Desde Mijas, donde reside desde hace algún tiempo, Jesús Pardo recibe a Expoflamenco como invitado de la serie Los elegidos. Ese honor le cabe por haber sido el pianista del grupo Dolores, la banda que se incorporó al proyecto de Paco de Lucía cuando el genio de Algeciras empezaba a despuntar como estrella internacional. Allí militaba también su hermano, el saxofonista Jorge Pardo, que siguió acompañando a Paco muchos años, mientras que Jesús se apeó de la aventura muy pronto, no sin antes vivir algunos momentos memorables. “De aquello solo quedan algunos vídeos, como el que hicimos para el programa 300 millones, pero con Paco no tengo ninguna foto, a pesar de que estuvimos juntos un año entero. Y lo mismo con el Camarón”, lamenta. “Era otra época. Para más inri, yo soy fotógrafo e hijo de fotógrafo. Solía llevar una cámara de carrete, pero salían otros. Además, no me gustaba salir: si hubiera alguna, yo aparecería escondido”.
–¿Cómo y a qué edad entra usted en el mundo de la música?
– Mi hermano Jorge, dos años más pequeño, y yo empezamos de forma bastante paralela. Con 14 o 15 años tuvimos nuestras primeras inquietudes musicales: yo con un piano de pared que había en casa de mis padres, bastante antiguo y cascado, y con la guitarra. Hacia el año 1967 o 1968 empezamos a ir ambos al conservatorio, y estuvimos tres o cuatro años allí. Era un sitio bastante siniestro, al que los padres llevaban a sus hijos obligados, para perderlos de vista, aunque no tuvieran la menor vocación musical. Yo tenía en torno a los 16 años y todo era muy poco estimulante, para Jorge era igual. No teníamos vocación de músicos clásicos, y el conservatorio estaba para eso, no había otra perspectiva. Jorge al menos enganchó a un buen profesor, un solista de la Orquesta Nacional, pero al cabo de un año también él acabó dejándolo y empezamos a trabajar juntos.
– ¿En qué consistió ese trabajo?
– Primero en un paso subterráneo, en la calle Francisco Silvera, él tocando en una flauta de pico y yo con una guitarra, temas como El cóndor pasa, cosas folk… Luego nos metimos a colaborar con grupos de teatro, hasta que nos cruzamos con Hilario Camacho, que estaba empezando entonces. Él ya había grabado con Alain Milhaud, y luego nosotros grabamos los dos discos siguientes, De Paso y La Estrella del Alba, una historia completamente diferente, más en nuestra onda. Con Hilario fui cambiando de la guitarra al piano, y de ahí seguí para adelante.
– ¿Y el ambiente musical de aquellos tiempos, qué panorama ofrecía?
– En aquel momento, en el 70, surgía en Madrid un movimiento que surgió en la Escuela de Ingenieros Industriales, y que se llamó Jazz Fórum, donde nos conocimos un montón de músicos interesados en músicas diferentes, y fuimos aprendiendo unos de otros. También aparecieron músicos de jazz más establecidos, los que tocaban en el Whisky Jazz, el Balboa, y empezaron a enseñarnos. Dave Thomas, Jean Luc Vallet… De ahí la cosa saltó a los primeros locales en los que hubo música en directo en Madrid un poco alternativa, el primero de los cuales se llamó Raíces, en la calle Rodríguez Sampedro, luego el Birimbao, Clamores, el Café Central… En esos sitios que se fueron abriendo en cascada empezamos a tocar, y de ahí surgió la primera historia conjunta, que era el grupo Dolores.
– ¿Cómo surge la banda?
– Dolores fue una propuesta musical de Pedro-Ruy Blas, que tenía un contrato con Polydor, con el grupo Phillips, y así arrancamos con Pedro como cantante, pero acabó integrándose como batería. Y a través de Phillips, ensayando al lado del estudio de grabación, conocimos a Paco, que estaba acabando de grabar Almoraima, creo recordar. Él ya estaba buscando sonidos alternativos al flamenco tradicional, de hecho ya había grabado Entre dos aguas, que le había dado tanta fama entre otras cosas porque tocaba con un bajo y unos bongós, con Pepe Ébano y Manolo Gracia. Sacó esa rumbita y siguió interesado en unir músicas diferentes. Tenía una primera gira por Europa e hicimos dos con él, largas además, de dos o tres meses. Y la verdad es que fue una gozada, porque tocar con ese maestro, como era para todos… A nosotros nos interesaban esas sonoridades, en nuestros discos metíamos algunas escalas flamencas. Eso le gustó a Paco, y de hecho él llegó a grabar con nosotros en el tercer disco nuestro, Asa-Nisi-Masa. Y más tarde, a consecuencia de lo mismo, ocurrió lo de Camarón, que estaba grabando La leyenda del tiempo en el estudio de al lado, y llegamos a grabar y a hacer algunos conciertos con él.
«Tenía la sensación de que no podía estar al nivel de los demás. Tenía que ser el mejor. No podía sacar un disco y que la gente no se quedara asombrada, eso era impensable para él. Tenía que esforzarse terriblemente para tocar falsetas que nadie hubiera tocado nunca»
– El flamenco, ¿qué era para ustedes entonces?
– Era muy relativo, no era lo mismo para Jorge que para mí, o que para Pedro. Cada uno tenía sus propias historias, a Jorge le gustaba más, a mí me gustaba, pero estaba más en otras cosas, y además los teclistas en el mundo flamenco… A Paco le costó bastante integrarme. Éramos un grupo de cinco, dos percusionistas, un bajista, Jorge la flauta y el saxo y yo tocaba el piano. E integrar el piano fue problemático. Primero, porque entonces no había teclados como hay hoy en día, que se transportan muy bien y son electrónicos y digitales. Había que poner un piano de cola en cada sitio que se tocaba, y era complicado. Aparte, el sonido del piano, a Paco siempre le pareció que chocaba con la sonoridad de la guitarra, nunca le acabó de gustar demasiado el empaste del piano acústico con sus guitarras. De hecho, salí del grupo por ese motivo, y Paco no incorporó a ningún pianista más, salvo cuando apareció Chick Corea, que fue una colaboración muy puntual. En aquella época es que no había apenas pianistas flamencos. Y Paco lo decía, es un instrumento con una tesitura y una sonoridad que se traga la guitarra. Y más un piano de cola. Hacías un acorde de do y sonaba diez veces más fuerte que el de Paco. A veces cerrábamos la tapa para que sonara menos, pero teníamos esos problemas, eran instrumentos poco compatibles.
– En el plano personal y musical, ¿qué recuerda de aquel contacto con Paco?
– Era un tío muy cercano, y además tuvimos la suerte de pillar el comienzo de su época grande. A él no se le conocía entonces fuera del flamenco, y hasta ahí se le conocía más como el guitarrista de Camarón. De acuerdo, ya existían Sabicas y Niño Ricardo, pero todavía la labor del guitarrista era fundamentalmente acompañar al cante. Paco empieza a sacar los pies del tiesto con Entre dos aguas y Almoraima. Entonces empezamos grabando el disco de homenaje a Falla. Eran las primeras giras como solista, y vinieron los primeros triunfos: Alemania, Suiza, Austria, Dinamarca… Él era muy perfeccionista, tenía una idea de la interpretación perfecta. Era hijo de un conocido marchante de artistas flamencos, un hombre que le había exigido que fuera un virtuoso y lo tenía horas practicando, cosa que no le gustaba nada, porque lo que le gustaba era el fútbol, estaba siempre practicando… Tuvimos la suerte de engancharnos con un virtuoso que recién empezaba a darse a conocer.
– Ahí estaba Pedro-Ruy Blas, un músico también muy creativo, con mucha personalidad. ¿Cómo era la relación entre ambos?
– Pedro y Paco fueron muy buenos amigos, tuvieron una relación personal que trascendió lo musical. Pedro estuvo apenas en las primeras giras y dejó el grupo, tenía otra idea. Pero después de dejar Dolores, ellos continúan con una excelente relación. El tema que Paco toca en nuestro disco, es un tema de Pedro. Y costó un poco convencerle, porque Paco nunca había tocado en un disco no flamenco, aparte de que éramos un grupo bastante marginal de la música de entonces. Eso fue arte de Pedro.
– ¿Quién lideraba la banda? ¿Paco o Pedro?
– Había un liderazgo, lógicamente era Paco el que proponía los temas. Nosotros teníamos nuestra creatividad, pero nuestros temas no se tocaban con él, nunca. Otra cosa es que los temas evolucionaban, sobre todo con el tiempo Carles y Jorge fueron proponiendo cosas y Paco los iba modificando en función de lo que ellos tocaban. No aportaban temas, sí ideas en todo los temas de Paco. Yo ahí tenía más problemas y limitaciones, venía de tocar instrumentos electrónicos, los sintetizadores ARP, los minimoog… Y eso en el mundo de Paco no entraba. Cuando llegan los pianos eléctricos que tocaban Chick Corea, Herbie Hancock, yo tenía uno, pero era una sonoridad demasiado eléctrica para un grupo acústico como el de Paco. Cuando llega Benavent empieza a usar el bajo eléctrico, pero no era lo mismo. No pude desarrollar lo que me hubiera gustado, sinceramente, porque había que amoldarse al mundo estético de Paco.
«En aquella época es que no había apenas pianistas flamencos. Y Paco lo decía, es un instrumento con una tesitura y una sonoridad que se traga la guitarra. Y más un piano de cola. Hacías un acorde de do y sonaba diez veces más fuerte que el de Paco. A veces cerrábamos la tapa para que sonara menos»
– ¿Cómo fue la llegada del bajo a la música de Paco?
– Primero fue Álvaro Yébenes, que había tocado con Pedro en Los Canarios. Y luego estuvo Toni Aguilar y Pepe Pereira, hasta que llegó Carles Benavent.
– ¿Eran conscientes de que estaban haciendo algo importante, o estaban jugando sin saber muy bien lo que se traían entre manos?
– Yo creo que no. Paco entonces no era el monstruo de la guitarra que fue en los siguientes 20 años, no había hecho aún giras mundiales, ni había empezado a tocar en Estados Unidos con grandes músicos de jazz. Era grande a nivel local y flamenco, a nivel popular solo había logrado el éxito de Entre dos aguas. Almoraima tampoco tiene un gran éxito, no entra en las listas, aunque tocar con él era cojonudo.
– Esas primeras giras, ¿qué supusieron para ustedes?
– Para nosotros fue un cambio absoluto. Éramos un grupo relativamente modesto, con tiradas muy justitas y ventas en torno a los 4.000 o 5.000 ejemplares, tocábamos en festivales de pop, de jazz, hicimos dos veces el festival de San Sebastián, que ya era una cita de referencia en España, otra en Vitoria… Íbamos todos en una furgoneta sin aire acondicionado. Eran condiciones muy precarias, llegábamos a los sitios con la Guía Michelín y preguntando por las esquinas. Y de pronto estamos en una gira por Europa, de tres meses llevada por un inglés llamado Barry Marshall, mánager de Stevie Wonder entre otros, imagínate… Todo medido desde el primer día al día 90, el hotel, había dos road mánagers que se ocupaban de todo, no teníamos ni que tocar las maletas… Fue un cambio absoluto, no tenía nada que ver con lo que estábamos acostumbrados. Era estratosférico, aprendimos cómo se hacían las giras de verdad, en el mundo real profesional.
– ¿Descubrió a un Paco distinto en aquellos viajes?
– Paco era un tío que iba siempre con uno o dos amigos suyos, que no eran grandes guitarristas, pero eran muy colegas de él. Se los llevaba para tener un apoyo de amistad. También se llevaba a su hermano Ramón, a veces a Pepe también… Había un núcleo de músicos flamencos y luego nosotros, que éramos los hippies [risas], aunque íbamos a todos lados juntos. Luego había cosas en que no coincidíamos: yo, por ejemplo, me encontraba entonces en una historia muy personal, eso significaba que me levantaba a las ocho todos los días y hacía mi yoga, y eso a un flamenco era quitarle lo más sagrado, su whisky después de cenar, su copeteo. De día, estupendo, pero de noche me marginaba yo solo, no me gustaba la noche, ni con Paco ni sin Paco. Yo soy un tío que a las doce de la noche, terminando de tocar, ya estoy en mi casa. Mira que he tocado toda la vida en los clubes de jazz, que son lugares de trasnochar. Eso me ha quitado trabajos, porque en el rollo de la noche se cuecen los grupos nuevos, las oportunidades. Yo estaba en otras. Pero a las nueve de la mañana estaba fresco como una lechuga. Yo compartía habitación con Jorge, me levantaba y hacía turismo por cada ciudad que visitábamos, los museos de Colonia, de Viena, de Polonia… Y a las dos de la tarde volvía y encontraba a mi hermano despertándose, solo había visto la vida nocturna. Pero compartimos momentos musicales muy bonitos, incluso de enseñarle cosas a Paco. Él no conocía a Miles David, por ejemplo, y se lo descubrimos. O la Mahavishnu. Paco me cogía los walkman de Sony y me preguntaba, “¡a ver, a ver, qué estás oyendo!”. Y luego un día le dimos a conocer a un guitarrista que le gustó mucho desde el principio, John McLaughin, y como sabes acabaron tocando juntos, lo llamaba Juanito. Era un rollo muy enriquecedor, Paco lógicamente nos tuvo que enseñar los ritmos flamencos, los cierres, las falsetas, los cortes… El flamenco es una estructura muy cerrada, todo cierra en un punto concreto para que sea bonito, y todo eso nos lo enseñó él.
«Paco entonces no era el monstruo de la guitarra que fue en los siguientes veinte años, no había hecho aún giras mundiales, ni había empezado a tocar en Estados Unidos con grandes músicos de jazz. Era grande a nivel local y flamenco»
– ¿Y en el estudio, cómo era?
– Era súperdetallista, se podía pegar horas perfeccionando en el estudio una nota, porque sentía que no estaba bien, aunque para nosotros estaba bien. A veces eran pinchazos de un segundo. Trabajábamos con cinta magnética y era muy delicado. Era increíble ver cómo montaba a veces las falsetas, para cambiar la segunda por la primera, la tercera con la cuarta… Eso se hacía a base de cortar cintas, y era peligrosísimos, nunca sabías cómo iba a quedar el empalme. No había la edición digital de ahora, que haces eso con la gorra.
– ¿Le costó dejar el grupo, recuerda cómo se planteó?
– No lo recuerdo, no hubo conversación en sí. Ten en cuenta de que lo de Paco para nosotros era algo limitado, terminaba lo de Paco y seguíamos con nuestro grupo y nuestras tocatas a otro nivel, y hasta la próxima llamada suya podían pasar varios meses. Luego el grupo se fue haciendo más estable, vinieron otros discos y otras giras. Y un día nos lo dijo, no vamos a llevar piano esta vez, pero sin ningún problema. Y luego es verdad que al poco de terminar con Paco fue cuando terminamos con Camarón. Y él estaba mucho más abierto a los sonidos eléctricos. Veníamos de grabar algunos temas de La leyenda del tiempo, y ahí había músicos de otro rollo, no tan estricto como el de Paco.
– Camarón tenía además a Ricardo Pachón, muy abierto también, ¿no?
– Justo, es el que aboga por que nosotros estemos en esa historia. Nos había conocido en el estudio de Phillips, y en un momento dado me llama por teléfono a mí para decirme que tienen una serie de cosas con Camarón, y quiere que Dolores se integre en el proyecto. Me fui a Sevilla, recuerdo que era la Feria de Abril y nos dimos una vuelta. Imagínate, ir con Camarón por allí era como ir con Jesucristo, te invitaban a gambas en todos lados. Aún no tenía la proyección que tendría, pero ya era muy, muy conocido. Llegamos a un acuerdo, estuvimos ensayando en Umbrete, en una pequeña casa que tenía Ricardo, y ahí estuvimos con el Tomate, con Raimundito, con Pata Negra… Una semana o diez días, haciendo el sonido que queríamos sacar adelante, y tocamos el primer concierto en Barcelona, en la antigua Plaza de Toros, con Weather Report y Jeff Beck con Stanley Clark. Para nosotros la Weather era como nuestros dioses. Compartir escenario con Jaco Pastorious y Peter Erskine fue una maravilla. Pero como pasa en estos casos, los técnicos nos boicotearon, dejaron el sonido bueno y potentes para los dos grupos grandes, y nosotros sonamos muy poquito. Pero fue una experiencia increíble.
– Camarón, ¿qué opinión tenía de lo que ustedes hacían?
– Le gustaba mucho nuestro rollo jazzero, nuestro sentido de la improvisación. Pero como digo, ahí intervino bastante Ricardo, que sí que era un enamorado de nuestra música. El otro grupo que se implicó fue Alameda, la banda de los hermanos Marinelli, que a Ricardo le parecía un sonido bonito, pero más estático. Quería algo más dinámico, más libre. Fue una época maravillosa para nosotros. Luego ya hubo otros con los que colaboramos, porque tocar con Paco y Camarón te abre puertas. Estuvimos con Gerena, con Enrique Morente, con Enrique de Melchor, todos fueron cayendo como fichas de dominó. A todo el mundo le gustaba la sonoridad aquella, la flauta de Jorge, el cajón flamenco, los teclados psicodélicos… Por ahí entró todo el mundo.
«Fíjate qué tontería, jugando al fútbol en la playa, me siento mal, voy a un hospital, me atienden mal… y al final me muero. También es verdad que fumaba bastante, fue cogiendo kilos y estaba fondón, y la salud cardiovascular se resiente. Y muchos años de cachondeo, que también pasan factura»
– Por curiosidad, ¿usted llegó a tener mote en el grupo?
– Sí, el que ponía los motes era el hermano de Paco, y yo era Leoncio, un mote un poco surrealista, porque soy de signo zodiacal Leo, no sé cómo se enteraron, pero por una bobada de esas me lo dijeron y pasé a ser Leoncio… Esas cosas.
– ¿Perdió el contacto con Paco?
– Qué va, nos llevábamos muy bien. Yo empecé a trabajar por otro lado, con Jorge, en la producción de sus discos, en los arreglos… Y seguimos con Pepe Pereira, con Manolo Toro, Juan Cerro… Y el grupo de Paco continuó con Jorge, Benavent y Rubem. Pero la relación siempre fue muy buena.
– ¿Se llamaban de vez en cuando?
– Alguna vez quedamos incluso. Yo trabajé en los 90 una buena temporada en la Sgae, en el equipo de Teddy Bautista, y llevé la dirección del estudio multimedia y una serie de producciones didácticas. Una de las que propuse fue unos cursos, al principio de la llamada informática musical y el Internet, de guitarra flamenca para alumnos de todo el mundo. Y lógicamente el primero en quien pensé fue Paco. El problema que tenía es que no tenía tiempo, su carrera estaba muy lanzada y aquello requería bastantes días de grabación, que le escribieran textos, las partituras… Lo hicimos finalmente con otro guitarrista, y ni siquiera salió. Y luego cuando tocaba en Madrid, me acercaba a saludarle. Cada uno teníamos historias diferentes.
– ¿Le quedó algún recuerdo especialmente memorable?
– Uno que se me quedó fue un poco chungo, una vez tocando en Colonia. Llegamos muy tarde al concierto, sin tiempo para comer, y además yo era vegetariano. Eso me daba muchas dificultades, y a menudo había que comer lo que hubiera. Al cabo de quince días yo estaba con una debilidad que no me tenía en pie. Y esa noche no habíamos comido a mediodía por una mala combinación de aviones, fuimos directamente al teatro. Y el mánager nos dijo, ahí abajo hay un McDonalds, ¿queréis que os suba algo? Y todo el mundo, “sí, sí, trae esto, trae lo otro”. Total, que sube un surtido de cosas, y yo tenía tanta hambre que dije “lo que sea”. Me comí un trozo de hamburguesa de pollo después de meses sin comer carne, y me sentó como un tiro. Estaba en el escenario mareado y avisé a Jorge de que me iba a caer. Me tuve que meter para adentro, vino un médico y todo… Luego hay anécdotas muy divertidas, un incidente que tuvimos en otro restaurante en el que ni nos hablaban, porque teníamos pinta de españoles. Y Paco se cogió un rebote y le pegó una patada a la puerta y salimos todos corriendo, fue terrible… En otra ocasión Jorge y yo, entrando con las guitarras de Paco en Reino Unido, nos registraron de arriba abajo.
«Íbamos todos en una furgoneta sin aire acondicionado. Eran condiciones muy precarias, llegábamos a los sitios con la Guía Michelín y preguntando por las esquinas. Y de pronto estamos en una gira por Europa»
– ¿Cómo recibió la noticia de la muerte de Paco?
– Me enteré en Madrid, estaba en la Sgae y me quedé de piedra. Fíjate qué tontería, jugando al fútbol en la playa, me siento mal, voy a un hospital, me atienden mal… y al final me muero. También es verdad que fumaba bastante, fue cogiendo kilos y estaba fondón, y la salud cardiovascular se resiente. No tengo el historial médico de Paco, pero era así, y muchos años de cachondeo, que también pasan factura. Lo curioso era que, como dije, a Paco lo que más le gustaba en el mundo era el fútbol. Mucho más que tocar la guitarra. Cuando era chaval, el padre lo tenía encerrado literalmente estudiando cinco o seis horas, y por eso él llegó a odiar la guitarra flamenca, mientras los amigos jugaban en un parque que había al lado. Y se inventaba cualquier excusa para escaparse. Las cosas de la vida: murió jugando a lo que más le gustaba, aunque la guitarra lo hiciera millonario, famoso y todo lo que era. Pero la odiaba. Tenía la sensación, inducida por esa educación cartesiana que recibió, de que no podía estar al nivel de los demás. Tenía que ser el mejor. No podía sacar un disco y que la gente no se quedara asombrada, eso era impensable para él. Tenía que esforzarse terriblemente para tocar falsetas que nadie hubiera tocado nunca, de una manera que no hubiera tocado nadie nunca.
– ¿Cómo es su relación actual con la música?
– Toco con Jorge, en directo hago alguna cosilla. Me vine a vivir a Mijas porque cada vez me gustaba menos el rollo madrileño. Cuando voy a visitar amiguetes, regreso escopetado. Aquí tengo un rollo semivacacional, estoy jubilado por otra parte, pero aquí hay muy poca historia. He hecho música para documentales, ahora con Jorge hemos terminado un tema sobre un concierto para flauta de Bach… Y he vuelto otra vez a recordar mis tiempos como guitarrista, aunque ya no tengo la agilidad ni los dedos que tenía antes. Sin presión.
Fotos: cedidas por Jesús Pardo
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»