Aunque su nombre no es tan conocido como el de otros músicos, Domingo Patricio (Mataró, 1966) ha puesto su flauta al servicio de grandes del flamenco como Sara Baras, Pepe de Lucía, Vicente Amigo o Enrique Morente. Pero tal vez la cima de su carrera sea el periodo en que militó en la banda de Paco de Lucía, quien era para él un ídolo desde muy temprana edad. Después de pasar algunos años en Alemania, el artista se ha afincado en Tenerife, donde atiende a Expoflamenco para compartir aquella aventura inolvidable.
–¿Usted estuvo familiarizado con el flamenco desde sus comienzos en la música?
–Yo de niño, con 8 o 9 años, empecé a tocar la flauta dulce, y a los 10 años me puse con la travesera. Nací cerca de Barcelona, en Mataró, pero mi familia es de Málaga, como tanta gente de Cataluña que viene del sur. Mi hermano tocaba la guitarra flamenca, y él me empezó a enseñar las primeras falsetas. Empecé a tocar con guitarristas, luego con ballets, con bailaores, me fui metiendo y poco a poco empecé a entender el lenguaje. Luego fundamos en Barcelona un grupo llamado Jaleo, con Diego Cortés, hicimos dos o tres discos pero era más de fusión. Con Chicuelo también toqué cuando teníamos 14 o 15 años, y con Cañizares, con Pedro Sierra, con toda la gente de Cornellá… Pero a mí me gusta toda la buena música, tengo listas en las que lo mismo sale Miles que Pat Metheny, Camarón, Bach o Paco de Lucía. Ahora mismo estoy estudiando piano bastante fuerte. Hasta ahora controlaba un poco la armonía pero no tenía técnica, ahora estoy cuatro o cinco horas diarias con eso.
–A mediados de los 90 participa en la grabación de El orgullo de mi padre, de Pepe de Lucía. ¿Es el primer contacto con la familia?
–Sí, eso vino de la mano de Cañizares. Él se fue a vivir a Madrid un poco antes que yo. Y a los seis meses o así, Jaleo se acabó y yo me planteé irme para allá también. Fue llegar, llamarle, decirle que si se enteraba de algo para mí, que por favor me avisara. Y esa misma noche me llama Pepe de Lucía, estaban los dos ensayando para el disco. “Vente para acá, que Juan Manuel me ha hablado de ti”. Grabé un tema primero que se llamaba la Nana de mi niña, con música de Juan Manuel, espectacular. “Pues toca también en este, que van a tocar Paco y Alejandro [Sanz]”. Uno que se llamaba La vida es un espejo, me parece. Y sí, fue mi primer contacto con ellos…
–Antes de eso sabría usted perfectamente quién era Paco de Lucía, pero ¿qué lugar ocupaba en sus gustos musicales?
–Era mi ídolo, a la altura de los grandes músicos que me gustan, Metheny o Michael Brecker. Cuando él empezó el flamenco estaba en una fase mucho más básica que cuando lo soltó, lo puso a otro nivel.
–¿Qué disco de él le gustaba más?
–Todos, pero había uno que me gustaba mucho musicalmente, Siroco, aunque en aquella época todo el mundo se pasaba con la reverb… Pero los tangos esos de Siroco… Bueno, todo lo que grabó ahí. También escuché mucho, cuando tenía 16 o 17 años, un disco en directo, creo que era Live in Paris, con Jorge y con Carles… En Luzía hay cosas muy bonitas también. En fin, todo lo que ha hecho.
–Imagino que, como flautista que empieza a abrirse camino en los 80, la influencia de Jorge Pardo debía de ser enorme. Era la referencia ineludible, ¿no?
–Claro, Jorge era otro monstruo, y se pega mucho su estilo. Al principio sacaba todo lo de él, pero luego pensaba que me gustaría sonar a mí. Luego cambié un poco de estrategia, porque como me gustaba mucho otro tipo de música, de jazz básicamente, porque me parece el lenguaje más rico a nivel improvisación, y saben perfectamente por dónde se están moviendo, al sacar cosas de otros músicos que no son flautistas ni flamencos, se fue conformando un poco más mi personalidad. Creo que hay que aprender de todo el mundo, pero lo primero es buscar tu sonido. Para lo otro ya está el original. Jorge fue muy inteligente y con muy buen gusto, conquistó su espacio perfectamente. Yo pensé en hacer más el papel de guitarrista que de cantaor: él jugó más a hacer la voz, yo de manera inconsciente cogí falsetas técnicamente muy complicadas y traté de hacerlas, como hice también con Cañizares, que es de los mejores del mundo.
«Una cosa que me impresionó es que acababa el concierto, y antes de hacer el bis se fumaba un cigarro entero mientras la gente aplaudía. La gente aplaudiendo cuatro o cinco minutos, eso yo lo había visto muy pocas veces»
–¿Aprendió mucho de Juan Manuel?
–Claro, cuando vivía en Colmenar Viejo, en Madrid, nos veíamos mucho, y había noches que a las cuatro de la madrugada estábamos los dos escuchando a Bela Bartok a un volumen… Como hoy los jóvenes escuchan reguetón o música disco. Los dos con 20 o 25 años ahí, y los vecinos pensando que estábamos zumbados, escuchando aquello que parecía música de terror. Tiene un talento grandísimo y un sonido único, lo admiro muchísimo.
–¿Ha tenido contacto frecuente con Jorge?
–Tenemos muy buen rollo, nos hemos visto diez o quince veces en la vida y siempre muy bien. La última vez fue en Marsella, yo iba con Juan Carmona… Y con Carles he tenido también mucha relación, vino a Düsseldorf a verme, y yo también viví un tiempo en Castelldefels, a dos kilómetros de él. Toqué con su grupo en el Jamboree de Barcelona, es otro de los músicos que me flipan.
–Volviendo al disco de Pepe, ¿llegó a coincidir con Paco en el estudio?
–Sí, una noche estuvimos Juan Manuel, Paco, Alejandro, Pepe y yo, y José Luis Garrido, que era el técnico de Musitron. Fue muy natural, muy normal, me trataron como un colega. Uno de repente está con un ídolo y al principio es un poco difícil saber cómo comportarse, aunque bueno, lo mejor es ser tú mismo, tener respeto y educación. Pero ahí había gente que yo admiraba desde niño. Muchas veces, al mitificar a la gente, creemos que son más complicados de lo que son realmente, pero los grandes-grandes son los más humildes y los más normales. Los que no tienen claro lo que son, son los que pueden comportarse de una forma más rara. Cuando estás con alguien que lo tiene claro, todo es muy fácil.
–¿Le sorprendió en algún sentido?
–Sí, esa naturalidad y esas ganas de pasarlo bien. Ese estar en lo que estás, y al mismo tiempo soltar cualquier gracia para reírse. Su normalidad dentro del genio que era, resultaba impresionante.
–¿Estuvo también con él en la grabación del disco de Cañizares Noches de imán y luna?
–Sí, fue en el mismo estudio de Musitron. Yo estuve ayudando a Juan Manuel con los arreglos, las programaciones midi y demás. Yo toqué en una rumba titulada Lluvia de cometas, en la que tocaba también Carles Benavent. Y recuerdo que Paco grabó una percusión con una sandalia [risas] en el siguiente, Punto de encuentro. Vinieron también Morente, Mike Stern, Mark Bedford, el trompetista de Pat Metheny, Don Alias, que iba con Miles, con Herbie Hancock… Ahí Paco tocaba unos tangos.
–Paco, ¿cómo se mostraba en el estudio?
–Los días que estuve con él estaba simplemente acompañándonos, cuando grabó estaba solo él con Juan Manuel. Venía, escuchaba, respetaba bastante que era un proyecto de Juan Manuel. Si oía algo raro lo comentaba, pero no se metía mucho.
«Era un pedazo de guitarrista, el mejor del mundo, o de los mejores. Cogió el flamenco cuando era, no diré un folklore, pero sí algo muy limitado, e hizo una serie de aportaciones enormes. Luego tenía un sonido y una personalidad brutales, y eso es lo más difícil. Con una inteligencia, una afinación, un oído, un ritmo, una creatividad para componer… Lo tenía todo»
–¿Cómo se incorporó a su grupo?
–En una época en que Antonio Serrano paró, y Paco dijo “llamamos a Domingo”. Fue Antonio el que me llamó, y luego hablé con él. Me mandaron un disco, me lo aprendí todo, y sin ensayar ni nada tocamos por Valencia, cerca del mar, en una feria de regatas o algo parecido. A Antonio lo conocía porque soy un loco del ajedrez, después de la música es lo que más me gusta, y habíamos jugado un día en el Parque del Retiro de Madrid. Es un gran músico.
–¿Qué sintió cuando le confirmaron el fichaje?
–Pues imagínate, una ilusión terrible. Ya llevaba años que me comentaban de vez en cuando, “te va a llamar”, pero no pasaba. Hasta que pasó. Me puse las pilas e intenté hacerlo lo mejor posible.
–¿Le costó mucho montar el repertorio?
–Con la flauta no, porque todas las falsetas las había tocado yo ya. Lo que me daba más nervios era que tenía que tocar el teclado un poquito, hacer unos colchones y tal. Ahora llevo 15 años con Juan Carmona y toco también teclas con los solos, para que tenga más armonía debajo. Al final me he animado en serio, como te decía, porque aunque tengas el Logic, si no tienes soltura con el piano, vas superlento. No fluye de la misma manera que si estás suelto con el piano. Y sí, ese fue el desafío más grande con Paco.
–¿Había hecho alguna gira antes de esas dimensiones?
–Con Sara Baras había estado unos años, y había años que había 150 bolos, una barbaridad. Con Jaleo, con Enrique Morente… Había trabajado con mucha gente. Pero de ese nivel como Paco no, ni existía antes ni lo hay ahora. Llenabas en todas partes, daba igual, en Buenas Aires, en Tel Aviv, en Belgrado o Tokio, 5.000, 6.000, 10.000 personas… Eso no lo ha hecho nadie más. Una cosa que me impresionó es que acababa el concierto, y antes de hacer el bis se fumaba un cigarro entero mientras la gente aplaudía. La gente aplaudiendo cuatro o cinco minutos, eso yo lo había visto muy pocas veces.
–En sus conversaciones, ¿de qué hablaban?
–Fue muy bonito, hablábamos mucho en las puertas de embarque, cuando nos íbamos a comer, en un coche los dos juntos… En aquella época tenía al niño pequeño y yo también tuve el mío por las mismas fechas, y estaban esos temas de por medio. Y de política, de cualquier tema del que puedan hablar dos personas en esas circunstancias…
–¿De fútbol?
–Eso sí recuerdo, que cuando ganó España el Mundial lo llamé. Cuando metió el gol no sé si Puyol o Iniesta… Iniesta fue, ¿no? Yo nunca fui muy futbolero, pero simpatizaba con el Barcelona por ser de allí, y él del Madrid. Pero lo llamé y estaba supercontento de que ganara España.
«Hay otros que tocan muy bien, o que saben más que tú en algunas cosas, pero él tenía una grandeza especial. Cuando escucha una nota y suena como un martillazo en tu cabeza, no en plan bruto, sino que tiene peso, y te cuenta algo… Él lo tenía. Como Miles, no era un trompetista con una gran técnica, pero daba dos notas y te partía por la mitad»
–De música, ¿no hablaban?
–Sí, me contaba por ejemplo que le encantaba Igor Stravinsky. Y Chick Corea, con el que ya había tocado, lo admiraba mucho. Y Marifé de Triana. Y Camarón para él era lo más…
–¿En qué momento cree que se encontraba aquel Paco?
–Era un momento de madurez, rondaba los 60 y bueno, era de una tranquilidad total por un lado. Por otro, la fuerza que uno tiene de 30 ya no la tienes. Como cuando tocaba con Al Di Meola y John McLaughin, a ver quién daba más espectáculo. Era muy bonito, más tranquilo todo, y con la experiencia acumulada.
–¿Seguía poniéndose nervioso?
–Sí, siempre. Hasta que daba el primer acorde, o el segundo. Empezaba con la minera o la rondeña, y se escuchaba bien… Pues ya se relajaba. Pero esos nervios de antes de salir no se le van a nadie. Él se pegaba en el camerino un par de horas calentando, saliendo al catering a coger algo, pero muy concentrado. Yo siempre me ponía al lado del escenario cuando él salía, y solamente dando un acorde, yo no sé lo que transmitía. Lo escuchaba y me metía para adentro a seguir calentando.
–Antonio Serrano me dijo que se ponía tan nervioso porque no ensayaba…
–Nunca ensayábamos, es verdad, ni antes, ni después, ni nada. Solamente después de algún concierto me decía, oye, esta falseta que haces así, por qué no la haces asao… Lo mirábamos un momento, y ya está. Un músico de ese nivel y esa experiencia sabe que donde las cosas se hacen es en directo, un concierto tras otro. Era de los que esperaban que las cosas crecieran durante los conciertos y las giras. Pero hay otros que antes de una gira ensayan un mes antes, todo los días. Cuando Pat Metheny montó The way up, era algo tan sofisticado que sin ensayos es imposible tocarlo.
–¿Vivió alguna mala noche de él?
–Claro, si algún día sonaba mal… Recuerdo que en Tesalónica o en Atenas, actuábamos al aire libre, y era difícil sonar bien. Luego tú como músico pides el equipo y te encuentras lo que hay, aunque con Paco el rider se cumplía bastante, porque te arriesgabas a que no quisiera tocar. Pero podía ser que no hubiera la calidad que había pedido, y se podía cabrear.
–Usted estuvo también en Ciudad de las ideas, el maravilloso disco de Vicente Amigo, además de acompañar a otros grandes guitarristas. ¿Cómo explicaría a un profano la superioridad de Paco sobre todos ellos?
–Hay muchas cosas. Primero, era un pedazo de guitarrista, el mejor del mundo, o de los mejores. Cogió el flamenco cuando era, no diré un folklore, pero sí algo muy limitado, e hizo una serie de aportaciones enormes. Luego tenía un sonido y una personalidad brutales, y eso es lo más difícil. Con una inteligencia, una afinación, un oído, un ritmo, una creatividad para componer… Lo tenía todo. También depende de la época en que vive cada uno. Esa época era propicia para eso. No sé, hay otros que tocan muy bien, o que saben más que tú en algunas cosas, pero él tenía una grandeza especial. Cuando escucha una nota y suena como un martillazo en tu cabeza, no en plan bruto, sino que tiene peso, y te cuenta algo… Él lo tenía. Como Miles, no era un trompetista con una gran técnica, pero daba dos notas y te partía por la mitad. Es la profundidad que tiene tu música, que parece cortar el aire con dos notas dadas en el sitio justo.
«Con Sara Baras había estado unos años, y había años que había 150 bolos, una barbaridad. Con Jaleo, con Enrique Morente… Pero de ese nivel como Paco no, ni existía antes ni lo hay ahora. Llenabas en todas partes, daba igual, en Buenas Aires, en Tel Aviv, en Belgrado o Tokio, 5.000, 6.000, 10.000 personas… Eso no lo ha hecho nadie más»
–¿Cómo recibió la noticia de su muerte?
–Yo estaba en Dusseldorf, en mi casa. Me llamó un amigo que había montado algunos conciertos de Paco en Rusia, en San Petersburgo y Moscú, y me llamó para contármelo. Me quedé de piedra porque era totalmente inesperado. Me dio mucho que pensar, porque en los últimos años se habían ido marchando mis ídolos, como Michael Brecker, que también ha marcado mi vida, lo he escuchado prácticamente todos los días de mi vida, y murió mucho más joven. Fue muy duro, me quedé huérfano a nivel musical.
–Después de dejar el grupo, ¿tuvo usted contacto con él?
–Después de que Antonio Serrano volviera, entre medio me llamó para hacer alguna cosa que Antonio no podía. Fui a tocar a Calabria, a Catanzaro, y a Tel Aviv, creo recordar. Hablábamos de vez en cuando, era muy enrollado, muy cercano. No marcaba ni demostraba nada, no le hacía falta.
–¿Qué recuerda de él cuando le viene a la cabeza?
–Muchos detalles. Estar en un aeropuerto, y decir “espera que ahora vengo, voy a mear”. Quizá te impacta eso más que otras cosas. Y sus bromas, algunas con palabrotas que prefiero no contar [risas]. Te hartabas de reír con él. En Sicilia tuvimos un manager que se llamaba Pompeo, ya te puedes imaginar las bromas… Era muy divertido, con una espontaneidad alucinante. Es Andalucía, que si sale a la calle se ríe hasta de su sombra.
–Haber pasado por el grupo de Paco, ¿le ha dado vuelo a su carrera?
–Es algo muy importante por supuesto, no es una cosa más. Lo que pasa es que yo nunca he querido utilizarlo. Hay gente que incluso sin tocar con él, se ha hecho una foto con Paco y la ha puesto por todos sitios. Yo soy bastante alérgico al mundo de las redes, estoy aquí con este, me parece muy superficial. Digamos que no soy una persona que lo vaya vendiendo, aunque la gente que sabe conoce lo que he hecho, y sabe que una de las más importantes, o la que más, ha sido tocar con Paco de Lucía.
→ Ver aquí las entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:
# LOS ELEGIDOS (XIX) Bobby Martínez: «Cuando Paco me dijo que en flamenco no se lee música…»
# LOS ELEGIDOS (XVIII) Joaquín Grilo: «Me duele la forma en que se rinde homenaje a Paco»
# LOS ELEGIDOS (XVII) Domingo Patricio: «El nivel de las giras de Paco no lo había antes ni lo hay ahora»
# LOS ELEGIDOS (XVI) Enrique Heredia ‘Negri’: «Una conversación con Paco equivalía a diez años de carrera»
# LOS ELEGIDOS (XV) Toni Aguilar: «Dejé el grupo de Paco de Lucía porque no quería engañarlo»
# LOS ELEGIDOS (XIV) Jesús Pardo: «Para Paco era inconcebible sacar un disco y que la gente no se asombrara»
# LOS ELEGIDOS (XIII) Juan Manuel Cañizares: «Cada vez que cogemos la guitarra, Paco está ahí»
# LOS ELEGIDOS (XII) Álvaro Yébenes: «Paco de Lucía nunca pudo salirse del flamenco»
# LOS ELEGIDOS (XI) Rubio de Pruna: «Paco de Lucía hablaba maravillas de sus compañeros, nunca alardeaba de sí mismo»
# LOS ELEGIDOS (X) Chonchi Heredia: «Paco de Lucía ha dejado frustrados a todos los guitarristas»
# LOS ELEGIDOS (IX) / Rubem Dantas: «En Rusia, Alemania o Japón todos se volvían flamencos escuchando a Paco de Lucía»
# LOS ELEGIDOS (VIII) / Rafael de Utrera: “Gracias a Paco acabé cantando diez veces más alto de lo que llegaba antes”
# LOS ELEGIDOS (VII) / David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»
# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»
# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»
# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial»
# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»
# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»
# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad»