Cuando alguien va a la que considera su cuna flamenca a dar un recital, cuando alguien se ha criado en el ámbito de una peña, entre sus sillas, en su escenario, entre sus aficionados, tiene una doble responsabilidad: por defecto, la de cumplir el objetivo de estar a la altura de un buen recital de cante y, por otro lado, la de conseguir que aquellos que te han seguido profesionalmente durante toda tu carrera sientan la necesidad de ser sorprendidos en cada cante que haces, para así apreciar la evolución, la madurez y el conocimiento que uno va adquiriendo con el paso de los años. Esta responsabilidad la tuvieron Ana Mochón y Luis Mariano en la señera Peña flamenca La Platería, el gran templo de Granada.
Mochón siempre ha vindicado los cantes de su tierra, las formas tan personales que añadieron al acervo musical artistas de la talla de Enrique Morente, Cobitos, Frasquito Yerbabuena, Paquillo del Gas, Niño Jun y otros tantos que han dejado un legado y una base para que los que están por venir se agarren a ella y defiendan el patrimonio local.
Ana ha evolucionado y ampliado su repertorio tomando referencias de otras escuelas. Ha salido de su zona de confort para adentrarse, siempre con mayor o menor acierto, en otras estéticas que se adapten a sus formas cantaoras.
Por otro lado, Luis Mariano, guitarrista hecho por derecho, manifiesta en cada nota no solo la gran personalidad que tiene, sino su conocimiento del cante y del oficio de acompañante, requisito indispensable para ser un guitarrista de los de verdad, un todoterreno cabal.
Con vestido blanco y mantón morado y de pie, Luis Mariano deja sobre el escenario una intro de seguiriyas que anticipaba la toná que se iba a escuchar. La del Cristo, la atribuida a Chacón de la serrana rebelde, seguidas de una cabal de Silverio en las formas personales que grabara El Pena y a quien hoy se le adeudan.
Ana fue didáctica anunciando algunos de los cantes que iba a hacer. Contó que haría la malagueña de Manuel Rodríguez El Ruso, un cantaor de la costa de Granada que supo imprimir un sello propio a la malagueña de La Trini y que no ha trascendido más allá de las fronteras de la provincia. La remató con tres fandangos locales, el de Paquillo del Gas, el del Ruso y el de Frasquito Yerbabuena.
«Ana Mochón ha evolucionado y ampliado su repertorio tomando referencias de otras escuelas. Ha salido de su zona de confort para adentrarse en otras estéticas que se adapten a sus formas cantaoras»

Quiso rescatar la mariana de Bernardo de los Lobitos. Cierto es que tenemos en la memoria musical un modelo bien definido del de los Lobitos y un eco tan personal como difícil de acometer. Ana armonizó la melodía yendo y viniendo al cante matriz, imprimiendo melismas, adornos y florituras para hacerse con el cante para rematar con una tanda de tangos de Graná que remató en tonos menores.
La madre del cante, esto es, la soleá, dio continuación a su repertorio en un amplio abanico estilístico que tuvo sus más y sus menos. No cabe duda que Ana conoce el cante y lo domina, que juega con los tiempos y los bajos y los medios para ejercer con profesionalidad. No obstante, algunos de los estilos que decidió trasladar al público no acabaron de transmitir, si bien es cierto que tenemos en la retina sonora los ecos de los creadores grabados a fuego por lo que escucharlos en una voz tan alejada, a priori, pueda parecer extraño. No obstante, el éxito de la soleá estuvo en la gran variedad de cantes que ejecutó y la continuidad de patrones en algunas partes del cante.
Los tres primeros estilos, de Pepe de la Matrona, Joaquín de la Paula y Enrique el Mellizo, son una secuencia idéntica a la que grabara el maestro Morente junto a Sabicas bajo el título de Ramito de Azahar. A partir de ahí, cogió su propio camino para acordarse de Frijones, de nuevo del Mellizo, de La Andonda, de Juaniquí de Lebrija en la versión del Viejo Agujetas, de Paquirri el Guanter y remate con recuerdo a Pinea y a Paquirri. Todo ello tirando de letras clásicas, muy manidas en este cante y con un reposo que atemperó de más los tercios.
Continuó con una combinación de cantes en uno solo, que realmente fueron dos, alternándose en los tonos y en las melodías. Anunció una personalización de la bambera que fue una milonga con aire marchenero y que giró a la bambera clásica en aire de fandango de Huelva, como se hiciera antaño, con remembranza a Pastora Pavón. Una mezcla singular que no acabó de redondear en el todo aunque sí en las partes, de ahí que hubiera triunfado si las hubiese hecho independientes.
Para finalizar lo hizo por bulerías del Chino de Málaga. Y tan a gusto estaba que el bis preparado fue un recuerdo a García Lorca, a las canciones populares antiguas que musicara al piano el poeta junto a La Argentinita en 1931: Zorongo, La Tarara, la Lorqueña de Pastora Pavón, Café de Chinitas, Anda jaleo, Los peregrinitos, Los cuatro muleros, y las Sevillanas del siglo XVIII.
Ficha artística
Recital de cante de Ana Mochón
Peña La Platería. Granada
8 de febrero de 2025
Cante: Ana Mochón
Guitarra: Luis Mariano