“Quiero compartir con vosotros un sueño que tuve: la Niña de los Peines y Patty Smith eran la misma persona. Y en ese sueño os llevaba a todos conmigo a lomos de un caballo…” La confesión la hacía Lucía Álvarez, La Piñona, micrófono en mano, sentada a la orilla de la tarima de la batería, en un breve interludio de su espectáculo Lucía en vivo, que presentaba en el marco del Festival de Jerez 2025.
La Piñona es una de esas bailaoras a las que seguimos siempre, allá donde vaya y haga lo que haga, porque es una buscadora. No le gusta hollar dos veces el mismo camino, y el riesgo es una de las características habituales de sus trabajos. Cinco años después de aquel sorprendente Flores y tres del arrebatador Insaciable, regresa a escena con una propuesta en la que se propone explorar diversas facetas más allá de la danza, revelando un deseo de ser punk (por tomar prestado el título de Belén Gopegui) o más bien de ser ‘rockstar’.
Es una fantasía recurrente entre los flamencos: recordemos, por ejemplo, al Morente al que apodaban –unos cariñosa y otros peyorativamente– el cantante, y que desde luego logró sentirse como tal en su síntesis de arte jondo y punk. O el Paco de Lucía que inventó su sexteto para poder equipararse en potencia sonora y visual con las bandas rockeras ante grandes auditorios. Piñona sigue en cierto modo esa senda, rodeándose de una banda muy enérgica, especialmente en el tándem bajo-batería de Juanfe Pérez y Javier Rabadán, pero también en el cante vehemente de Manuel Pajares. Las luces crudas, el escenario sombrío y la máquina de humo, así como un vestuario que incluía unas llamativas rodilleras, hacen el resto.
«El rostro exultante de Lucía revelaba que el propósito estaba conseguido, que había logrado sentirse estrella del rock sin dejar de ser lo que es, flamenca por los cuatro costados. (…) Y que ese sueño entre Pastora y Patty Smith siga galopando a lomos de un caballo que se llama curiosidad, desinhibición, libertad»
Empieza la jimenata bailando la Rima V de Bécquer haciendo gala de su especialidad, el movimiento de brazos, para ir avanzando en un repertorio donde íbamos a pasar de los aires caribeños de Pastora y su Madúralo: La Mora a la guajira de Gracia de Triana, y de ahí a la Adela del Maestro Rodrigo con dedicatoria en directo, vía telefónica, al padre de la bailaora. Esa conexión espontánea, a la que ya nos van acostumbrando los astros del pop, no fue quizá tan inusual como el hecho de que La Piñona tomara el micro en varias ocasiones y se dirigiera al público como suelen hacerlo los cantantes. ¿Acaso los bailaores son mudos? Lucía quiso demostrar que no, y quebrando esa regla no escrita acabó incluso cantando, muy bien por cierto, por María Jiménez.
Fantásticas las peteneras, la pieza instrumental con los músicos solos en escena y los tangos ya casi al final del espectáculo, con ese colofón a modo de apoteosis disco. El rostro exultante de Lucía revelaba que el propósito estaba conseguido, que había logrado sentirse estrella del rock sin dejar de ser lo que es, flamenca por los cuatro costados. Lo cual no significa que el montaje, como todo estreno, no necesite ciertos pulimientos: principalmente en cuestión de ritmo, donde se revelan ciertos problemas de fluidez y se abusa de las pausas en busca de la estampa, de concreción del relato y de armonía del conjunto, especialmente en lo que se refiere a la sonanta de Ramón Amador, sepultada bajo los decibelios de sus compañeros la mayor parte del tiempo.
No me cabe duda de que La Piñona sabrá pasar esa lija y ajustar esos tornillos para que su nueva criatura siga creciendo y fortaleciéndose función tras función. Y para que ese sueño entre Pastora y Patty Smith siga galopando a lomos de un caballo que se llama curiosidad, desinhibición, libertad.
Ficha artística
Lucía en vivo
XXIX Festival de Jerez
Centro Social Blas Infante, Jerez de la Frontera
24 de febrero de 2025
Baile: Lucía Álvarez La Piñona
Guitarra: Ramón Amador
Bajo eléctrico: Juanfe Pérez
Batería: Javier Rabadán
Cante: Manuel Pajares