En la ya larga carrera y fecunda carrera de Dani de Morón (Sevilla, 1981) hay un momento fundamental: su paso por la banda de Paco de Lucía, en la que militó por un tiempo limitado, pero que le dejó una huella profunda. A punto de honrar al maestro en el festival Paco de Lucía Legacy de Nueva York, el guitarrista acaba de sacar un nuevo disco, Empatía, en el que su fuerte personalidad nunca pierde de vista las enseñanzas del genio de Algeciras. En un céntrico hotel sevillano, accedió a hablar de todo ello largamente con Expoflamenco.
– En sus inicios como guitarrista, ¿en qué momento aparece o se cruza Paco de Lucía?
– Es curioso, porque cuando yo empiezo a tocar Paco tenía importancia, por supuesto, pero no era fundamental. Era una escuela más, como la de Morón, como esta, como aquella… Todas al mismo nivel. Pero es curioso porque de los profesores que tuve, el más mayor, que era contemporáneo de Diego del Gastor, Manolo Morilla, sí era un seguidor de Niño Ricardo y Sabicas, y Paco de Lucía estaba ahí, claro. Lo llamativo es que a los guitarristas que salían de Morón con más técnica se les decía “es que este es de la escuela de Paco de Lucía…” No de una forma despectiva, pero…
– …Un poco peyorativa.
– Como que tenía poco contenido. De hecho, yo tengo por ahí un vídeo en VHS que nunca verá la luz, en el que con 15 años repito ese rollo. El típico vídeo que mi padre le ponía a la gente cuando venía a casa, y le tuve que pedir que no pusiera más eso [risas]. Entonces, lo primero que veo de Paco es un vídeo actuando en una Bienal, en el Lope de Vega, no sé decirte en qué año, en la que toca una primera parte solo y una segunda en trío, con Bandera y Cañizares… Puede ser del año 90. Y ahí me quedé… Dije: pero bueno, ¿esto qué es? Hablé con otro de mis maestros, Alfonso Clavijo, y entendí que lo de Paco no era lo que yo había pensado antes. Empecé a estudiarlo, lo que iba oyendo me lo iba aprendiendo. Pero es cuando sale Luzía cuando me digo: yo quiero tocar así. Con esa forma de sonar la guitarra, con ese tiempo. Ahí me quedo pillado de verdad. Incluso antes, cuando escuchaba Siroco o Solo quiero caminar, me impresionaba, pero no tanto como el lenguaje de aquel álbum.
– Se suele decir que a cada guitarrista le marca un disco de Paco distinto, como si fuera la temporada de la serie en la que te incorporas, ¿no?
– Ahí está [risas]. Para mí Luzia rompe con todo lo anterior, es un salto muy grande de discurso respecto a los otros. De hecho, no sé si entre Solo quiero caminar o Siroco y Luzía hay algún salto así, creo que no. Eso es otro mundo.
– ¿Es ese el momento en que lo incorpora definitivamente a su devocionario?
– Claro, ahí hago el camino inverso: me pongo a descubrir los primeros discos de él con Camarón, hasta llegar a Potro de rabia y miel y todas las cosas que son hoy referencias.
«Al salir ‘Luzía’ es cuando me digo: yo quiero tocar así. Con esa forma de sonar la guitarra, con ese tiempo. Ahí me quedo pillado de verdad. Incluso antes, cuando escuchaba ‘Siroco’ o ‘Solo quiero caminar’, me impresionaba, pero no tanto como el lenguaje de aquel álbum»
– ¿Qué aspectos le fueron interesando de su toque?
– Es que es todo. Yo acompaño a un cantaor por Levante, y tengo la referencia de ese espíritu. Tengo que acompañar por soleá o seguiriya y tengo en la cabeza cómo toca Paco por esos palos, porque para mí reúne perfectamente todo el conocimiento de todos los maestros anteriores. Una persona que te encuentres con clave de Melchor, o clave de Niño Ricardo o clave de Sabicas, es él. Pero no lo descubres desde el principio. Fíjate si me obsesioné con Luzía, que me propuse que no iba a grabar hasta que no me lo aprendiera nota por nota, para entenderlo. Y así fue. Me quedé atascado en los tangos y sigo atascado en eso, pero al menos lo entendí.
– ¿Cómo explicaría a un profano ese concepto de sintetizar todo el toque anterior?
– Se ve fácilmente en que él no cambia nada sin conocer lo que había antes. A todas las conclusiones que llega, las hace conociendo lo anterior. No se inventa nada gratuitamente, tiene en la cabeza a los maestros, como debe ser. Si empiezas a ver, por ejemplo, todo lo que ha habido por taranta antes que él, y escuchas cómo empezó él, la primera, la segunda… Hasta llegar al Tío Sabas, eso es increíble. Es la evolución lógica de algo sin perder la identidad del estilo. Eso sí lo hablé con él, me dijo que cuando componía algo y le faltaba carácter de taranto, de minera o de malagueña, recurría a los marcajes de los maestros y los colocaba dentro. Tú compones algo en cierta armonía y piensas, “ahora mismo no es nada, es solo música”. Pero coges dos o tres marcajes de Montoya o de él mismo, y ya lo tienes, ya tiene el carácter que necesitabas. Por marcajes me refiero a pasajes musicales que definen un estilo…
– Los guitarristas de su generación, ¿han tenido experiencias similares a la suya?
– Yo creo que muchos lo han conocido antes. Ahí influye un poco la forma de ser de mi pueblo, del que estoy encantadísimo, lo quiero con locura, e incluso en mi último disco he grabado un tema con el código postal de Morón, pero… Quitando a Paco del Gastor, que sí conoció a Paco, quien dijo una frase que me encanta sobre Paco: “Entre todos no valemos ni para llevarle el estuche”. Y lo dijo automáticamente cuando lo conoció.
– ¿Qué apreciaba él de Paco?
– Todo. Tuve una conversación con él sobre Paco y era no parar. Me contó el encuentro artístico con Camarón, que lo provoca él, porque iba a tocar en el disco. En todo caso, si ponemos a mi generación de Alfredo Lagos, el Bolita, el Morao, aunque algunos sean cuatro o cinco años mayores, todos lo han conocido antes y han tocado cosas de Paco antes que yo.
– ¿Alguien puede decir que no ha pasado por ahí? ¿Son todos ustedes hijos de Paco en mayor o menor medida?
– Es que todavía hay gente que se creen que no estudiar a Paco o no preocuparse de lo que él hacía es tener personalidad, y me parece un gran error. No tiene sentido, es creer que si no hablas idiomas tienes más cultura, o si no lees partituras vas a sonar más flamenco. Y cuanto más conocimiento tengas, mejor te irá en la vida. Y otra cosa: con un pasaje de Paco, hacemos cualquier humano tres discos. Es muy fuerte. Y lo que de él nunca veremos será la papelera de los ordenadores, su capacidad de tirar cosas. Cuando se ha quedado con lo que escuchamos en el disco, cómo habrá sido el material que se ha quedado fuera.
«Paco del Gastor, que sí conoció a Paco de Lucía, dijo una frase que me encanta sobre Paco: “Entre todos no valemos ni para llevarle el estuche”. Y lo dijo automáticamente cuando lo conoció»
– Un disco de descartes de Paco sería mucho, sí.
– Y luego hay otra cuestión. En cada persona que lo seguimos hay un Paco distinto. Para mí no es lo mismo que para Jose Mari o que para Cañizares, no por haber convivido más con él, que lo han hecho, sino porque han visto cosas distintas en él. Y hay gente que ha enfermado por culpa de eso. Hay casos a los que les ha costado la vida musicalmente hablando. Hay gente que, para mi gusto, cuando lo han conocido han perdido interés, eran más interesantes después de haber estado rozados con él. Entiendo que es muy complicado, pero lo que Paco da sobre todo son claves, claves para cogerlas de forma sana, no para quedarse loco ahí.
– Yo suelo decir que es como un plan de estudios para desarrollar, y no para imitar sin más, ¿lo ve así?
– Claro, y los que para mí tienen más cárcel son los jóvenes que dicen “es que Paco tenía una velocidad…” Paco no corre, Paco tenía tiempo. Quedarse con una escala de Paco es la espumita de la cerveza, no es nada comparado con lo que viene detrás. A muchos me gustaría decirles: si hubieras escuchado a Paco a un metro, te darías cuenta de que eso es inhumano, esa potencia, ese tiempo, ese peso… Pero no para ponerte enfermo, sino para recordar cosas. Bandera, Cañizares y Viejín son los que mejor pueden hablar de eso, porque han vivido esa época salvaje de Paco, musicalmente hablando. Y eso era increíble.
– De hecho, iba a preguntarle si Paco, involuntariamente, puso a correr a los guitarristas que creían que parecerse a él era participar en una carrera de velocidad.
– Claro, no entienden que la palabra correr no entra, porque un músico que corre es malo. Un músico sin tiempo no puede ser bueno. Él mismo, y me consta porque lo comenté con él, usaba el término “echar los leones”, aquellas escalas vertiginosas, y se lamentaba de que si no echaba los leones, le silbaban. Tocar así de rápido es una virtud, pero en la virtud está también tu trampa. Fíjate, yo cuando salió el disco de Luzía empecé a escuchar que Paco estaba acabado. Y yo decía, ¿pero habéis escuchado esto? ¿Esa bulería en la menor que empieza con un trémolo? Mira, se me ponen los vellos de punta de recordarlo. ¿Habéis escuchado los tangos en mi bemol? ¿Y esta seguiriya? Y la gente: na, ese está acabado. Para colmo, ese disco no fue acompañado de una gira rápidamente, y en España tocó muy pocas veces, si mal no recuerdo solo en Madrid, Barcelona y Marbella. Y la gente creía que si tocaba lo del disco, eso ya no valía nada.
«Lo recuerdo a él tocando la mía, tan bonito, un día que empezó hablándome de Sabicas por cierto. Decía que era al que mejor le sonaba la guitarra. Yo le pregunté: “¿Incluido…?”. Y respondió: “Sí, incluido yo”»
– Las ganas que tenían algunos de mandarlo pronto al asilo, ¿no?
– Sí [risas]. A mí me llegó a decir en la Plaza de Toros de Lisboa: “La de gente que hay que quiere que me muera. Lo que no saben es que, cuando me vaya, la silla me la llevo yo”. Y es verdad. Cada uno tiene su silla, cada uno es especial. Pero siempre hay gente loca por verte derrumbado.
– ¿Es cierto que usted se incorpora a la troupe de Paco por carambola?
– El primer concierto que hice con él fue en la Plaza de la Catedral de Cádiz, mejor sitio no pudo ser, el 18 de mayo de 2007. Yo conozco a Paco en el Pirineo Sur en 2004, yo iba con Guadiana, Saúl Porrina y Bernardo Parrilla. Él quiso salir antes a tocar, para escucharnos después, y así hizo: tocó y luego se quedó entre cajas viéndonos. Ese día, por cierto, me firmó la guitarra, me dijeron que le echara laca, le eché laca del pelo, y se me borró todo… [risas]
– Era laca fijadora, claro…
– Después me la firmó otra vez, y Jesús del Rosario me lo bordeó con pegamento por encima, y ahí está la guitarra, que además es la de El Viejín. Yo a Paco no volví a verlo más hasta unos meses después, que hicimos Carmen, Carmela con Canales, en el Albéniz. Y me hicieron la broma típica, “tío, está Paco en el patio de butacas”, para que te pongas nervioso… Pero es que estaba. Y la verdad es que yo siempre he sido un poco inconsciente con esas cosas, “bueno, si está pues que esté, ¿qué podemos hacer? Nada”. Entonces me llamaron para hacer el disco de La Tana en directo, porque Diego del Morao estaba con No hay quinto malo de Rafael Soria. Y lo siguiente fue en 2007 porque Niño Josele grabó el disco de Bill Evans, y hacía falta sustituirlo. Era un domingo y me hicieron unas pocas de llamadas desde un número oculto. Y luego me llamó Josele, diciéndome “te está llamando Paco”. Otra broma para reírte. Pero no, habían estado en Turquía y había salido mi nombre. Y al día siguiente me llamó, así de natural y de bonito fue.
– ¿Qué se siente?
– Lo mismo que en cada llamada de él. Me llamaba a las ocho de la mañana, “¿estás estudiando ya?” [risas] “Estás asustado, ¿no?”.
«Es como creer que si no hablas idiomas tienes más cultura, o si no lees partituras vas a sonar más flamenco. Cuanto más conocimiento tengas, mejor te irá en la vida. Y otra cosa: con un pasaje de Paco, hacemos cualquier humano tres discos. Y lo que de él nunca veremos será la papelera de los ordenadores, su capacidad de tirar cosas. Cuando se ha quedado con lo que escuchamos en el disco, cómo habrá sido el material que se ha quedado fuera»
– Tenía guasa, ¿verdad?
– Sí, pero se portaba superbién. El primer día llego a Cádiz y me dice, “qué, estás hasta las trancas, ¿no?”. Y te contaré algo que no he contado nunca. En mi primer disco hay un tema que se llama Tú lo tienes y está relacionado con ese momento. Llego a los camerinos y me dice, “venga, vamos a mirar las cosas, ¿qué quieres mirar?”. “Los tangos”, le respondo. “Los tangos no valen nada, no los vamos a tocar, vamos a hacer otra cosa… ¡Bueno, venga, hagamos los tangos”. Y todavía no habíamos dado una nota, me dice: “Tú lo tienes. Con la cara con que estás cogiendo la guitarra tú lo tienes, no te preocupes”. [risas] Luego me dijo: “Zyriab qué, te dejo en un acorde y mejor no, tú me miras, ya echo yo los leones y engañamos a esta gente y nos vamos, ¿no?”. “Pues te lo agradezco, maestro”. Eso es un puntazo, habla mucho de él. Lo único que advertía era: “Solo te pido que no corras”. Estar con un tempo acertado y el corazón a 500, y encima en Cádiz… Ya es bastante.
– ¿Cómo era para usted acoplarse a una formación como el sexteto?
– No lo he dicho antes, pero realmente mi nombre saltó porque yo había estado con la gira de Mi niña Lola de Buika, y había muchos elementos comunes, porque Alain si no estaba con Paco estaba con Concha, el Piraña andaba por ahí también… Estaba en el ámbito de ellos, eso es todo. Podría tirarme el rollo de que una noche me vio y no sé qué cosas más, pero sería mentira. En el grupo, yo me sentía bien por estar con todos ellos, pero muy mal porque Paco no quería reverb dentro, nada, y la guitarra se ponía muy latosa. Él tenía su explicación: con ese sonido, dentro salían todos los trapos sucios, de modo que si sonaba bien, afuera sería ya para matarse. Y eso yo lo llevaba fatal. A mí me gusta ponerme dentro algo parecido a lo que sale fuera, para saber más o menos cómo se está proyectando. Él en cambio se lo ponía más complicado. De hecho, otra de las cosas que me impactaron es la guitarra suya de toda la vida, que es una guitarra durísima, muy áspera. Recuerdo que Paco cogía la mía, mi Esteso, que suena muy redondita, y eso era un caramelo. Yo creía que la guitarra suya era la mejor, y para nada. Buscaba la dificultad, por ahí van los tiros. Tiene tela.
– ¿La tocó?
– Un día nada más, me la ofreció pero por respeto a él no lo hice más. Lo recuerdo a él tocando la mía, tan bonito, un día que empezó hablándome de Sabicas por cierto. Decía que era al que mejor le sonaba la guitarra. Yo le pregunté: “¿Incluido…?”. Y respondió: “Sí, incluido yo”. [risas] En realidad fue poco tiempo el que estuve con él, pero gracias a eso pude acordarme de muchas cosas de estas.
– ¿Cómo fue la despedida?
– Ya me fueron llamando solo para los bolos que no hacía Josele, en total hice nueve con él. Josele se portó muy, muy bien, me mandó las cosas con su claqueta despacito, me fui un día a su casa… Chapó.
«En cada persona que le sigue hay un Paco distinto. Para mí no es lo mismo que para Jose Mari o que para Cañizares, no por haber convivido más con él, que lo han hecho, sino porque han visto cosas distintas en él. Y hay gente que ha enfermado por culpa de eso. Hay casos a los que les ha costado la vida musicalmente hablando»
– ¿Cuánto tardó en montar el repertorio?
– No era tanto la complejidad del repertorio en sí, como con quién tenía que hacerlo. Era mucho de acompañarlo a él. Aprenderse la seguiriya de Luzía es complejo, pero bueno. Los tangos los quitó, solo los tocamos un par de veces. Y luego en la segunda parte, había mucho cante, con ir pegadito a él y no correr, ya íbamos bien.
– ¿Algún momento difícil? Una vez me contó algo que le gritaron desde arriba…
– Sí, pero ahí estaba yo de público, eso fue en Málaga, poquito antes de lo nuestro, en 2005 o 2006… Afinando para la minera, en el cuarto tema, se escuchó perfectamente: “¡Paco, a la mierda!”. Pero a un volumen increíble. Se le cambió el cuerpo, de hecho de ahí para adelante empezó a quitarse el micro y todo, descompuesto. Hay una foto que tiene un compañero mío de Málaga de esa noche, y está hablando con Fosforito. En ese momento, Fosforito le decía: “Paco, tienes que entender que la gente se pone nerviosa cuando te ve. Y ese hombre habrá dicho, ‘Paco, una mierda para todos…”. Y él sacudió la cabeza y dijo: “No, no ha dicho ‘Paco, a la mierda’. Eso es lo que ha dicho”. Estaba el hombre insultando. En medio de aquel silencio, con 10.000 personas… Es terrible. Si encima no tenía su día, ni te cuento. Yo lo vi aquí en Sevilla, en el auditorio Rocío Jurado, y lo pasó realmente mal. Pero mal en su nivel, claro.
– ¿Era la autoexigencia en persona?
– Hasta el punto de que si no salía un pasaje, lo repetía. Otra enseñanza que recibí fue ese no te vayas, no te puedes ir de la frase. Porque si dejas esa, vas a dejar otra, y vas dejando chispita a chispita… Ahí Isidro [Sanlúcar] era igual. Si te rindes, al final está el disco o el concierto lleno de chispitas: mejor vuelve atrás e intenta hacerlo otra vez. Él lo hacía siempre. Pero que no se me olvide otra anécdota que pasó en su tierra, y que creo que le hizo gracia. Se daba esa situación en la que le gritaban “¡Paco!” y él respondía “¡qué!”, y la gente se reía. Y esa vez le gritaron, “¿qué? Que tienes la cabeza como una pera de agua”. Eso solo pasa allí.
– ¿Algún recuerdo más?
– Sí, un día que actuamos en Rumanía, era verano pero hacía un frío… Pero frío, como aquí una noche de diciembre. Yo he llegado a la conclusión de que el frío tiene que ver mucho con el miedo cuando estás tocando. Hay guitarristas que hace 40 grados y tienen frío. Pero allí lo hacía, y eso era una bomba. Y yo lo miraba y pensaba, cómo es posible, cómo se puede sobreponer a estas cosas, si aquí no hay quien toque. Y su actitud era, ¿hoy es el peor día, no se puede tocar? Pues hoy es cuando voy a tocar.
– ¿Hablaron alguna vez de otros guitarristas actuales? ¿De Manolo Sanlúcar?
– Ahí tuvo solo un día en que estaba insultado, porque Manolo lo llamó para su famosa enciclopedia, y le pidió lo siguiente: “Compadre, quiero que toques los caracoles pero en do y bien, como tú tocabas antes” [risas]. Y me lo contó así, que se lo había dicho con esas palabras pero en serio, “¡cuidado este…!”. También está la historia de que lo llamaron para grabar en un disco, le borraron la guitarra pero le dejaron un mensaje de voz en el teléfono: “No es lo que esperábamos de ti, lo hemos borrado”. Y él al recibirlo dijo: “Tenía que haberle pedido como a Bryan Adams, 60.000 dólares. Y verías cómo le gusta”.
– ¿Cree que había pique entre Paco y Sanlúcar?
– Bueno, como te he contado lo de los caracoles te cuento una de la que fui testigo. Uno le dijo: “Te voy a decir una cosa, ¿sabes que tú me gustas más que Paco?”. Y Manolo le dijo del tirón: “Pues tú eres tonto”. Así de claro.
– Hablemos de su disco, en el que he leído que ha buscado el sosiego, la desaceleración. ¿Ha tenido a Paco presente?
– Claro, el sosiego no tiene que ver con la lentitud, sino con que tenga tiempo. Algo te produce paz, pero puede tener una carga melódica, armónica y rítmica muy gorda. Como yo quería que las composiciones tuvieran estructura de palos concretos, he utilizado automáticamente lo que aprendí de Paco: hago una variación de 3×4, suena a bulería por soleá, pero, ¿por qué? Coge un remate de Bacán, de Pedro Peña, de Paco del Gastor, la colocas a tu forma y le da carácter al conjunto.
«A mí me llegó a decir en la Plaza de Toros de Lisboa: “La de gente que hay que quiere que me muera. Lo que no saben es que, cuando me vaya, la silla me la llevo yo”. Y es verdad. Cada uno tiene su silla, cada uno es especial. Pero siempre hay gente loca por verte derrumbado»
– Ahora es una obligación de los guitarristas tener un sello propio. ¿Cree que Paco puede ser despiadado con sus imitadores?
– Hay una cosa curiosa en eso, creo que te lo he contado alguna vez, sin que suene pedante. El año pasado vino Cañizares a verme tocar en Madrid, y me estaba preguntando por una cosa que yo había hecho en el concierto, y le dije: “Pero si eso es tuyo”. “No, no”. “Mira, te voy a decir lo que es: esa es la cadencia de la taranta que tú acompañas a Duquende. ¡Pero si yo sigo queriendo ser tú!”. Y me responde Cañizares: “Pues qué suerte hemos tenido, porque si tú quieres ser yo y te has quedado en ser tú, todos hemos ganado, ¿no?”. Tú a veces pretendes copiar a los demás, pero tu personalidad te lleva a otros lugares. Por eso quienes dicen que no quieren escuchar a nadie para tener personalidad propia están condenados a ser muy mediocres.
– Otra cosa que tienen en común Paco y usted es la afición por el cante. ¿Hasta qué punto una guitarra debe ser cantaora?
– Este disco tiene que ver con eso, porque el punto de partida en la búsqueda de esa paz es que tenga muchas líneas melódicas, algo que no está tan presente en otros trabajos. Cuando hice 21 con el cante, esto está compuesto desde el mismo prisma, pero sabiendo que casi no hay cante apenas, solo en los fandangos. Pero está todo compuesto como si hubiera un cantaor, los marcajes y los rasgueos están hechos para eso. Otra cosa es que Paco siempre decía que era un cantaor frustrado… No es mi caso, pero darle valor a esas líneas melódicas es clave.
– ¿Usted también se cantiñea?
– No, no, nada, nada. Además, tengo un problema para memorizar letras. No sé qué parte de la cabeza no me funciona. Pero creo que es un gran favor para el arte que yo no cante [risas].
– Usted es también un caso de músico flamenco que tiene claro que no se puede permitir que la ortodoxia se estanque…
– Sí, aunque a veces nos vamos a buscar cosas muy lejos de lo que conocemos. Paco también hablaba de eso: “Muchas veces vamos buscando la luna y la tenemos debajo de la cama”. ¿Cuántas veces hemos hecho ‘tran-trico-tran-tran-tran’ en la Historia? ¡Pues todavía hay más! Te pegas tres horas tocando por seguiriya y no hay ni un marcaje igual. O por soleá, dum-tra-ca-tran-tran-trigo… y hay 20.000 millones de formas más.
«También está la historia de que lo llamaron para grabar en un disco, le borraron la guitarra pero le dejaron un mensaje de voz en el teléfono: “No es lo que esperábamos de ti, lo hemos borrado”. Y él al recibirlo dijo: “Tenía que haberle pedido como a Bryan Adams, 60.000 dólares. Y verías cómo le gusta”»
– Eso sin salirse del cauce, pero estamos en un mundo mucho más globalizado que el que Paco trató de ampliar. Estamos en la generación Spotify, ¿no?
– Eso es también una trampa, porque nos creemos que por tener la música ahí ya la conocemos. Los alumnos van a la clase, graban al maestro y dicen “ya lo tengo”. Pero lo tienes en el bolsillo, solo. Pero sí, en este disco hay muchos leit motiv que no tienen que ver con el flamenco, notas que utilizo como pedal… Pero al igual que hay eso, hay muchos marcajes y falsetas, historias cortas dentro del toque. Yo de todos modos no me pongo a componer como tal, me pongo a unir cosas cuando ya he compuesto bastante. Es un puzle con las cosas que va surgiendo.
– ¿Qué músico, aparte de Paco, está en su disco?
– Tengo mi pianista de cabecera, que es Robert Glasper. Ese es clave. En este disco pasa que parece que hay una nota lanzada en otra pista, y no es así: está todo en la misma pista, y eso lo aprendí de Glasper, aunque con un piano es otra cosa. Pero yo quería encontrar la forma de colocar la mano para conseguir lo que él hace.
– ¿Y guitarristas?
– Estoy bastante desconectado, no estoy enganchado a nadie ahora, no como los romances que he tenido con Brad Meldhau o Keith Jarret. Me tienen absorbidos los pianistas. Creo que el último guitarrista que me agarró, durante la pandemia, fue Nelson Veras. Toca con cuerdas de nylon, hacía un solo y me dije: tengo tiempo, me lo voy a aprender. Y nada, es otro mundo.
– ¿Flamencos?
– Me ha ayudado más, para darle sentido a esta historia, volver hacia atrás en el tiempo. Meterme a escuchar a Melchor, Ricardo y Montoya.
Imagen superior: José Ángel Vidal
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»