Antonio Burgos pertenece al grupo literario que conocemos como los Narraluces, grupo que escribe durante los años setenta y ochenta del pasado siglo y que lleva a Andalucía como proa en su narrativa. Muchos autores ponen en tela de juicio la existencia de este grupo, pues no ven coincidencias en sus obras. Yo, humildemente, sí las veo y creo en los Narraluces, en sus formas y en sus modos: Andalucía, narración, libertad, mirar al futuro y al flamenco. Sí, el flamenco es una de las características comunes de los Narraluces.
Veamos. El chiclanero Fernando Quiñones, con su De Cádiz y sus cantes, El flamenco vida y muerte, Toros y arte flamenco, su programa Flamenco en Televisión Española o las cuatro cartas que le dirigió al flamencólogo y antropólogo Ricardo Molina, por ejemplo.
O al jerezano José Manuel Caballero Bonald con su lucidez e inteligencia en obras como El baile andaluz, Luces y sombras del flamenco o los cantes que compuso para Turronero, Manuel Soto Sordera, Diego Clavel, José Mercé o Lebrijano, por ejemplo.
Un flamenco castizo, muy unido al pueblo al día a día, es el gran Manuel Barrios –ducados, Olivetti y trasnochar– con su Ese difícil mundo del flamenco o su Gitanos, moriscos y cante flamenco.
«No hace falta que salgas de Hamlet a cantar seguiriyas, porque eres ya, desde hace 3.000 años, un Hamlet gaditano: ser genial o no ser genial, esa es la cuestión que vienes considerando sobre la calavera de un fenicio que encontraron en un ataúd de piedra por Puertatierra. Y tú eres genial. Tan genial, que eres mi sueño de una noche de este verano»
Otros miembros de los Narraluces son Alfonso Groso, Luis Berenguer, Aquilino Duque (con su conferencia Literatura y flamenco), José Luis Acquaroni (que se acerca al flamenco desde el mundo del toro) e incluso Manuel Halcón, maestro de tantos y tan poco reconocido, que llevan el flamenco a la misma sangre, esencia, de nuestra tierra.
Y por supuesto, Antonio Burgos, que pertenece a este grupo de escritores y en el que el flamenco está presente… y de qué forma.
En su obra periodística nos topamos con multitud de artículos publicados con el flamenco como protagonista. Por ejemplo con La Paquera de Jerez, que «era la entrada de su voz inconfundible, sobrada de compás. La personal falseta cantada, preludio sinfónico de la representación dramática del cante por fiesta. Saltaba al aire el «alialialialiii andaaaa» de La Paquera y después venía todo el universo de los poemas jerezanos de Manuel Ríos Ruiz, ese Cádiz interior que no se va con Lola a Los Puertos, sino que se queda en Jerez con El Niño Gloria. Era la señora de la bulería». O cuando se refiere al recordado Chano Lobato: «No hace falta que salgas de Hamlet a cantar seguiriyas, porque eres ya, desde hace 3.000 años, un Hamlet gaditano: ser genial o no ser genial, esa es la cuestión que vienes considerando sobre la calavera de un fenicio que encontraron en un ataúd de piedra por Puertatierra. Y tú eres genial. Tan genial, que eres mi sueño de una noche de este verano». O con Naranjito de Triana, sol y flor: «A las penas, puñalás, porque Naranjito está ya en la vida eterna de la memoria de Sevilla. Como estamos pasando tanta hambre y La Perona ha mandado a los corrales latas de carne y sopa de estrellitas, ¿qué podemos hacerle a esta mujer, que está cruzando el Arco de la Macarena en este mismo momento? Ah, ya está, como en las películas de Hollywood del cine Llorens: hagamos una tarta tal que los siglos venideros nos tomen por locos cuando vean salir bailando desde dentro a Narci Díaz y a Naranjito de Triana». (Apunte: Narci Díaz era la tía de Silvio Fernández Melgarejo, el roquero). O cuando pide la Llave de Oro del Flamenco para Pepe Marchena: «Andan recogiendo firmas para que al Niño Marchena lo hagan Hijo Predilecto de Andalucía a título póstumo y pregunto que dónde hay que firmar. Pero a esa firma de adhesión marchenera le pongo una postdata, relativa a la cerrajería del cante. Si a Camarón le han dado ya muerto la Llave del Cante, ¿por qué cerrar el Mister Mint de la Consejería de Cultura y por qué no hacerle un duplicado a la llave de Tomás el Nitri, de Manuel Vallejo y de Antonio Mairena y dárselo a la memoria de MM, el Maestro Marchena? A poco de historia del cante que se sepa, se llega a la conclusión de que Camarón y Marchena hicieron exactamente lo mismo: innovar, crear, inventar ámbitos de libertad para el flamenco».
También escribió a Manolo Sanlúcar, que se quejaba de que el flamenco no estuviera presente en los conservatorios de música: “Olé, olé, olé y olé, Manuel, como en el anuncio de los aceites de Ybarra metido a compás de salve rociera». O a Antonio El Bailarín: “Era de esos artistas grandes que se conocen con sólo mentar su nombre, sin necesidad de apellido. Como Leonardo es sólo Leonardo, y Miguel Ángel es sólo Miguel Ángel, e incluso Marcial, sin más, es el más grande, y no precisamente a base de epigramas latinos, sino de naturales y derechazos, bastaba decir Antonio para saber que nos estábamos refiriendo a Antonio Ruiz Soler”. A Salvador Távora: “En aquella Sevilla de los fandanguillos del serrín de las tabernas había un niño del Cerro que se quedaba extasiado oyendo al Bizco Amate”. O a José Menese: “Otros se meten en años y Menese se ha metido en carnes. Al muchacho delgadito y tímido de La Puebla que cantaba aquellas letras terribles se la ha puesto planta de figura legendaria del cante”.
El flamenco en la obra periodística de Antonio Burgos, escritor que llega al alma del flamenco desde la verdad rotunda del pueblo y del día a día.
→ Ver aquí la entrada anterior de esta serie de Eduardo J. Pastor.