Ahora que nadie escucha… ¿Puede decir un crítico rancio en voz alta sin que se enfaden mis primos que un japonés baila gitano? Quizás me he pasao. Pero es lo que me viene al pensamiento después de lo de anoche. Salvando las distancias, por supuesto. Cogido con pinzas. Como quieran decirlo. Pero este niño lo tiene. Y permitidme lo de niño, porque solo calza 24 años y una humildad tremenda. Los flamencos nacen donde pueden. O donde quieren. Undevé los cría y ellos se juntan. Y la Peña Flamenca Torres Macarena de Sevilla los trae más en cuando que de vez apostando por lo tostaíto de la olla. En esta ocasión, lo pegaíto del wok. Fue una de esas sorpresas que te dibujan la sonrisa en la cara con la satisfacción de decir «yo estuve allí».
Me perdí el solo de guitarra de El Carqui, que ofreció un acompañamiento acompasao alternando lo dulce y lo flamenco durante todo el recital. Que me castiguen hoy por la impuntualidad. No había donde aparcar el coche y respiré ya en el asiento de la peña para que me robaran el aire. Juani Romero, o Juani de las 3000, me endiñó un zamarreón a bocajarro azotándome con unos cuantos fandangazos de los que aún me duelen las carnes. ¡Vaya letras! Tendréis que ir a escucharlo. Salvaje e indómito, espetó el cante rajándose el gañote, partiéndose las costillas, dejándolo todo a merced del público desde que abrió la boca como si luego llegara el fin del mundo. Soltó un grito de dolor de los que se jincan de verdá, apuñalándote los quejíos de cara, arrebatadoramente gitano, primitivo, único, indomable, bestial. Sebastián Sánchez no cantó mal. Y tiene una voz muy flamenca, que mece y empuja con gusto. Pero las comparaciones son odiosas. Juani acaba las fiestas. Porque ¿después de él quién canta? Y con el cuerpo magullaíto llegó el baile por alegrías de Jitan Suzuki.
«Me ahorro decir que Jitan, para ser japonés, bailó bien. No, señores. Con independencia de dónde haya nacido, bailó mejor que muchos de los que han pisado las ensoleradas tablas del templo del flamenco de Sevilla con apellidos castizos de estirpes con renombre»
Este flamenco nipón supo jugar con los tiempos, enjaretar bien los marcajes, recogerse, esperar los momentos, flirtear con gracia, agarrarse la chaqueta, dominar el escenario, bailarle al cante, ir siempre a compás… Solo le falta engrase en la cintura y algo más de fuerza en los pies para que luzcan con precisión. Pero lo tiene. Bailó con age, macho y desenvuelto, con naturalidad, sin pensar la pose, ni contar compases. Me ahorro decir que Jitan, para ser japonés, bailó bien. No, señores. Con independencia de dónde haya nacido, bailó mejor que muchos de los que han pisado las ensoleradas tablas del templo del flamenco de Sevilla con apellidos castizos de estirpes con renombre. Ya no nos asusta que el flamenco sea universal. Aunque cuando alguien de fuera lo hace tan bien, asombra.
El cante por tangos de Juani –y Sebastián– volvió a desbaratarnos el sentío, con originalidad de repertorio y un soniquete inaudito. El Carqui se marcó un extraordinario preludio colmao de musicalidad en la soleá. Jitán mascó la tensión parando el baile, elegante, sin aspavientos en el braceo, intenso en la escobilla, solemne en los paseos, jondo en los silencios… Arribaron al remate por bulerías y Jitán echó los restos con empaque, disfrutando y haciendo disfrutar junto a un cuadro peculiar –pero de categoría– de un recital con sabor a soja y potaje de hinojos. No faltó el fin de fiesta al que se unieron La Yunko y Katoha con dos pataítas de age para seguir corroborando que Japón tiene mucho que decir en el flamenco. Y otra de El Petete, de quien vimos que el nipón había bebido. Merecidas las ovaciones. Jitan alborotó con su baile Torres Macarena.
Ficha artística
Recital de baile de Jitan Suzuki
Peña Flamenca Torres Macarena de Sevilla
28 de marzo de 2025
Baile: Jitan Suzuki
Cante: Sebastián Sánchez y Juani Romero
Guitarra: Daniel Mejía El Carqui
Palmas: El Petete