De todos es conocido el amor e interés por el flamenco que profesaba Manuel de Falla en los inicios de su carrera como compositor. Estimulado por Pedrell, padre del nacionalismo musical español, se acercó al estudio del folclore y también del flamenco, el cual ya aparece en su ópera La Vida Breve, estrenada en 1913 en Niza. La personalidad arrolladora de Pastora Imperio supuso la composición de una de sus obras más famosas, El Amor Brujo. Gitanería en un acto y dos cuadros, escrita y dedicada a la artista sevillana, para que ella la interpretara, la cantara y bailara, estrenándose el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara de Madrid.
El viernes 16 de mayo tuve la oportunidad de ver en primicia Amores Brujos, película que se estrenará en junio, encuadrada en todo lo que rodeó la creación de esta obra emblemática. Aunque va más allá, al contextualizar la vida del compositor gaditano en diferentes etapas de su carrera como músico e impulsor de importantes eventos, como fuera el Concurso de Cante Jondo de 1922 en Granada, incluyendo en este recorrido su relación con otros artistas relevantes y su exilio y muerte en Buenos Aires.
Manuel de Falla está encarnado por el actor Jesús Barranco, protagonista principal de la película, acompañado de Lucía Álvarez, quien da vida a María Lejárraga, artífice del guion de esta y otras obras que fueran publicadas bajo el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Entre ambos se desarrolla la historia del nacimiento del Amor Brujo, con los números musicales que forman parte, recreados y actualizados audazmente por artistas flamencos y clásicos de primer nivel en diferentes números musicales. A su vez, incorpora otras obras del maestro gaditano, ampliando así la muestra musical del repertorio nacionalista español que el espectador podrá disfrutar.
El largometraje nos va mostrando diferentes cuadros musicales que se suceden no necesariamente de forma cronológica en la producción artística del autor, comenzando con la Fantasía Bética, magistralmente interpretada por Rosa Torres-Pardo, quien lleva un papel protagonista al figurar en la mayoría de los números musicales de la película en los que aparece el piano. El Paño moruno de la serie Siete Canciones Populares Españolas es interpretado de forma muy personal por el cantaor Israel Fernández, quien también aparecerá al final de la película, cantando el Polo. Juan Manuel Cañizares interpreta dos piezas: el Homenaje pour Le Tombeau de Claude Debussy, personalísima interpretación de esta delicada obra que admite múltiples miradas a la hora abordar su interpretación, y la Farruca del molinero de «Le Tricorne», en un arreglo espectacular que incorpora una introducción de nueva composición y el baile de Patricia Guerrero, con una coreografía e interpretación soberbia de la bailaora de Granada, quien también bailará la Danza del fuego con piano. Rocío Márquez es otra de las artistas que brilla en sus interpretaciones, con tres momentos en la película de gran realismo e impacto: Canción del amor dolido, Canción del fuego fatuo y Canción del juego del amor. Antonio Serrano interviene con su emocionante armónica en La Vida Breve, con Constanza Lechner al piano y Helena Martín en la danza española con mantón, logrando un cuadro de gran belleza plástica.
Otros números musicales, todos de buena factura, son Noches en los jardines de España a dúo, con el piano de Alexis Delgado y Torres-Pardo; Nana, con el chelo de Adolfo Gutiérrez Arenas; Pantomima, con Ana María Valderrama al violín; Danza del Terror, con Sergio Bernal en la danza española; y Jota, con la voz de Carmen París. Todas ellas igualmente con el piano de Rosa, quien también interpreta Andaluza con el recitado de la propia Lucía Álvarez.
«Amores Brujos es un largometraje que se disfruta desde el primer momento. Cualquier melómano, amante del flamenco o no, apreciará sus múltiples valores artísticos en forma de bailes, cantes, canciones, danzas, ambientaciones, escenarios, dramaturgias y emociones»

Desfilan por la película Federico García Lorca, amigo de Manuel y gran impulsor a su vez del Concurso y de las conferencias tan influyentes sobre el Cante Jondo y el concepto de Duende en el flamenco; Pastora Pavón, Manuel Torres, Antonio Gades, Laura de Santelmo, Joaquín Turina, Claude Debussy… y un sinfín de documentos históricos y anécdotas. Algunos echarán de menos a Antonia Mercé La Argentina, artífice de la versión que más éxito tuvo desde 1925 en forma de ballet, y a quien siguieron todos posteriormente, estreno que fue dirigido por el propio Falla. Los más sibaritas reclamarán la presencia de los Ballets Rusos de Daighilev con Massine como principal estrella. Introducidos en la escena española precisamente por Manuel de Falla, quien los conociera en su etapa parisina, fueron artífices de diferentes obras de vanguardia importantísimas para la historia de la danza y también para el flamenco, entre ellas Le Tricorne –El sombrero de tres picos– (1919), que lleva la música de Falla, y Cuadro Flamenco (1921), ambas con decorados de Picasso, obras que inspirarán posteriormente el nacimiento de la primera compañía de Ballets españoles, precisamente la que creara Argentina hacia 1927.
La trama se desarrolla en escenarios privilegiados como son las salas de Velázquez y Goya del Museo del Prado, el Ateneo y la residencia de Estudiantes en Madrid, la casa de Manuel de Falla y su archivo en Granada, La Alhambra, el Real Coliseo de Carlos III del Escorial y otros espacios emblemáticos que acogen diferentes escenas de la película. Tiene partes rodadas en exteriores con mucho acierto, relacionadas con la trama del Amor Brujo, como el sortilegio donde se realiza el conjuro de la gitana frente a un fuego rodeado de agua a cargo de la actriz Clara Muñiz, reclamando su amor en un bello entorno rodeado de magia y naturaleza que enriquece la ya bella fotografía del filme.
La dificultad del rodaje de los números musicales en directo, la eterna asignatura pendiente del cine español, puede suponer pérdida de credibilidad y comunicación con el espectador, algo que ocurre en alguno de los cuadros musicales y recitados en los que la interpretación del artista no coincide con lo que se escucha y se ve. En este aspecto, la cinta es deudora del cine de Carlos Saura, igualmente en la fotografía, con propuestas visuales cercanas a las que el cineasta aragonés impulsara desde sus pioneras Sevillanas (1992) y Flamenco (1995), y que mantuvo hasta el final de su carrera. Parte de las composiciones de Manuel concebidas para orquesta están arregladas para piano, con la consiguiente ausencia del color sinfónico que las caracteriza. En este aspecto, quizás haya mucho protagonismo del piano.
Amores Brujos es un largometraje que se disfruta desde el primer momento. Cualquier melómano, amante del flamenco o no, apreciará sus múltiples valores artísticos en forma de bailes, cantes, canciones, danzas, ambientaciones, escenarios, dramaturgias y emociones. Igualmente se conmoverá con las estupendas interpretaciones de los protagonistas de esta historia llena de embrujo, amor y encanto. Es justo que el guion dé a conocer y ahonde en la importancia de María Lejárraga como autora del argumento, largamente silenciada por las circunstancias del papel de la mujer en la sociedad española de su tiempo, figura que es necesario reivindicar. María Lejárraga está presente en los números musicales del rodaje de las escenas del Amor Brujo, como supervisando el resultado artístico final de las composiciones de Falla, formando parte de la figuración de la escena.
La película incorpora subtítulos inclusivos y audiodescripción de forma permanente en todas las exhibiciones que se hagan en salas de cine, lo cual supone un loable precedente en la industria del cine para lograr facilitar el disfrute del cine de personas sordas y ciegas, que esperamos tenga continuidad y marque un precedente.



