A día de hoy se siguen sosteniendo diferentes hipótesis sobre el origen del término Flamenco sin que parezca haber un consenso entre los investigadores, menos aún entre los aficionados. Pensamos que ya es hora de, si no al menos aceptar la tesis más sostenible desde la perspectiva lingüística, sociológica e histórica, por lo menos descartar las que no tienen base científica demostrable. Pero antes, hay que intentar comprender el hecho artístico flamenco en su encuadre histórico.
¿Qué entendemos por flamenco?
El Flamenco, como arte, tiene unos códigos expresivos y estéticos concretos que hacen que podamos distinguirlo de la música clásica, el rock, el jazz y otros géneros populares. Aunque el flamenco comparta ritmos, armonías, escalas musicales comunes a otras músicas, la forma de interpretación, la riqueza rítmica y expresiva, los acordes peculiares de la guitarra y la forma melódica del cante, lo dotan de un “color” especial, una forma de “sonar” que todos tenemos identificada y que lo hace inconfundible.
¿Desde cuándo el flamenco suena a «flamenco» y no a otra cosa?
Pues este es el meollo de la cuestión, algo que algunos llevamos estudiando décadas, intentando poder desentrañar ese supuesto origen del flamenco.
Dentro de los estudios de la Flamencología que podemos llamar científica, por diferenciarla de la tradicional, basada en ideas personales o hipótesis no demostradas, se admite que, a lo largo del siglo XIX, desde la década de los años cuarenta aproximadamente, partiendo de lo que se conocía como canto y baile andaluz, comienza a hablarse de un género flamenco, de tipos y actitudes flamencas, de cante, baile y toque flamenco.
Hay que señalar que, en un principio, el uso del término flamenco para referirse a una música o baile no implica ninguna diferencia musical especial, o forma de interpretación que se aleje de lo que antes era calificado de andaluz. Es decir, el que se califique de «cantante flamenco» a Lázaro Quintana en 1847 no significa que su cante sonara a flamenco, tal y como lo entendemos ahora. En este sentido del uso del término o no, es muy elocuente la figura de Silverio Franconetti y ver cómo se anunciaba en sus espectáculos. En prácticamente ningún cartel de los recitales de Silverio se habla de «cante flamenco», ni «cantaor flamenco». Silverio Franconetti, “el creador del género flamenco” según Demófilo, se anunciaba como «cantador andaluz» desde que hay noticias de la apertura de su café, el 28 de abril de 1881, hasta los últimos mensajes de finales de 1888 [1]. Igualmente ocurre en los recitales que hizo en Córdoba [2] desde 1871, donde encontramos siempre la denominación género andaluz» para los cantes y bailes de él y su compañía (Francisco Hidalgo y José Lorente como cantadores, Antonio el Raspador, Antonio Páez El Pintor y Antonio Andrade como bailadores y Antonio Pérez como guitarrista, aunque también bailaba). Solo una vez se tilda de «flamenco» su espectáculo en Córdoba: en 1886, época en la que ya se había impuesto este término como genérico; y lo hace la prensa, no figura en su propia publicidad. Como muestra de esto que comentamos, fijémonos en este cartel [3] del 16 de octubre de 1865:
Se compara el cante de Silverio con el de los Fillos y Pelaos, dinastías cantaoras gitanas. Por esas fechas Silverio ya dirigía una compañía, apenas un año desde su llegada de su periplo americano, en la que figuran las hijas de Perico Piña, o sea, de El Viejo de la Isla (Pedro Fernández Fernández). Doce días después se anuncia la Función del Siglo en el mismo salón de San Fernando, señalando la contratación del famoso Curro Dulce (Paco Fernández) y del bailaor Enrique Ortega y del profesor de guitarra Patiño. Nadie hoy discutiría que lo que practicaban estos artistas es cante, baile y toque flamenco. ¿Por qué no usa Silverio el calificativo de Flamenco?
Pero vamos algo más atrás. Si analizamos a fondo el repertorio de los estilos musicales que se interpretan en 1853 en una de las fiestas flamencas que se celebraron en los Salones Vensano de Madrid, encontraremos los mismos estilos que describía El Solitario en sus famosas Escenas Andaluzas: cañas, rondeñas, seguidillas…:
«Los protagonistas fueron lo más escogido entre los flamencos que se hallan actualmente en Madrid; así es que los aficionados pudieron admirar tres escuelas diferentes a la vez. Ejecutaron con el más admirable y característico primor, todo el repertorio andaluz de playeras, cañas, jarabes, rondeñas, seguidillas afandangadas, etc., etc.» [4]
La prensa madrileña sí que recoge la palabra flamenco; y se pregunta el cronista:
“Por qué se llamarán Flamencos estas gentes? ¿Qué tiene que ver la escuela flamenca de los Ockeghem, Obrecht, Tinctor y Desprez, con lo que hacen estos cantadores?”
Sin duda el periodista se sorprende del uso del apelativo «flamenco» para una música que nada tenía que ver con la música flamenca oriunda de Flandes: la polifonía religiosa de la escuela conocida como Franco-Flamenca del siglo XV, donde destacaron aquellos compositores.
Desde 1858 tenemos constancia de calificativos de “flamenco” para un jaleo en academias de Sevilla [5]. Por ello, sorprende igualmente que en el libro de Davillier tampoco aparezca el término flamenco en 1862, a su paso por esta ciudad, cuando visita tabernas como la del tío Miñarro [6] y otros lugares donde se escuchaban cañas, polos, tangos, seguidillas, etc. En Madrid ya se habla de acompañamiento “flamenco” y cante “flamenco” en esa fiesta de 1853, ciudad donde se localiza, de momento, el primer dato que tenemos de un músico calificado como tal en 1847, Lázaro Quintana:
«UN CANTANTE FLAMENCO.- Hace pocos días que ha llegado a esta corte donde piensa residir algún tiempo, según nos han asegurado, el célebre cantante del género gitano, Lázaro Quintana. El nombre de este célebre «quirrabaor» es generalmente apreciado entre los aficionados de Sevilla, Cádiz y el Puerto» (El Clamor público, 8 de junio de 1847). [7]
La noticia aparece con mayor contenido el 6 de junio de 1847 en el diario El espectador de Madrid [8]:
No parece haber muchas diferencias entre las escenas andaluzas del Solitario (Un baile en Triana, de 1842, o Asamblea General, de 1845), la fiesta madrileña (1853) y las descripciones de Davillier (1862). Quedaban tan solo dos años para la llegada de Silverio de América, y no es posible que no existiera la música que llamamos flamenco mientras estuvo fuera Franconetti. El término se usa unas veces y otras no para referirse a las mismas músicas y bailes, sin que esté relacionado su uso todavía con una diferenciación musical, sino más bien con el contexto social de los intérpretes.
El término de marras
Ya hemos manifestado en otros trabajos [9] nuestra idea de que el origen del término «flamenco» para referirse al cultivo de un arte estuvo en la sustantivación de un adjetivo. Usado en un principio para denominar una forma de ser, actitud, manera, un comportamiento que debió ser común en los artistas del género: el “echao pa´lante”, el “arrogante”, el personaje “flamenco”, pasó luego a designar la música, los cantos, los bailes que ellos cultivaban, sin necesariamente tener que haber una diferencia musical en un principio. Esta diferenciación musical es independiente al bautizo del género, y se debe a las aportaciones de los artistas, proceso que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX. En este caso, partiríamos del sustrato musical de los calificados como –“cantos y bailes andaluces”– populares en aquella época: Vito, Ole, Panaderos, Seguidillas, Boleros, Fandangos, Malagueñas, Peteneras, etc., ya que lo que parece es que, a estos mismos estilos, a partir de mediados del siglo XIX se los empieza a calificar de “flamencos”.
«Desde que un diccionario recoge el término como adjetivo despectivo y hasta que la Academia de la Lengua lo reconoce han pasado unos 75 años. Pero ya hemos visto que se aplica con este sentido de asociación negativa desde, al menos, 1615, y con el sentido de flamante, desde el siglo XIII»
La asociación del término con Flandes tuvo como detonante el libro de George Borrow The Zincali (libro que escribió el autor entre los años 1836 y 1849, cuando estuvo en España). Por entonces se comenzaba a asociar el término flamenco con gitano, asociación que no ocurre antes del siglo XIX, cuando la palabra flamenco estaba ya en uso con un significado polisémico. Por un lado, como un tipo de cuchillo en el siglo XVIII, el “cuchillo flamenco”, como explicó Luis Suárez Ávila [10]. Por otro, como un tipo de sombrero, el sombrero Flamenco, desde el siglo XIV en Inglaterra, como explica Rafael Castejón [11] en tratantes y comerciantes, incluidos los gitanos. Por otro, como adjetivo de “arrogante”, como localizó Faustino Núñez [12] en el teatro tonadillesco de finales del XVIII en Madrid:
«Parola; Romero: Ven acá, Labapiesera ¿dónde as estado? (ella) a empeñar mi Basquiña, (él) ¿para qué?, (ella) y a ti qué te importa (él) saberlo, (ella) pues yo no quiero decirlo, (él) fixo?, cabal, me meneó, (ella) es con el ayre como tan flamenco estás, (él) mira ya te lo diré, (ella) y a mí qué se me dará, las penas y pesadumbres es lo que me engorda más».
La causa de que el término «flamenco» contenga ese significado de arrogante es algo que está en consonancia con la actitud comentada anteriormente y su asociación con determinados grupos sociales desfavorecidos, discriminados o “peligrosos”, a lo largo de la historia. Entre ellos hay que citar a los gitanos, los negros e indígenas americanos y otros grupos de marginados. Gracias a Bernardo Sáez [13] tenemos datos de que en el siglo XVII se usa la palabra «flamenco» para referirse a los indígenas de las Indias occidentales:
«[…] y así, por el discurso de Raçon, al principio, y también por la experiencia, vieron serles necesario, hacer primero Cuevas, donde meterse, y ampararse del rigor del tiempo, e inclemencias Celestiales; y segun dicen, ochocientos Años atrás, vivian los Flamencos en ellas: comían primero Yerbas, y raices, y frutas Monteses, despues curaron de hacer Labranças, sembrar y coger Grano, que hallaron nacido por el Campo […] [14]»
Igualmente Jesús Cosano localiza la referencia a los negros de Guinea como «flamencos» en 1725 en Cádiz [15]:
Por cierto, los oriundos de Flandes, los “flamencos” de Flandes, también tenían muy mala fama por su carácter pendenciero y violento. Léase la Moxiganga de moxigangas, papelón de papelones, manifiesto de manifiestos, idea de ideas, reflexión de reflexiones, cuento de cuentos [16] (ca. 1705), en donde se narran las perrerías, asesinatos, robo y trato vejatorio de los flamencos hacia los españoles, sin que hubiera justicia, cuando empezó a reinar la casa de Austria en España.
Pero si queremos irnos más atrás en el uso del término flamenco como adjetivo, podemos remontarnos al siglo XIII, en la obra El roman de Flamenca (escrito entre 1240-1270) en la que la protagonista, que se llama «Flamenca», es referida como una mujer “ardiente”, “luminosa”.
Los diferentes diccionarios de la lengua española que han recogido la voz «Flamenco» lo hacen en el sentido del ave zancuda en las diferentes ediciones desde 1611 en el Tesoro de la lengua de Covarrubias: “Especie de ave que se cría cerca de las lagunas […] que por ser encendidas y flameos se llamaron Flamencos”; y 1732 en el Diccionario de Autoridades: “Ave que se cría en los lagos […] llaman los Franceses Flambat o Flamann, los españoles Flamenco”. Desde 1804 se añade el significado de oriundo de Flandes: “El natural de Flandes y lo que pertenece a los estados de este nombre”. En 1825, el Diccionario de Núñez de Taboada incluye el flamenco como un idioma.
El Diccionario de Gaspar y Roig de 1853 recoge todos estos y añade el calificativo despectivo de la voz «flamenco» como apodo burlescamente depresivo y asociado a los extranjeros venidos de Flandes en la época de Carlos V. Vean:
En 1895, el Diccionario Enciclopédico Zerolo ya incluye como tercera acepción: “Achulado, gitanesco. Se dice de cierto género de canto y baile, andaluces”.
El Diccionario de Rodríguez Navas de 1918 es muy ilustrativo. Recogemos solo lo relacionado con nuestro tema: “Flamenco: […] Concerniente a los gitanos o propio de ellos, como baile flamenco; lenguaje, traje o porte flamenco. Designación de los gitanos por suponer que procedían de Flandes al invadir España. Chulo. Se dice de cierto cante y baile sumamente descarado y obsceno muy usado entre gentes bajas, de mal vivir”.
No será hasta 1925 que el diccionario oficial de la RAE recoja algo relacionado con nuestro peculiar arte y sus cultivadores, a partir de la 3ª acepción: “3. Dícese de lo andaluz que tiende a hacerse agitanado. Cante, aire, tipo FLAMENCO. 4. Achulado. 5. Aplícase a las personas, especialmente mujeres, de buenas carnes, cutis terso y bien coloreado”.
Como se puede ver, desde que un diccionario recoge el término como adjetivo despectivo y hasta que la Academia de la lengua lo reconoce han pasado unos 75 años. Pero ya hemos visto que se aplica con este sentido de asociación negativa desde, al menos, 1615; y, con el sentido de flamante, desde el siglo XIII.
Corominas, en su diccionario etimológico (3ª edición de 1987), propone un origen germano del término flamenco:
Queda patente y constatada la polisemia del término, con los múltiples significados que están asociados a él. Todos ellos recogidos en diferentes documentos y diccionarios, aunque estos últimos nunca llegan a recoger el uso completo de las voces que el pueblo maneja, siempre más amplio que el que la Academia reconoce oficialmente.
El contexto social de los llamados «gitanos»
Por otro lado, dentro del grupo social de los llamados “gitanos” también se encontraban personas de muy diferente origen. José Mercado advierte de la confusión que existió en el pasado sobre los rasgos diferenciadores de los gitanos con otros grupos sociales que, al estar perseguidos, adoptaron una vida errante similar a estos:
«[…] los nombres afrentosos de egipcio, rufián y monfí, indiscriminadamente se aplicaron a individuos que ejercitaban profesiones y hábitos de la vida nómada, recorriendo gran parte de España, en continua y obstinada lucha contra las órdenes reales y las justicias locales. Cuando se redoblaba la persecución, teniendo el peligro demasiado inminente, se acercaban al mar y procuraban embarcarse para África; pero si notaban alguna flojedad en la ejecución de las órdenes, las bandas penetraban de nuevo en el interior, uniéndose moriscos descontentos, vagabundos de toda especie y soldados desertores.
La confusión también se da en las Constituciones de Cataluña en donde a estas bandas indiscriminadas se las denomina de griegos o bohemios» [17]
En el edicto de 5 de octubre de 1611 se utilizó una común denominación para todos los individuos vagabundos y errantes: egipcios o gitanos [18].
Sancho de Moncada en el Discurso de la expulsión de los Gitanos[19] dirigido al rey Felipe IV en 1631 considera y se plantea:
«¿QUIÉNES SON LOS GITANOS? […] La segunda y la cierta opinión es que los que andan por España no son gitanos, sino exhambres de Zánganos y hombres ateos y sin ley ni religión alguna, españoles que han introducido esta vida o secta del gitanismo, y que admiten a ella cada día gente ociosa y rematada de toda España, y lo reconoció todo el Reino de la Cortes desde año de 1619, en la condición 49, diciendo de los Gitanos: «Que pues no lo son de nación, quede perpetuamente este nombre y uso confundido y olvidado» [20] […] son gente ociosa, vagabunda e inútil a los reinos […] Mucho más inútiles que los moriscos, pues estos servían en algo a la República y a las Rentas Reales […] confiriendo entre si en lenguaje con que se entienden sin ser entendidos, que en España se llama GERIGONZA»
Carlos III, en sus Reglas para contener y castigar la vagancia y otros excesos de los llamados gitanos, dentro de la Pragmática-Sanción de 19 de septiembre de 1783, declara:
«[…] que los que se llaman y se dicen gitanos, no lo son por origen ni por naturaleza, ni provienen de raíz infecta alguna […] por tanto mando que ellos, y cualquiera de ellos no usen de la lengua, traje y método de vida vagante, de que hayan usado hasta de presente, bajo las penas abajo contenidas».
Según parece, bajo la denominación de “gitanos” subsistía una clase social de lo más baja, con un uso de lenguaje de germanía, y dados a la picaresca, conglomerado social que debió aglutinar a gitanos verdaderos junto a moriscos, judíos y cristianos españoles desheredados y vagabundos. Mercado considera que este fenómeno se produjo más abiertamente en Andalucía [21], donde no desaparecieron del todo, hecho que ocurrió igualmente en el resto de España, pues posteriormente se sucedieron nuevos edictos en contra de los gitanos, hasta la pragmática de Carlos III de 1783 que intentaba mejorar la suerte de estos con medidas algo más benévolas.
Flamencos y gitanos – gitanos y flamencos. Una asociación de lo más lógica. Gerhard Steingress es quien mejor ha sabido explicar los orígenes sociológicos del género. En su impagable libro Sociología del cante flamenco describe cómo el término “flamenco” también estaba asociado al uso de una determinada jerga o lenguaje de germanía. Este autor explica cómo el hablar en una jerga “agitanada”, con palabras en caló, se había puesto de moda en el último tercio del XVIII en sainetes y tonadillas teatrales, comparándose con el habla de un “flamenco” (quizás oriundo de Flandes) antes de que “flamenco” fuese sinónimo de “gitano”. Aparece en un sainete de 1831 titulado Los Gitanos de Cádiz o sea El Tío Conejo:
“Dice el director de origen francés al Tío Conejo (gitano que le quiere enseñar el caló):
Mi estar comer encontronfios, viva el Cachucha:
Coneco mi saber parlar Quitano, ¿eh?
Y el tío Conejo le responde:
Lo mismito que un flamenco” [22]
Está claro que se compara al “gitano” con el “flamenco” y no al revés, independientemente de quién fuese el “flamenco”. Pero más importante aún, es su reflexión sobre una gacetilla de 1858 en el mismo libro:
«[…] Ponderaba un gitano flamenco de la raza más pura […]»
Señalando que el absurdo del pleonasmo no es tal, porque en realidad, lo que está describiendo es que el gitano tenía formas o maneras “flamencas”. Por ello, está claro que el término apareció en el ambiente bohemio no para referirse a los gitanos en sí primero, sino como identificación de un determinado ambiente de artistas. Hubo gitanos flamencos y gitanos no flamencos, ya que no tendría sentido decir “gitano gitano de la raza más pura”.
Manuel Bohórquez [23] localizó un relato de Modesto Lafuente Zammalloa, quien asistió a un bautizo de un niño gitano en Triana en 1841, en el cual se describe un coro de gitanas “flamencas”. Con el epígrafe de Un bautizo de gitanos, se publicó el 21 de abril de 1841 en El Constitucional el siguiente relato, del cual insertamos una parte:
«La noche siguiente nos fuimos Tirabeque, y mi reverenda persona á un bautizo de jitanos en Triana que es una de las funciones más célebres entre ellos, para lo cual habíamos sido atenta y personalmente convidados por el gitano Juan Rodríguez (a) el Gallego, que era el jefe de la tribu bautizante, tuerto, azabachado, pero saleroso y hombre de buenas partidas […] El baile principió al grito de «¡Vira Fra Geriundo! Otros decían: «viva el Pae Geriendo! Viva su incólito Tirabeque!» A los cuales se mezclaba de vez en cuando el de: «Viva el empresor mas florío de España!» Los instrumentos músicos eran un guitarrillo, que parecía guitarra de hacienda nacional, las palmas de las manos que tocaba á compás todo el coro de vírgenes flamencas y el canto de dos ó tres de las mas acreditadas de filarmónicas. El baile es gracioso y animado, muy gestículoso y muy mímico, pero soberbiamente lascivo é incitador al desorden. Anárquica y bullanguera estuvo la Niestra, y sediciosa en demasía; pero la que se pronunció completamente por la total desorganización del cuerpo social fue la Juana Vargas: esta era la Tersicore de aquel Parnaso: desconyuntábase fieramente, y contoneábase de un modo energúmeno y argadillesco».
Las ideas de Blas Infante
Al respecto de la teoría de Blas Infante del Felah Mengu o Falah mankub como base del origen del término flamenco expuesta en su obra Orígenes de lo Flamenco y Secreto del Cante Jondo, de 1929, Manuel García Matos la considera ya superada en 1958 en su Bosquejo Histórico del Cante Flamenco. El insigne musicólogo demuestra la incorrección lingüística de esta asociación, que aún hoy muchos ignoran, apuntando al uso de un término de origen jergal, en uso desde finales del siglo XVIII. Las ideas de Blas Infante sobre el andalucismo, como pueblo de identidad propia, y la defensa del legado de Al-Andalus le hicieron imaginar un trasvase musical morisco asimilado a través de los gitanos, proponiendo una teoría sobre la aparición y consolidación del término que hoy no tiene ningún sentido y que se fundó bajo un discurso ideológico y no científico.
«Solo así se explica que el término flamenco se usara en contextos de gente social desfavorecida, como gitanos y otros grupos sociales calificados de inferiores, y no lo usaran artistas como Silverio, por la connotación negativa que tenía el ser un «flamenco», quien se empeñó en mantener la denominación de «andaluz»
En conclusión
El arte que llamamos flamenco no se origina por el cante de un campesino huido o errante. El flamenco, además, no puede reducirse a esa visión tan estereotipada del grito desesperado como detonante del cante y luego de todo un arte, aunque esto de gritar también forme parte de la estética del flamenco. El flamenco es un arte de exhibición, y de profesionales, en él entra tanto lo dramático como la fiesta, algo de lo que no puede desprenderse. Es como un Ying unido a su Yang, y siempre fue así, los documentos históricos son inequívocos en este aspecto, aunque la imagen que más vende en el flamenco es el grito, claro.
No tiene ningún sentido pensar en que la asociación de dos términos como Felah-mengu o Falah mankub, que ni siquiera están documentados en nuestra lengua oral, ni en ningún documento escrito (el que lo tenga que lo aporte, por favor), sirva para bautizar un arte porque un campesino errante cante su pena. ¿Dónde estaban estos términos? ¿Cuándo se funden o forman la susodicha palabra? No se puede ser tan simple en este razonamiento. Y todo esto, ocurriendo a mediados del siglo XIX, época en la que no hay moriscos ni población que hable árabe en nuestra España querida. No se puede afirmar algo así hoy en día, disponiendo de otros muchos datos y estudios que muestran otras hipótesis mucho más consistentes. Por ello, pensamos que ya es hora de no seguir insistiendo en esta teoría como una hipótesis válida.
Hay que preguntarse por qué, a mediados del siglo XIX, deja de decirse cante y baile andaluz y de forma paulatina se va consolidando cante y baile flamenco. Y lo más inteligente es comprender el contexto social en el que el cante, baile y toque flamenco se manifiestan y las personas que se dedican a definir esta manifestación artística, hacia 1840, que es cuando aparece asociado el término flamenco a ciertos intérpretes. Solo así se explica que el término flamenco se usara en contextos de gente social desfavorecida, como gitanos y otros grupos sociales calificados de inferiores, y no lo usaran artistas como Silverio, por la connotación negativa que tenía el ser un «flamenco», quien se empeñó en mantener la denominación de «andaluz». Una vez impuesto el término flamenco a finales del siglo XIX, identificado ya como una forma de expresión artística peculiar, se abandonó el calificativo de andaluz de forma paulatina, quedando el término asociado con la música, el cante y el baile del que hoy disfrutamos todos.