En el año 1982, el Instituto Nacional de Flamenco fue fundado por Eva Encinias, con abundante historia familiar y popular que apoyaba aquel comienzo. En estas cuatro décadas el gran esfuerzo de Eva y su familia, hizo nacer el Flamenco Festival de Alburquerque (Nuevo México, Estados Unidos), el evento más grande y longevo de este tipo fuera de España. Desde entonces el Instituto ha organizado numerosos proyectos sociales y didácticos, y aguantado alguna que otra desgracia como un extenso incendio que destruyó gran parte de la sede central de la organización, o la maldita Covid que obligó a la realización del programa del Festival virtual on-line.
Ahora, el golpe más cruel: una sustanciosa aportación económica previamente concedida por National Endowment of the Arts ha sido revocada. Según la NEA, «se tomó la decisión de redirigir los fondos hacia proyectos alineados con las nuevas prioridades federales”. El proyecto del Flamenco Festival de Alburquerque, a pesar de su alcance histórico, sus asociaciones internacionales y su profunda conexión con las comunidades hispanas y de Nuevo México, fue considerado no alineado con dichas prioridades según una breve declaración de protesta publicada ayer en las redes por Marisol Encinias, actual directora del Festival.
La noticia ha caído como un cubo de agua helada sobre el evento cuando faltan menos de dos meses para el comienzo de la 38ª edición de la histórica cita.
«Quiero asegurarles que el festival sigue adelante según lo planeado. Estamos apelando activamente la decisión y trabajando arduamente para recaudar los fondos necesarios para cerrar la brecha. Somos fuertes y vamos a salir adelante, especialmente con el apoyo de quienes aman y valoran las artes» (Marisol Encinias)
Recuerdo ahora aquellos años setenta, la popularidad en aumento de los festivales de verano, cuando la entrada casi siempre costaba 500 pesetas (3 euros o $3.40 dólares), que nos parecía un dineral cuando en un tablao los del cuadro no ganaban eso por noche. Estos festivales se pusieron de moda, e incluso con carteles larguísimos con primeras figuras de cante, baile o guitarra, había sueldos elevados. No había subvenciones ni patrocinio de peso.
La aparición de las peñas flamencas, que entonces brotaban como habas en otoño, reforzó la afición y el orgullo local, dando lugar a un compartido e imparable sensibilidad cultural, como no había existido anteriormente. La organización de estos eventos quedó en manos de las autoridades municipales y funcionarios, a menudo sin criterio al respecto.
La retirada de la financiación del Flamenco Festival de Alburquerque, que no ha sido el único evento privado en estos días del apoyo público económico, es un triste paso atrás para el arte jondo y la población en general. Unas emotivas palabras de Marisol Encinias:
“Gracias a todas y todos por su increíble apoyo. Quiero asegurarles que el festival sigue adelante según lo planeado. Estamos apelando activamente la decisión y trabajando arduamente para recaudar los fondos necesarios para cerrar la brecha. Somos fuertes y vamos a salir adelante, especialmente con el apoyo de quienes aman y valoran las artes”.