es lo que yo quería que grabara conmigo, ese punto en que ya no sabes con qué vas a cantar más, si estás cantando con el alma, con el corazón…”.
– Para decirle: Paco, ¿y todo lo que grabaste con él?
– Pues él quería que Camarón grabara una seguiriya de esa magnitud. Pero decía, “claro, yo entiendo que en un estudio no se va a dar ese momento”. Paco estaba enamorado de Camarón, así te lo digo. Decía: “Se fue Camarón, y cada vez que toco lo hago para Camarón. Me siento a componer y me pregunto cómo sonaría eso en la voz de Camarón”.
Imagen superior: Rubio de Pruna en la LI Reunión de Cante Jondo de la Puebla de Cazalla. Foto: CienXCien Flamenco
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»