Antes de empezar, quiero agradecer a los lectores de esta serie sus sugerencias a través de las redes sociales. Es muy difícil resumir en poco espacio toda una época con todas sus figuras. Ruego que me disculpen por ello, ya que todo está escrito desde el máximo respeto, cariño y admiración por este maravilloso instrumento. Así que vamos a rematar.
A lo largo de lo que llevamos de siglo, vemos un avance notorio en la guitarra flamenca de concierto y de acompañamiento al baile y al cante. La guitarra flamenca es uno de nuestros iconos tradicionales y artísticos. Evoluciona y se enriquece constantemente en construcción, repertorio, estilo, sonoridad y estudio técnico. Cambios desde la misma esencia del instrumento hasta adaptarse a los tiempos en los que nos ubicamos. En el flamenco, la guitarra no es un mero acompañante, cada vez su protagonismo se hace más visible. Recuerdo conversaciones con dos guitarristas, el onubense Manuel de la Luz y el sanluqueño Niño Manuel, en las que ambos coincidían en que «los guitarristas son los albañiles y enfermeros del flamenco».
La técnica en la guitarra flamenca evoluciona notablemente en los últimos años. Se incorporan nuevos sonidos y estilos. Se experimenta con fusiones del flamenco tradicional con géneros contemporáneos. Se amplía el catálogo de texturas musicales que, en consecuencia directa, acercan el flamenco a nuevos públicos de diversas culturas y zonas geográficas. La tecnología desempeña un papel importante. Avances que facilitan la grabación digital y la difusión a través de las plataformas de streaming y redes sociales. Muchos guitarristas se sirven de herramientas modernas para explorar nuevas posibilidades rítmicas y sonoras. Y la creación de contenido audiovisual permite mayor contacto con todo tipo de públicos.
«Recuerdo conversaciones con dos guitarristas, el onubense Manuel de la Luz y el sanluqueño Niño Manuel, en las que ambos coincidían en que los guitarristas son los albañiles y enfermeros del flamenco»
El diálogo flamenco entre lo clásico y lo moderno, que desde la esencia busca la innovación, es un hecho constante. La guitarra flamenca es un vehículo de expresión y transmisión. Se adapta a las corrientes musicales. Infinidad de artistas exploran nuevos horizontes por medio de fusiones con otros géneros musicales. Con este diálogo entre lo tradicional y lo moderno se preserva su legado histórico y se mantiene la evolución cultural y musical.
La entrada de la guitarra flamenca en los conservatorios de música es un hecho importante, aunque hay que seguir luchando para que sea una realidad completa. Cuando Juan Zarzuela Gil inicia esta cruzada desde Jerez, con apoyo político, docente y de artistas importantes, los resultados aparecen de forma paulatina. La incorporación está siendo lenta, desde que Paco Peña o Manuel Cano iniciaran sus enseñanzas. Y de la esperada y controvertida Ley del Flamenco no se aprecia el apoyo que se prometió y se deseaba, ni en lo docente ni en lo artístico. No obstante, los estudios de guitarra flamenca en los conservatorios afloran, con una hornada de guitarristas de excelente formación.
A modo de resumen, la guitarra flamenca en el siglo XXI evoluciona de manera considerable en busca de recursos sonoros rítmicos, armónicos y melódicos. La presencia de la scordatura, que altera la afinación de una o varias cuerdas para modificar el timbre del instrumento, es recurso técnico musical cada vez más presente. Como las interacciones con otros géneros musicales. En los códigos tradicionales de acompañamiento, se crean músicas exclusivas y originales para coreografías y temas cantados. No quiere decir que no se hiciera en épocas anteriores, pero sí se manifiestan más en los últimos años. Las escuelas tradicionales del toque también se diferencian a través de sus máximos exponentes, así como la incursión notable de mujeres guitarristas, que desarrollan un toque extraordinario, florece desde diversos puntos de la geografía flamenca.
También cabe decir que aún maestros de generaciones anteriores siguen en activo con un toque muy vigente: Paco Cepero, Vicente Amigo, Juan Manuel Cañizares, Luis Calderito, Paco y Miguel Ángel Cortés, Rafael Riqueni, Niño de Pura, Manolo Franco, Juan Carlos Romero, Jose Luis de la Paz, Ricardo Miño o el mismo Serranito. Aun nos acompañan maestros como Andrés Batista y Juan Serrano.
La escuela jerezana sigue manteniendo su esencia. Guitarristas de la talla de Alfredo Lagos, Manuel Parrilla, Diego del Morao, Pepe del Morao, José Quevedo Bolita, Miguel Sallado, Isaac Moreno, Antonio Higuero, Manuel Jero o Manuel Valencia siguen imprimiendo ese soniquete de sus antecesores. Sin olvidarnos de Antonio Rey, con sus dos Grammys Latinos. Aparte, Cádiz es una tierra flamenca. Destaca la labor de Santiago Lara con sus espectáculos Tauramagia y Medea, en recuerdo del maestro Manolo Sanlúcar. Y nos acordamos de Paco León, Jesús Guerrero, Niño Manuel, José Carlos Gómez, Salvador Andrades, Paco Vidal, Pituquete o Keko Baldomero.
«Creo que en multitud de ocasiones nos obcecamos con la complejidad técnica, cuando es reconocido por músicos a nivel internacional que menos es más. Al igual que empezar la casa por el tejado cuando la raíz la encontramos en esas grabaciones antológicas de Miguel Borrull, Ramón Montoya, Niño Ricardo o Sabicas»
Desde Morón de la Frontera se huele el aroma de Diego del Gastor. Y esa forma tan arcaica y anárquica en el toque se conserva hasta día de hoy como santo y seña de un estilo único. Por medio de Paco del Gastor y su nieto Gastor de Paco o de Paco e Ignacio de Amparo se aprecian esos matices moroneros que tanto identifican ese toque. Aunque Morón tiene un exponente en la figura de Dani de Morón. Le apreciamos un toque personal, alegre, limpio y exquisito que se arropa entre el bordoneo del juego del compás. Y une la raíz más flamenca con la vanguardia más actual.
Desde Granada encontramos a Alfredo Mesa, esposo de la bailaora Ana Cali y profesor de conservatorio. Álvaro Martinete, discípulo de Gerardo Núñez. José Fermín Fernández, que en 2019 obtuvo tanto el Bordón Minero como el primer premio en el Nacional de Córdoba. O el heredero de la saga de los Habichuelas, Juan Habichuela Nieto. La continuidad de la guitarra almeriense de Tomatito se aprecia en su hijo José del Tomate. Y Niño Josele, cuyo lenguaje musical es un manantial de riquezas sonoras. Málaga la Bella nos acompaña con Ismael Rueda, Daniel Casares, Paco Javier Jimeno, Chaparro de Málaga, José Juan Pantoja, Luis Fonseca, Curro de María o Salvador Rinquín, entre otros.
Córdoba es un vergel guitarrero. Destaca el trabajo que se hace desde el Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco en el itinerario de guitarra flamenca. De la provincia de Córdoba escuchamos a Paco Serrano, José Tomás, Antonio Patrocinio Hijo, Ángel Mata, Rafael Chaparro Hijo, David Navarro o Niño Seve. Mencionamos a Francisco Prieto Currito, hijo del maestro Antonio Prieto El Curri, o a Rafael Trenas Hijo, descendiente de Rafael Trenas. Sin olvidar al maestro Manuel Silveria.
Otros enclaves como Huelva, aportan importantes figuras. Manuel de la Luz, guitarrista y compositor, escudero de Miguel Poveda o Eva Yerbabuena con dos maravillosos discos en solitario. El moguereño Francis Gómez, con una prolífica carrera, y a su vez imprescindible tanto para Arcángel como para Joaquín Grilo. Álvaro Mora, único Bordón Minero de tierras onubenses, acompañante de las principales figuras tanto del baile como del cante, entre ellas Jeromo Segura. Antonio Dovao realiza un trabajo de difusión, con una increíble plataforma online, además de su academia y su trabajo como acompañante. Paco Cruzado, docente y guitarrista, realiza un trabajo espectacular sobre escuela bolera. Gaspar de Holanda, un holandés puramente onubense, presenta dos discos rebosantes de flamencura. Y por supuesto Joaquín Brito o Carmelo Picón. No me olvido de mi querido y admirado, amigo de la infancia, Dani Vélez.
En la provincia de Sevilla continúa la estela de maestros de generaciones anteriores. En ello vemos a Pedro Sanchez, hijo de Naranjito de Triana, Manuel Herrera padre y Manuel Herrera Hijo, Ramón Amador, Curro Vargas de Utrera, Antonio García de Écija o Rycardo Moreno de Lebrija. Hago eco a varios guitarristas que han hecho del acompañamiento al baile una seña de identidad de su toque. Uno es Juan Campallo, y otro, uno de los padres del toque para el baile, Miguel Pérez. El joven valor David de Aharal o el consagrado Raúl El Perla son dos realidades guitarreras. Y el maestro Salvador Gutierrez.
«No olvidemos que la guitarra es una transmisora de mensajes y sentimientos. Transmite fuerza, sensibilidad, tristeza, alegría, rabia, muerte o pasión por medio de seguiriyas, bulerías, fandangos, mineras o soleares. Los trémolos, arpegios, alzapúas, rasgueos o picados deben disponerse al servicio de la transmisión de un mensaje. Como diría Lorca en diferentes versos de su poema»
En Extremadura encontramos a Miguel Vargas, patriarca de los Vargas. Juan Vargas, su hijo, es la evolución y herencia de ese toque extremeño. Miguel Vargas es el que dota de la identidad flamenca que carecía al toque extremeño. Otro exponente extremeño es Joaquín Muñino.
Mención especial al trabajo de un guitarrista alicantino, la tierra del maestro Mario Escudero. Alejandro Hurtado tiene dos trabajos discográficos maravillosos. En uno homenajea y recuerda a los maestros Manolo de Huelva y Ramón Montoya. En otro expone sus credenciales musicales más flamencas. Con un completísimo repertorio de matices, hondura y verdad en su toque. E interpreta el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo en recitales a nivel internacional.
El país de la piel de toro tiene una riqueza musical incalculable. Los guitarristas se mueven por toda la geografía española. Claro ejemplo de ellos son Josemi Carmona, Juan José Suárez, Agustín Carbonel El Bola, Amos Lora, David Leiva, Oscar Herrero, Antonio Fernández, Andrés Sánchez, José Luis Montón, Kilino Jiménez, Jesús de Rosario, Jerónimo Maya, Juan Ramón Caro o Yeray Cortés.
Y por supuesto, ellas. Mujeres con un valor espléndido. Que además tienen el hándicap de la tradición machista flamenca. Ellas, con tesón y trabajo, se sobreponen a ello. Un toque cargado de elegancia, sutileza y desarrollo técnico. Con enjundia en su pureza y flamencura en su desarrollo. Gracias a periodistas como Ángeles Cruzado o María Jesús Castro, la tocaora flamenca tiene más visibilidad. Sirvan como modelo las propuestas de Davinia Ballesteros, Laura González, Antonio Jiménez, Alba Martos, Celia Morales, Pilar Alonso, Lola Yang, Ángela Zarzuela, Teresa Jiménez, María José Matos, Silvia Brener o Mercedes Luján. Un catálogo que se amplia poco a poco.
La guitarra es un instrumento maravilloso. Su capacidad de transmisión es infinita. Pero muchas veces el desarrollo técnico y el lenguaje sofisticado del toque impiden que el mensaje sea claro y conciso. Me ha emocionado desde una zambra de Esteban de Sanlúcar hasta una sucesión de acordes arpegiados de Miguel Vargas, pasando por Niño Miguel, Paco de Lucía, Moraíto o Enique de Melchor. Creo que en multitud de ocasiones nos obcecamos con la complejidad técnica, cuando es reconocido por músicos a nivel internacional que menos es más. Al igual que empezar la casa por el tejado cuando la raíz la encontramos en esas grabaciones antológicas de Miguel Borrull, Ramón Montoya, Niño Ricardo o Sabicas. No nos olvidemos que la guitarra es una transmisora de mensajes y sentimientos. Transmite fuerza, sensibilidad, tristeza, alegría, rabia, muerte o pasión por medio de seguiriyas, bulerías, fandangos, mineras o soleares. Los trémolos, arpegios, alzapúas, rasgueos o picados deben disponerse al servicio de la transmisión de un mensaje. Como diría Lorca en diferentes versos de su poema.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es imposible
callarla.