Nacido en Almería en 1974, Niño Josele es sin duda uno de los guitarristas que mejor representan la herencia viva de Paco de Lucía, tanto en su dimensión técnica como en su afán por buscar vías de renovación del flamenco a través del diálogo con otras músicas. El artista, que acompañó al genio en la gira de Cositas Buenas, regala a Expoflamenco sus recuerdos con el maestro algecireño y con otros gigantes afines como Chick Corea, con quien también compartió escenario y estudio de grabación.
– Creo que fue Chick Corea quien dijo que usted era el sucesor de Paco de Lucía. ¿Cuál es su reacción al oír esas palabras?
– Los ojos se me abrieron muchísimo, y pensé: “Madre mía, la ruina que me ha buscado”. Me dio mucho pánico, pero por otro lado me sentí muy halagado, porque a él le gustaba el flamenco. Y él se refería a que Paco debería estar contento, porque su música se va a hacer muy bien, sigue todavía adelante. La guitarra es tan complicada… Eso tiene que ver con algo que mi padre me inculcó desde muy pequeño: cuando te subes a un escenario, tienes que tocar la guitarra. Y para subir, tienes que estar muy preparado. Tienes que tener rasgueado, pulgar, picado, todo para ser un guitarrista. Y eso es lo que Chick admiraba. Y luego, aparte de esas cualidades, tienes que ser músico, y te tiene que gustar la música. Y saber fusionar. Son tantas cosas…
– Usted nace en Almería, en una generación para la que ya Paco de Lucía está ahí, como una estrella mundial. ¿Pero qué sitio ocupaba para usted?
– Mi padre era guitarrista, mi familia tocaba la guitarra. Y mi padre tocaba muchas cosas de todo el mundo, entre ellas alguna falseta de Paco de Lucía. Y siempre se escuchaban sus discos en casa, también. De modo que la música de Paco iba creciendo como iba creciendo yo mismo. Era parte de mi vida, era parte de la familia, como si fuera uno más.
– ¿Qué le atraía de él, que no tuvieran otros grandes guitarristas?
– Es tan difícil y tan fácil de explicar… La música de Paco era como mi idioma natural, tenía todo. Era algo mío, y lo de otras personas era un idioma que no me entraba, no lo entendía. Y fíjate que hay guitarristas buenos. Pero la música que tocaba él era así, lo que tenía que ser, no había que añadir ni quitar nada. Con el tiempo descubres que la guitarra es inmensa, hay muchos estilos, los argentinos tocan de una manera, los brasileños de otra… Y aun así, con tanto virtuosismo que hay, Paco era otra cosa. Estaba por encima de la técnica. Era todo tan redondo, tan perfecto… Podía hacer lo difícil muy fácil.
– ¿Su padre lo conocía?
– Sí, coincidieron de jovencitos en Copenhague, creo que Paco hizo uno de los primeros conciertos con John McLaughin y creo también que con Larry Coryell, y después del recital fueron a tomar algo adonde trabajaba mi padre. Allí se conocieron y establecieron una amistad muy bonita, porque además mi padre era familia del Tomate…
– ¿Y usted?
– Yo conocí a Paco con nueve años. En la Plaza de Toros de Mallorca, porque yo me he criado en Mallorca, en Canarias, en muchos sitios… Mi padre me llevó a conocerlo, pasé al camerino, le cambié las cuerdas. “Lávalas, primero lávalas”, me dijo. A él le gustaba que las lavara primero. Y luego, “tócame un poquito”, le toqué un poquito por soleá y se reía. Y me dijo una frase: “Cuando seas mayor y me gustes, te llevo conmigo y te regalo una guitarra”.
«Cuando él salía al escenario se le cambiaba la cara. Era otra persona. Salía con una seguridad… El escenario se lo comía. No tenía perdón con lo que tuviera al lado. Él me dejó ese concepto: cuando subes al escenario, tocas. Y si no sabes, no te subas»
– Premonitorio…
– Te lo juro. Como niño te lo crees todo, luego ya no… Pero ese empuje me dio mucha fuerza, muchas ganas. Con 19 años acompañé a Pepe de Lucía, que sacó a muchos jóvenes. No me acuerdo qué disco sacó, pero lo presentó en Madrid y vino de público Paco, con Alejandro Sanz, con Cañizares, con Jose Mari Banderas… Y yo le tocaba a Pepe, y Paco me gastaba bromas. Fichaba siempre a la gente.
– ¿Le recordó alguna vez la promesa aquella que le hizo a sus 9 años?
– Fue muy especial, y a la vez nunca lo hablé con él. Cuando él me llama en 2003 o principios de 2004 para hacer Cositas buenas, uno de los trabajos que hizo que es una maravilla, dijo que estaba buscando a guitarristas jóvenes y que yo daba el perfil perfecto para hacerlo. Y yo pensaba “a ver si estás equivocado…” [risas]. Pero tenía claro que su música la iba a entender. Recuerdo que estuvimos en muchos sitios, muchos países del mundo, pero uno de los sitios donde fuimos a parar fue a mi tierra. Llegué al aeropuerto con Paco y toda la banda, Paco le dio un abrazo a mi padre, que venía conmigo. Nos fuimos en una furgoneta pero Paco dijo que se iba con él. Después del concierto, todos se fueron para el hotel, pero yo quería quedarme en casa, y mi padre dijo: “He estado hablando con Paco y me ha dicho que eres un tío muy listo, que tocas muy bien y está muy contento contigo… Y que se acuerda perfectamente de quién eres tú”. Y resulta que la guitarra que yo tocaba era de él, se la habían hecho para la gira pero era reacio a coger otras guitarras, hacía falta que otro la tocara antes. Era la medida exacta, la réplica de la que tocaba él. Me la dieron para que él se picara. Y acabó diciéndole a mi padre: “Dile al niño que la guitarra que toca, se la regalo”.
– Cuando usted empieza a tocar, hay una tendencia natural a imitar a los maestros. Técnicamente, ¿le presentaba alguna dificultad imitar a Paco?
– Yo recuerdo que en la gira estuvo Paco detrás de mí, y a mí me daba un poco de vergüenza tocar delante de él. Me decía, “tenemos que estudiar juntos, yo te voy a poner técnicas, te voy a enseñar cosas…”. A mí estudiar con él me daba pánico. Y recuerdo que para lograrlo un día me engañó. Me dijo antes de una actuación –probábamos sonido a las doce y el concierto era a las seis de la tarde–, “vámonos a una casita que me han dejado”. Llegamos a ese sitio los dos solos con las guitarras. En los conciertos nos gustaba tomar café, y él se ofreció a hacerme uno. “¿Cómo lo quieres?”. “Como tú quieras, Paco, solo o con un poquito de leche”. Y antes de prepararlo, me dice: “Mi guitarra está mal, no sé si son las cuerdas, sácala y mira a ver qué le pasa, si le tienes que cambiar las cuerdas”. Saco la guitarra para verla, y cuando vino con los cafés, me dice: “¡Ya te he trincado!”. Y no tuve más remedio que ponerme a estudiar con él. En cuanto a la técnica, todas las cosas de Paco eran difíciles. Lo que más, que tenía un tiempo, un ritmo, buff… Impresionante, tremendo. Lo difícil no era rasguear bien, ni picar bien, sino que todo tuviera su sentido, la importancia que tenía cada nota, cómo hacía hablar a su instrumento.
– Aparte de eso, se dice que le gustaba muy poco ensayar, ¿no?
– Es verdad. Él trabajaba conmigo porque decía que yo tenía unas ganas de estudiar tremendas, pero por las mañanas sí le gustaba calentar. En una semana podíamos hacerlo a lo mejor cuatro días, porque entre gira y gira no nos daba tiempo de más, solo para vestirnos y salir al escenario, ¡había sitios en los que no teníamos tiempo ni de probar, directamente al escenario! Pero para ensayar nos gustaba hacerlo con una claqueta, unas palmas y los dos a tiempo.
– Dani de Morón siempre dice que cada generación tiene su disco de descubrimiento del universo de Paco. El de él fue Luzía, ¿cuál fue el suyo?
– Son tantas épocas, que no me quedaría con uno. Desde niño ya escuchaba todo, no podía quedarme solo con uno. Recuerdo a mi padre poniéndome Almoraima de chiquitillo, el de Fuente y caudal… De chico solo escuchas, pero cuando fui plenamente consciente fue con Solo quiero caminar, era la primera vez que se metió una percusión. Ahí dije, “hostia, esto es distinto. Este sí es un disco de mi quinta”. Pero Fuente y caudal y los demás álbumes eran de la quinta de mi padre, aunque fueran una maravilla.
«Cada vez que agarro la guitarra, Paco ya está ahí, en un motivo, en cualquier cosa. Y con Chick me pasa lo mismo, los tengo incorporados. Los echo de menos y me pongo triste, a veces lloro. Me da el punto ese que recuerdo muchas cosas, las vives de pronto, y se me van las lágrimas»
– Supongo que es muy distinto escuchar esos discos y de pronto estar ahí, al lado de ese titán. ¿Qué pensaba?
– Yo, como vengo de la escuela de tocar para cantar, siempre me ha gustado acompañar por lo que fuera, por tangos, por alegrías, por soleá, así que cuando me ponía a su lado me imaginaba que era un cantaor. ¿Quién era el mejor cantaor que había, Camarón? Pues él era Camarón con la guitarra. ¿Tú qué necesitas, Paco, este acorde aquí y este allá? Pues yo te lo voy a dar como un caramelo. Y tuvimos una complicidad desde el minuto uno, nos reíamos los dos muchísimo. Me acuerdo de cuando estábamos haciendo una falseta por bulería la primera vez los dos solos, de Cositas buenas, y tuvo una expresión increíble, nos reímos los dos, y me dijo “¡Parecemos monstruos, qué bien tocamos!” [risas]. Yo no creía lo que me estaba diciendo, pero la verdad es que sonaba… Uff.
– ¿Y la tensión antes de salir a las tablas?
– No, siempre que salíamos a tocar, nos avisaban “que quedan diez minutitos”, yo estaba en el camerino con él y nos tomábamos el café, mira que es difícil tomarte un café con los nervios, pero se relajaba, se fumaba su cigarrito, y hacía comentarios, “¿está bien afinado?”, “y la uña esta, me duele…”. Pero nunca lo oí decir que tenía miedo. Lo que sí notaba era que había que dejarlo solo, sus diez minutitos antes de salir. Y luego él salía, solo también.
– ¿Había algún código dentro del escenario?
– Fluía la música. Si tú eres flamenco, el código ya lo conoces, ya sabes donde entras, donde cierras, esto, lo otro… Lo que sí notaba es que cuando él salía al escenario, se le cambiaba la cara. Era otra persona. Salía con una seguridad… El escenario se lo comía. No tenía perdón con lo que tuviera al lado. Él me dejó ese concepto: cuando subes al escenario, tocas. Y si no sabes, no te subas. No te puedes venir abajo, tienes que hacerlo.
– ¿Alguna noche mala en su memoria?
– Pues no recuerdo ninguna. Pero para él eran casi todas. Sí recuerdo que a lo mejor se le olvidaba una parte, lo que es normal, de tantas falsetas que hay… [risas]. Pero no recuerdo ni una noche mala, y hemos hecho muchísimas, como trescientas. El primer año hicimos ciento y pico conciertos. Y jamás lo he visto tocar mal. Unas mejores que otras de inspiración, eso sí. A lo mejor venía y me decía, “a ver si te das cuenta de lo que voy a hacer hoy, voy a cantar más”, “Hoy voy a tocar más rítmico”… En un concierto abusaba más de la técnica, en otro tiraba más del feeling, otro más de dinámicas… Tengo muchísima información que todavía estoy analizando.
– En el estudio, ¿cómo era?
– No llegué a grabar con él en serio, en el sentido de que cuando estaba grabando era muy especial, no le gustaba que estuviera nadie por allí. Te puedo hablar maquetando un tema, o cuando el tema ya estaba terminado y metíamos percusiones, palmas… Pero era muy exigente grabando. Cuando me llamó para escuchar lo de Cositas buenas, estaba medio hecho, creo que escuché Antonia, la soleá, la cara mía fue: “¿Qué es esto?”. “¿Te gusta, te gusta? ¡Dime algo!”. Y yo, “no tengo palabras, maestro. Es una locura”. Para grabar era muy estricto, muy loco. Pero las grabaciones en las que yo estuve con él fueron muy divertidas, porque metíamos las palmas, o hacíamos las referencias de voz juntos para el disco que hizo para La Tana, ahí me reí mucho con él. Ahí no tenía las fatigas esas, que eran una cosa muy personal.
«No es que él se llevara la silla. La guitarra es humildad. Para tocar bien la guitarra no hace falta ser el número uno. Y si todos los flamencos nos uniéramos de verdad y de corazón, el espíritu de Paco estaría vivo, y nos quitaríamos de chulerías, y de envidias… Me encantaría que todo fuese más sano»
– Le gustaba mucho el cante además, ¿verdad?
– Sí, con el Capullo nos reímos mucho también, hizo la referencia de su disco y lo pasamos muy bien, esa noche fue…
– Del Paco bromista, ¿qué recuerdos tiene?
– Era un cachondeo tremendo, tremendo. Muy pocas veces lo he visto enfadado por algo que no fuera una tontería, por el sonido, por algo que no le gustara ese día, cosas normales en el escenario. Pero normalmente le gustaba la broma, siempre estaba bromeando, aunque sus bromas podían ser muuuuy pesadas. Y otras muy divertidas, como malmeter entre compañeros del grupo, por ejemplo entre cantaoras, “oye, me ha dicho esta que tú cantas muy mal”, e iba a la otra, “mira lo que me ha dicho esta de ti”, y las echaba a pelear. Era un liante [risas].
– Una gira tan larga, ¿cómo se organiza?
– Con nosotros eran ya como mucho 15 o 20 días, veintipico como mucho fuera de casa. El Paco que yo he conocido era muy tranquilo, madurito, más seguro, sabía estar en el escenario, todas las cosas las tenía bien puestas. Cuando hablo con Jorge Pardo o con José María o con cualquiera que pudo estar con él en la época del sexteto, me hablaban de un Paco de Lucía muy distinto, al que le gustaba más el salir y entrar, experimentar más cosas… Es normal. Y compartía más cosas con la banda, salían más de fiesta.
– El plan de ustedes era más familiar, ¿no?
– Sí, había fiestas pero a lo mejor en la habitación, ya no podía estar todo el día de juerga. No era de salir a la calle. Un plan más de amigos en casa, o en el hotel, hablando, una copita… Y acabar a las tres, o a las cinco, pero no estar perdido por ahí. Alguna vez sí nos pegamos una marcha de esas, pero no era lo normal. Una vez nos dejaron tirados, no sé si por Valencia o por ahí, y el que nos había llevado se fue a por tabaco y no volvió.
– ¿Hablaron alguna vez de algo que no fuera música?
– ¡Boh! De todo, de la vida, del clima, del aire, de la comida… A Paco le interesaba cocinar, hacía unos pescados que no veas. Le gustaba cocinar lo que él pescaba. También hablábamos de fútbol, “¿has visto Casillas el paradón que ha hecho?”. A mí, que no me gustaba el fútbol, me enganché con él, me he hecho del Real Madrid [risas]. Me llamaba por teléfono cuando perdía, “¿has visto qué malamente ha jugado?”.
«La música de Paco era como mi idioma natural. Era algo mío, y lo de otras personas era un idioma que no me entraba, no lo entendía. Y fíjate que hay guitarristas buenos. (…) Con tanto virtuosismo que hay, Paco era otra cosa. Estaba por encima de la técnica. Era todo tan redondo, tan perfecto… Podía hacer lo difícil muy fácil»
– ¿Cómo entendió usted el hecho de ocupar el espacio que habían tenido antes guitarristas muy buenos? ¿Tomó la referencia de alguien en concreto?
– Yo tengo en cuenta lo que han hecho otros antes, lo que pasa es que lo mío era muy distinto, no tenía nada que ver con la época de Cañizares o de otros. Es un concepto nuevo de Paco, rítmico, armónico, y es el que yo estaba llevando también, había sacado varios discos en esa onda. Paco veía que los jóvenes llevábamos ese camino y por eso nos quería cerca. No me resultó nada raro, sino muy familiar.
– ¿Ha sentido alguna vez que Paco fuera una presencia incómoda para alguien? ¿Gente que lo admiraba pero también lo quería jubilar?
– En todos los trabajos siempre hay envidia [risas]. Seguro que alguien había a quien no le gustara que estuviera la guitarra de él allí, y también están los puristas, que siempre le han dado caña… Para mi abuelo, Sabicas o Ramón Montoya eran la hostia, pero era otra generación, no daban más.
– Me refiero a quienes pensaban que hasta que Paco no se quitara de en medio, tendrían una especia de techo, no iban ellos a…
– ¿A ser el número uno? ¿Como ahora? ¿Tú crees que hay un número uno? Te pregunto ahora yo a ti.
– Yo estoy de acuerdo con los que creen que Paco se llevó la silla.
– ¿Sabes qué te digo? Ahora todos tienen la silla. No es que él se llevara la silla, es algo tan importante como recordar que la guitarra es humildad. Y para tocar bien la guitarra no hace falta ser el número uno. Y si todos los flamencos nos uniéramos de verdad y de corazón, el espíritu de Paco estaría vivo, y nos quitaríamos de chulerías, y de envidias… Me encantaría que todo fuese más sano.
– Yo opino también que las enseñanzas de Paco empiezan ahora, también en el plano musical. Usted es un ejemplo de eso, ha avanzado por caminos que él abrió y ha hecho su música.
– Yo últimamente te puedo decir que no sé si voy bien o mal, hago lo que siento y lo que creo que hay que hacer, a mi manera. Tienes que definir quién eres, si eres flamenco debes serlo aunque te metas con otros estilos musicales, y la visión de Paco era como él veía el flamenco. Y Manolo de Huelva o Montoya tenían su visión. Cada uno tiene que tener una visión distinta, ni mejor ni peor, para que esto crezca. Y gracias a Paco también, hemos abierto muchas puertas, como Paco abrió otras gracias a Sabicas… Si analizas quién tiene la verdad, todos la tienen a su manera. O no la tiene nadie. Es la idea que yo tengo para seguir adelante.
«Cuando me ponía a su lado me imaginaba que era un cantaor. ¿Quién era el mejor cantaor que había, Camarón? Pues él era Camarón con la guitarra. ¿Tú qué necesitas, Paco, este acorde aquí y este allá? Pues yo te lo voy a dar como un caramelo. Y tuvimos una complicidad desde el minuto uno»
– Su búsqueda de otros lenguajes, acercarse a la gente del jazz, de la música latina… ¿Es influencia de Paco?
– Relativamente. La vida va creciendo, las personas evolucionan, y en la evolución que yo elegí ya había fusión. En la época de Paco era más difícil ver una guitarra eléctrica tocando flamenco que en la que yo viví. Otra cosa es cómo lo haces, y en qué momento. Si lo haces en un momento en que no conoces tu música, tu raíz, tienes un problema. Lo que vas a hacer va a ser un cóctel, un cacón muy grande [risas]. Pero si te coges un momento en que tú conoces tu música y la defiendes, lo vas a hacer mucho mejor. Cuando cojo mi guitarra ya sabía cómo hacerlo, porque lo había visto, ya sabía lo que es Fa, lo que es Mi… Obviamente luego mi padre me enseñó a tocar y seguí viendo a los maestros, porque antes no era como ahora, no había tanta facilidad para aprender sin Internet. Ni siquiera había muchas buenas guitarras, el que tenía una era ¡wow!
– Volvemos al inicio, a su trabajo con Chick Corea, un músico que estuvo también muy cerca de Paco. ¿Hablaron alguna vez de él?
– Sí, Paco lo admiraba muchísimo. He escuchado a Paco hablar más de Chick, que al revés. Y se refería a él siempre como su ídolo, lo admiraba mucho. Y Chick flipaba con Paco también, claro, de hecho tiene un tema compuesto para él, Yellow limbus, que en un directo explica que se imagina una nube amarilla y a Paco en él.
– Usted también dedicó un tema a Paco. ¿Cómo encara uno la idea de componer algo en memoria del maestro?
– De hecho, tengo un tema grabado con Paco, en 2012, cuando grabé mi disco, en el que toca también el Tomate… A Paco se lo mandé y, cuando me lo devuelve, me llama y me dice, “¿te ha gustado la mierda de tema que te he mandado? ¿A que está muy mal?”. Y yo me moría de la risa: “Pero Paco, cómo va a estar mal” [risas]. Era una rumba, Caribeña, e hizo una cosa increíble. “Pero tú has hecho una bulería también, ¿no? ¿Por qué no me has dado la bulería?”. La bulería se la había dado al Tomate [risas]
– ¿Y su tema dedicado en Galaxias?
– Eso fue un tema compuesto por mí y Rubén Blades. Hice la música, Rubén la letra, y fue muy bonito. Todo surge en Los Angeles y Nueva York, cuando estoy grabando con Chick Corea su último álbum, Antídoto. Ahí conozco a Rubén Blades y surgió que por qué no colaboraba en mi disco él. Fue algo inesperado, increíble. Y como le gustaba tanto el flamenco, le dije, por qué no hacemos un tema y se lo dedicamos al maestro. Y así fue.
– ¿Cuántas veces al día se acuerda de Paco?
– Como me acuerdo de Chick Corea, todos los días. Cada vez que agarro la guitarra, Paco ya está ahí, en un motivo, en cualquier cosa. Y con Chick me pasa lo mismo, los tengo incorporados. Los echo de menos y me pongo triste, a veces lloro. Me da el punto ese que recuerdo muchas cosas, las vives de pronto, y se me van las lágrimas.
– ¿Cómo recibió la noticia de la muerte de Paco?
– Pues como todos, por la mañana temprano. Fue raro, una llamada tan pronto, se lo dije a mi mujer… No hice caso. Y al poco dieron la noticia, yo me levanto temprano a estudiar y tenía un mensaje también de mi compadre Antonio de Mallorca, “José, que ha pasado esto…”. Y yo “es mentira, hombre, es mentira”. Hasta que la tele lo confirmó. La muerte de Corea fue también inesperada para mí, estaba con mi mujer y me dijo, “siéntate, que te voy a dar una noticia”. Y me contó que Chick se había ido. Los dos eran grandes personas y muy estrictos con la música, en el sentido de que tenían mucho respeto y para nada roneaban con nadie. Era gente normal.
Imagen superior: Niño Josele, en el Festival Paco de Lucía Legacy, Nueva York, febrero 2024. Foto: Maro Rennella
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»