La Fábrica de Arte –con quien organiza conjuntamente la peña este recital– la tiene Antonio Santiago ‘Ñoño’ en sus dedos y en sus ocurrencias. Y también gran parte de culpa de que anoche saliera el asunto a pedir de boca, porque tocó con una cajita de música entre sus yemas, una sensibilidad y flamencura plenas de madurez y un pulgar asombroso en los bordoneos y alzapúas. Trinó rasgueos limpios y definidos, recorrió el mástil sin dejar trastes por pulsar, endiñó compás y contratiempos en su justa medida, recortes y un puñao de tonos de transición que llevó en volandas con su toque abierto los juegos y cadencias de la extraordinaria amplitud de registros de Rafael de Utrera. Y siempre apropiado en el acompañamiento al baile de Carmen Lozano. Ñoño cada día toca mejor, aparte de descollar en su faceta compositora. Me acarició el alma en el preludio de la malagueña, con las falsetas por alegrías, el soniquete de sus filigranas y rasgueos en la soleá por bulerías y en otros muchos momentos en los que me uní a los oles del público. Se mete en berenjenales complicaos, pero le echa reaños y sale airoso.
El recital se hizo como es de costumbre en dos partes, con dos cantes de Rafael y un baile de Carmen en cada una de ellas. Si bien el reclamo evidente de la actuación era el de Utrera, porque se mueve menos por peñas y canta como él solo sabe, Carmen se fajó sus entretelas flamencas y lo dio todo. Y a la que desnuda su verdad y además transparenta su bonhomía en el baile sin guardarse nada, dándose entera con naturalidad, enjundia y clasicismo jondo, pocas pegas se le pueden poner. Aunque destacar hoy día en su faceta es complicao. Pero disfrutó e hizo disfrutar, gustó. Estuvo más que a la altura.
Carmen es buena bailaora, sí señor. Pero el cante de Rafael, que le viene de perlas por la compenetración que existe en esta pareja artística y sentimental, destacó por encima sin querer ostentar o robarle la sombra. Sencillamente porque sí.
Acababa de fallecer el amigo Antonino Parrilla y Rafael tuvo la deferencia de dedicarle la noche. Abrió por Triana con la soleá apolá, calentando el gañote en sus bajos prodigiosos y en los altos controlados que ya no le suenan a grito. Los melismas y la musicalidad del palo le permiten a su tesitura lucirse en todo momento. Más aún sin megafonía, donde llega el calor de su voz de terciopelo rajao. Hace lo que le da la gana. Se conoce todos los rincones del cante y entra y sale dibujando con su garganta guirnaldas originales que colorean sus hechuras, otorgándole personalidad a lo que entona. María enciende la luz, venta vieja de Eritaña, correo de Vélez… letras de siempre del cartucho de recuerdos de la afición. Como también fueron las de siempre las que incluyó Rafael en el resto de su repertorio y que a los que lo seguimos no sabemos ya si tomarlo por jartible —entiéndase la broma— o como seña de identidad, porque a pesar de que se repita, siempre reinventa y gusta. Porque lo tiene, puede y sabe.
«Carmen Lozano le bailó más que bien al cante de su marido, a la guitarra de Ñoño y a las palmas de Fali del Eléctrico y de sus hijos Juan Carlos y Rafael Usero, conformando la comunión del arte en la Peña Flamenca Torres Macarena»
Prosiguió por malagueña, templando los tercios de aquella atribuida a Fosforito —me puse a escribir mis penas— y que cantaron Vallejo o Pepe Pinto, con aires de La Trini y cositas nuevas de su cosecha al rizar lo melódico. La abrochó por abandolaos con rondeña y fandango de Frasquito Yerbabuena.
Ya en la segunda parte cantó por alegrías saliendo y entrando por los cañaverales, para llegar al tributo a Curro de Utrera en las de Córdoba y guiños a Sevilla, Cádiz y a Camarón. Con un dominio absoluto de los tiempos, apoyado en la bajañí de Ñoño. Y sus bulerías panaeras en las que endosa por cuplé el Señorita de Enrique Montoya o el Te he de querer mientras viva que bordaba Marifé. Terminando como siempre con aquello de…
To el que reza to los días
puede que haga más daño
que el que no ha rezao en la vida
La moronense Carmen Lozano salió del camerino al leco romanceao que anticipó el lamento por seguiriyas de Rafael, que lo enjaretó con tintes lebrijanos —al beato Lorenzo—. Luego apretó en la de Tío José de Paula y en el macho apegao a las formas de la toná liviana de Diego El Lebrijano. En la segunda parte bailó por soleá por bulerías con su remate. Y no hubo fin de fiesta de más.
Por seguiriya se rebuscó en las caderas recias el dolor que la atravesaba, poderosa e hiriente, reflejándolo en su cara. Espontánea y segura, fuerte en las embestidas pero sabiendo pasear y brillar en los silencios paraos, colocaba los pies en su sitio y esbozó un braceo flamenquísimo. En la soleá por bulería, más redonda y picarona, meneó su cintura y el culo con age, recogiéndose con empaque el vestío. Llamadas y escobillas clásicas, zapateaos de trapío… Carmen Lozano le bailó más que bien al cante de su marido, a la guitarra de Ñoño y a las palmas de Fali del Eléctrico y de sus hijos Juan Carlos y Rafael Usero, conformando la comunión del arte en la Peña Flamenca Torres Macarena.
Ficha artística
Recital de Carmen Lozano al baile y Rafael de Utrera al cante
Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla
19 de febrero de 2025
Baile: Carmen Lozano
Cante: Rafael de Utrera
Guitarra: Antonio Santiago ‘Ñoño’
Palmas: Juan Carlos y Rafael Usero y Fali del Eléctrico