Barcelona se vistió de gala y los flamencos nos revestimos de traje para asistir a la entrega de la Mezquita de Plata, distinción que desde 1970 concede el Tablao Flamenco Cordobés y que, en su sexta edición, ha recibido Manuela Carrasco, la maestra del baile que si sigue siendo presente es porque su propuesta transita entre la eternidad del ayer y la incertidumbre del mañana.
El Cordobés –como lo llaman los flamencos– está en los fastos del 55º aniversario de su fundación, y está regentado por el guitarrista Luis Adame y su mujer, la bailaora Irene Alba, que, conjuntamente con la dirección de María Rosa Pérez, han logrado hacer del tablao una unidad de producción como resultado del trabajo, el esfuerzo, la disciplina, la dedicación y los sueños.
Por si algún lector aún no lo conoce, se trata de un espacio creativo, en plena Rambla barcelonesa, al que defino como una galería de arte por el que han expuesto sus proyectos desde Camarón de la Isla, El Güito, El Chocolate o Bambino, a Manolete, Miguel Poveda, Israel Galván, Farruquito o Eva Yerbabuena, entre los muchos. Y por supuesto Manuela Carrasco, que es ya la última recipiendaria de una prestigiosa distinción que se remonta a 1973, cuando le fue concedida al oftalmólogo Joaquín Berraquer de manos de Pilar López.
La segunda edición recayó en 1995 en el presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, siendo hoy uno de los galardones más prestigiosos de la cultura flamenca, pues de él se enorgullecen personalidades e incluso instituciones, tal que la FECAC (Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña) y Turismo Barcelona, que se abrazaron a ella el año 2000, para más tarde ser premiadas figuras tan relevantes como Cristina Hoyos y Peret, a los que seguirían en 2017 las familias de Farruquito e Israel Galván, respectivamente, que se hizo a través de una gala cuyos beneficios fueron destinados a Cáritas.
La distinción se compatibiliza con otras actuaciones como certámenes con el nombre de Matilde Coral y Farruco (1995); la llamada de solidaridad y unión de los intérpretes flamencos desde el programa Sendero (1995); el Festival Flamenco de Otoño de Barcelona, con Israel Galván, La Susi, Rafael de Carmen, Domingo Ortega o Enrique el Extremeño (2000); o el ciclo La fusión del talento, coordinado por Belén Maya, en un año, 2010, en que nace, igualmente, la Fundación Tablao Cordobés, con un comité presidido por Matilde Coral y Fosforito, que propició el I Encuentro de Profesionales de Arte Flamenco (2011) o el espectáculo Con Carmen Amaya en la Memoria, como homenaje a la genial bailaora. (2013).
La citada fundación germinó, pues, y sin más fin que el de la promoción, protección y fomento del Arte Flamenco como expresión cultural, en el que se incluye generar las condiciones más favorables para el colectivo artístico, entre los que la memoria registra a José Valencia, Juana Amaya, José Maya, Jesús Carmona, Karime Amaya, Juan de Juan o Farruquito, que, adicionalmente, asumieron en Cordobés los códigos del arte y la guía para ponerlos en práctica.
«Con las brisas de arte que ha dejado Manuela Carrasco, a Barcelona no la hemos visto únicamente como una ciudad vibrante y cosmopolita, que lo es. La Ciudad Condal permite que la mirada, desde el Cordobés, alcance hasta el infinito de este centro neurálgico del flamenco, tablao que celebra su 55 aniversario promocionando a la capital como destino de referencia»
Es en tablaos de prestigio como el que nos ocupa donde se asimilan los patrones que no han de olvidarse, la universidad en la que nuestros artistas se profesionalizan y donde aprenden las pautas que establecen los cantes, toques y bailes, sin olvidar la improvisación, amén de que facilitan el aprendizaje en tanto ofrecen el futuro más esperanzador a quienes encuentran en ellos la fuente de inspiración para la creatividad.
Tal es el caso de nuestra Manuela Carrasco, y no porque sea nuestra, sino porque todos los cabales somos de ella. Pero si la artista trianera es una realidad social es porque sigue implicada en estrategias del desarrollo cultural del territorio, en procesos de producción y en dinámicas de reivindicación étnica o de construcción identitaria.
Este homenaje que Manuela ha recibido en Barcelona fortalece, como resultado, su posición como un referente mundial de este arte, como el símbolo de una de las expresiones culturales más auténticas y representativas de España, y, sin duda, la seña de identidad más reconocida y valorada internacionalmente.
Manuela Carrasco ha hecho de su baile en el Tablao Cordobés la lorquiana canción de libertad. Los colores de sus movimientos tomaron vida y se movieron con hondura, con gravedad solemne, entrelazando en pomposa armonía los cantes de El Extremeño y La Tobala, la guitarra de Pedro Sierra o las palmas de Emilio Molina, con el danzar de su hija Manuela, que se fusiona en el lenguaje corporal heredado, todo pasión, todo historia, todo tradición.
Con las brisas de arte que ha dejado Manuela Carrasco, a Barcelona no la hemos visto únicamente como una ciudad vibrante y cosmopolita, que lo es. La Ciudad Condal permite que la mirada, desde el Cordobés, alcance hasta el infinito de este centro neurálgico del flamenco, tablao que celebra su 55 aniversario promocionando a la capital como destino de referencia de un público diverso que, por demás, encuentra en el flamenco un motivo más para disfrutar de la riqueza cultural de la ciudad.
Pero la efeméride es doble. Comentaba con la dirección ejecutiva del Tablao Flamenco Cordobés, y los artistas de la compañía, que el homenaje coincidía con el medio siglo de cuando la trianera fue bautizada como la diosa del baile flamenco. Anoche la divinidad de lo gitano quedó en la Mezquita de Plata, que, si siempre fue un acto ceremonial, ahora es un lugar de culto flamenco merced a la diosa del baile, Manuela Carrasco.