En la entrega anterior, nos detuvimos en los Aljibes Árabes, propiedad del Ayuntamiento de Almería. Pues bien, estando Lucas López despachando en 1968 con el alcalde, Guillermo Verdejo Vivas, entró Ángel Gómez Fuentes, que presidía la Comisión de Festejos, con la pretensión de buscar una solución para los Aljibes, que estaban en estado lamentable, momento que aprovechó Lucas para reclamarlo y asumir el reto de que si le daban las llaves lo adecentaban y trasladaba allí la Peña El Taranto. Eso fue un jueves, y al lunes siguiente comenzó el acondicionamiento.
Estuvieron más de un año de obras, y todas las reformas las sufragó el reducido número de socios con el que contaba, ya que el Ayuntamiento no concedió ninguna ayuda económica. La obra, dirigida por el arquitecto Ángel Jaramillo Esteban, consistió en descombrar primero y descubrir, después, la mampostería –piedra de cantería y ladrillo–, así como las bóvedas, cuya construcción primitiva fue realizada por los árabes y destinadas a los aljibes de la ciudad.
No obstante, las llaves les serían entregadas por el alcalde, Guillermo Verdejo, junto al presidente de la Comisión de Festejos, Ángel Gómez Fuentes, que posteriormente sería presidente de la Peña El Taranto.
Estos fueron, en síntesis, los prolegómenos de un acontecimiento que marcó en Almería el comienzo de una etapa que va más allá de lo que en sí representa la gesta de sus pioneros, tanto por tener un evidente significado cultural en el tejido asociativo, ya en pleno desarrollo, cuanto por hacer florecer una afición hoy movida por el placer y el gusto que le proporciona lo jondo y el codearse con lo más granado.
Es obvio decir que, con la apertura de la sede en el centro de la ciudad, los socios subieron a casi doscientos y los recitales llegaban a una treintena al año. Pero continuando con lo propuesto, Lucas asesora el I Festival de Cante Jondo de Almería los días 21 y 22 de agosto de 1967 en la Plaza Vieja, y negocia hasta el límite las condiciones más ventajosas para el Ayuntamiento, y al año siguiente estrecha su amistad con Antonio Mairena en el II Festival de Cante Jondo el 17 de agosto de 1968, siendo el maestro desde entonces un imprescindible en el certamen almeriense.
En los años setenta Lucas López firma como crítico, junto a Pedro Arbide padre, bajo el seudónimo de ‘Drocas’ en La Voz de Almería. Y poco después nace la I Semana de Divulgación del Cante Jondo. Estamos en mayo de 1972, y Antonio Mairena, con su hermano Curro Mairena y la guitarra de Chico Melchor, canta por primera vez en la Peña el día 19, recibiendo el Taranto de Oro y la Medalla de Oro de la ciudad de Almería, pero en los previos actuaron en su honor cantaores almerienses acompañados por un nuevo valor local, Pepín Fernández, que llegaría a ser el célebre Tomatito.
Lucas se desplaza en 1973 a Sevilla para comprometer a Jesús Antonio Pulpón y a Antonio Mairena, junto a sus hermanos Manuel y Curro, en el Festival organizado por la Peña para el 17 de noviembre a fin de recaudar fondos para los damnificados por las terribles inundaciones que hubo en Almería aquel otoño.
Es en mayo de 1975 cuando se celebra la IV Semana de Divulgación del Cante Jondo. Antonio Mairena sólo le pidió a Lucas el escudo de solapa de la Peña El Taranto porque lo había perdido en la Feria de Abril, pero no pudo acudir por un problema cardíaco. Y fue Lucas -tan generoso como cabal- quien le llevó a Sevilla el escudo.
«Nuestro protagonista sigue siendo el acarreador de una identidad colectiva expresada de valores musicales. Él fue quien recogió el hilo de la historia local para enriquecer de significados y símbolos los documentos claves que vinieron después. Él fue el que simultaneó el marcar los compases del proceso de la cultura flamenca almeriense con la tarea de desarmar a quienes cuestionaban las nociones del sentido común»
Pero la idea que perseguía a Lucas era llevar a Antonio Mairena a “su” Peña, como así la llamaba Antonio. Y siendo presidente Ricardo Pérez Muro (1977), Antonio cantó el 26 de febrero de 1977 en El Taranto con su hermano Curro y la guitarra de Ricardo Miño. Hay que recordar, en tal sentido, que, a su regreso a Sevilla, Antonio tuvo un accidente. Regresó a Almería y cuando todo se normalizó, Lucas llamó a Faustino el Taxista, que lo trasladó a Sevilla.
Bajo el mandato presidencial de Marcos Rubio de Bustos (1980 y 1981), Lucas, el concejal Fernando Navarrete y Antonio Zapata, solicitaron en Fuengirola la celebración del IX Congreso de Actividades Flamencas para Almería, que se celebraría del 17 al 19 de septiembre, donde nuestro buen amigo ejerció de vicepresidente del mismo.
Antonio Mairena fue nombrado en ese congreso presidente de Honor a perpetuidad, recibiendo la Medalla al Mérito en el Trabajo en su categoría de Plata con ramas de roble, concedida por el Ministerio el 30 de abril de 1980 e impuesta por el presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escudero. También en ese congreso se puso en funcionamiento la Institución Social para la Tercera Edad de los Artistas Flamencos (ITEAF), recayendo el cargo de vicepresidente en Lucas López.
Allá por 1982, Lucas, ya presidente de la Peña El Taranto, asumiría igualmente la presidencia de la ITEAF (1982-1993), institución a la que estuvo comprometido hasta su disolución en la asamblea celebrada en Sevilla el 27 de noviembre de 1993. Igualmente, su compromiso contraído con el flamenco le hace ingresar en febrero de 1983 como miembro del Consejo Director del Departamento de Flamenco de la Junta de Andalucía, y tres meses después recibe la Medalla de la Orden del Mairenismo en la última actuación de Antonio Mairena en la Peña El Taranto, su último recital en público y retransmitido para toda España por Radio Cadena Española junto a Pedro Peña. Fue el 14 de mayo en el seno de la XII Semana de Cante Jondo, en la que Antonio recibió el Indalo de Oro, símbolo de Almería, impuesto por el alcalde de la ciudad, Santiago Martínez.
A los pocos días, Lucas lo invitó a pasar una temporada en Almería. Y allí estuvo con su hermana Rosario –¡grandes Rosario y Ángeles!– y su sobrina Charo durante diez días. Luego, los días 2 y 3 de septiembre, Lucas le devolvió la visita perteneciendo al jurado del Concurso de Mairena del Alcor, notándole en la despedida, en su casa de Padre Pedro Ayala, un bajón en la salud y en su estado anímico, tanto que el día cinco de ese mes fallecería el maestro de los Alcores.
Lucas quedó muy afectado por la muerte de Antonio. Tanto que, en nuestras conversaciones semanales hasta su deceso en agosto de 2014, siempre lo tenía entre los labios. Eran las ramas del árbol de nuestra historia vivida.
Me parecía de justicia, por tanto, recordar ahora a tan ilustre almeriense con motivo del centenario de su nacimiento. Aparte de por el vínculo que nos unió, porque fue un referente ineludible y un instrumento vital de la potenciación del mairenismo, ya que forjó un proceso en el que interactuaron las relaciones espaciales, temporales y sociales, los tres vínculos del sentimiento de identidad.
Pero lejos de encajonar lo autóctono con su adiós, nuestro protagonista sigue siendo el acarreador de una identidad colectiva expresada de valores musicales. Él fue quien recogió el hilo de la historia local para enriquecer de significados y símbolos los documentos claves que vinieron después. Él fue el que simultaneó el marcar los compases del proceso de la cultura flamenca almeriense con la tarea de desarmar a quienes cuestionaban las nociones del sentido común.
Y diez años después de su despedida, seguimos manteniendo la tesis de que, si el sentido de pertenencia mairenista ha sido crucial en la vida de Lucas López, es porque entregó toda su vida a vincular la identidad flamenca de Antonio Mairena con la cultura de Almería.