Desde que en 2015 se diera a conocer como solista con el álbum Vejezate, José Almarcha (Tomelloso, Ciudad Real, 1982) no ha parado de hacer méritos para tener su espacio de derecho propio en el panorama de la guitarra flamenca actual. De natural inquieto y polifacético, enamorado de todas las artes, siguió su estimable carrera con Alejandra (2021), mientras colaboraba con compañías como la de Olga Pericet o Marco Flores. Su último disco hasta la fecha, Un nuevo paseo, se antoja un paso definitivo para conquistar al gran público haciendo valer su sonanta de indiscutible flamencura junto a sonidos afines al rock o el jazz con una lograda armonía entre estos elementos.
– ¿Qué distingue Un nuevo paseo de sus trabajos anteriores?
– La diferencia con mis dos trabajos anteriores creo que está en que en este “nuevo paseo” se transciende género o forma. Es un disco instrumental que celebra la universalidad de la música, el flamenco entra en diálogo con otros estilos como el rock, el soul o el jazz mostrando su versatilidad en un contexto contemporáneo. Creo que hemos conseguido una muy buena comunión entre todos los estilos.
– ¿Trabajar con guitarras eléctricas y baterías es hacer vanguardia o ya están tan aceptadas que sería otra forma de clasicismo?
– Es algo que se viene haciendo desde hace décadas… No es nada nuevo, al contrario. Yo creo que en este trabajo la novedad es en cómo está todo marinado, cómo hemos tratado cada elemento y lo hemos marinado en el toque progresivo del trabajo, buscando el sonido de los años 80 y 90.
– Uno de los temores que siempre tiene el guitarrista que toca con banda es a que la guitarra quede eclipsada en medio de la instrumentación. ¿Cómo ha logrado que la suya esté en todo momento delante?
– Bueno, esto me parece algo muy lógico. No he tratado en ningún momento de quedar por delante, lo único es que mi guitarra hace el trabajo de solista. Es una guitarra con una banda detrás, no una banda sin cantante… Entonces imagino que de ahí el resultado. Yo canto mientras el resto me acompaña, pero siempre hay momentos en los que cada instrumento toma protagonismo en diferentes temas. Por ejemplo, El silencio del tiempo lo compuse para piano y guitarra eléctrica, la farruca la pensé para la sección rítmica…
«Nunca se debe olvidar la tradición flamenca. (…) De aquí viene el nombre de la soleá, ‘Raíz y Paloma’. En una entrevista le preguntaron a Manolo Sanlúcar que cómo creía él que tenía que ser un artista. Contestó que, para él, un artista tenía que ser mitad raíz, para estar anclado al suelo y entroncado a la tradición y a su sabiduría, y la otra mitad paloma, para poder volar lejos y encontrar nuevos caminos y formas»
– Me llama la atención la elección de los palos, ¿cómo fue? Renuncia, por ejemplo, a incluir bulerías, tangos o seguiriyas, que otros consideran imprescindibles en un repertorio de guitarra, y apuesta por farrucas, caracoles, mineras, serrana…
– Con los palos siempre soy muy selecto. Intento no repetir palos que tenga ya grabados y no me gusta caer en lo típico o previsible, de ahí que aparezca una serrana, unos caracoles, una milonga una farruca o una canción. También pensé en palos más jondos, por decirlo de alguna manera, como la serrana o la solea, para hacer esta fusión y mostrar que, aunque las alegrías, las rumbas, las bulerías y los tangos son los géneros que fusionan más asiduamente, la fusión se puede llevar a cualquier palo por serio que parezca.
– Componer para el baile, ¿en qué medida le ha ayudado a conformar su propia música?
– Componer para el baile es algo que no tiene absolutamente nada que ver con componer guitarra de concierto. Son dos mundos diferentes que se complementan y enriquecen, pero que no son muy compatibles. Me ha ayudado mucho a la hora de entender el ritmo y buscar otros horizontes, también a comprender la conceptualidad, algo que en la guitarra está poco explotado.
– Hábleme de las colaboraciones del disco. ¿Qué aportan y qué le une a Ruibal, Carmen, Serrano…?
– Las colaboraciones de este trabajo son excepcionales. En la milonga, al ser una versión del poema de Federico, desde el día uno tenía en mente que las voces para hacerla tenían que ser Javier Ruibal y Carmen Linares, por su compromiso con la poesía, el arte y la música, y la profunda admiración que les profeso. Con Javier me une una relación directa, somos familia. Lucía, su hija, es mi mujer. Entonces le propuse la idea y de cabeza aceptó encantado. Y a través de él contactamos con Carmen, que también se involucró desde el minuto uno, fue un sueño. En la balada Tiam, quería que fuera Antonio Serrano porque es el sonido de armónica que todos tenemos en el corazón al ser el primero (al menos que yo escuche) con eso temas de Vicente Amigo… Me puse en contacto con él para proponérselo y de inmediato cuadramos agenda y nos puso ahí un toque de genialidad indescriptible. Con Gema Caballero me une una larga relación de trabajo y es una cantaora a la que admiro mucho desde hace muchos años, y a la que tengo un cariño especial. Es para mí un orgullo que participe en los caracoles, con ese estribillo que además hice exclusivamente para ella, porque salió en un proceso creativo en el que estábamos trabajando juntos. Mi querida Lucía Ruibal que, aparte de ser mi otra mitad, es la que pone siempre ese toque de baile flamenco a mi trabajo, porque yo sin los tres pilares (cante, toque y baile) no concibo el flamenco, y ella siempre está dispuesta a poner su bonito corazón, y ahí lo dejó, en la farruca.
– ¿Cuáles serían, para usted, las líneas rojas que una fusión nunca debe atravesar?
– Creo que nunca se debe olvidar la tradición flamenca, hay que ser muy meticuloso con eso porque es la esencia, lo principal. Si eso no está, rápidamente estás fuera y dejas de sonar flamenco, se pierde con mucha facilidad. Creo que es lo más importante. De aquí viene el nombre de la soleá, Raíz y Paloma. En una entrevista le preguntaron a Manolo Sanlúcar que cómo creía él que tenía que ser un artista, y él en su infinita sabiduría contestó que, para él, un artista tenía que ser mitad raíz, para estar anclado al suelo y entroncado a la tradición y a su sabiduría, y la otra mitad paloma, para poder volar lejos y encontrar nuevos caminos y formas.
«Me gustan mucho las guitarras del rock y el jazz. Pero sobre todo guitarras de músicas que considero hermanas del flamenco, músicas que nacen del sufrimiento u opresión de un pueblo y que la gente coge para gritar su dolor y su pena. Esas músicas tienen algo de verdad ahí que, si lo sabes percibir, es desgarrador»
– ¿En qué momento actual cree que se encuentra la guitarra flamenca? ¿Qué gente le interesa del panorama de hoy?
– El momento actual del flamenco creo que es el de siempre. Como música viva que es, hay grandísimos artistas haciendo cosas interesantísimas y con mucha calidad, y hay otros que no. Como siempre esta polémica lleva activa, que se sepa, al menos desde que hay prensa escrita. No, el flamenco goza de buena salud y mientras haya gente con afición y respeto hacia él así seguirá. Nosotros vamos pasando, pero el flamenco perdura.
– ¿Y qué otras guitarras, u otras músicas, le interesan a José Almarcha?
– Me gustan mucho las guitarras del rock, y el jazz. Pero sobre todo guitarras de músicas que considero hermanas del flamenco, músicas que nacen del sufrimiento u opresión de un pueblo y que la gente coge para gritar su dolor y su pena. Esas músicas tienen algo de verdad ahí que, si lo sabes percibir, es desgarrador.
– Tomelloso ha sido siempre una villa muy flamenca, pero, ¿cree que es un hándicap salir de la periferia de los grandes focos flamencos, o de fuera de Andalucía? ¿Tiene eso ventajas e inconvenientes?
– Cada vez menos. Con esto de la globalización, como dice mi suegro, ahora los flamencos nacen donde les da la gana. Mi pueblo, Tomelloso, es un orgullo para mí y estoy muy agradecido porque pude vivir una época en el que era muy flamenca y gracias a eso estoy hoy aquí. Puede ser que a veces no tener pedigrí sea un hándicap, pero es algo que cada vez se nota menos. La gente joven ya no entiende de esas cosas, por suerte. ♦