Un cáncer de pulmón ha sido el desenlace final de La Chunga, la bailaora que encontró el equilibrio más natural de su arte con los pies descalzos, no tanto por encontrar beneficios para la salud cuanto por necesidad vital.
A sus 87 años de edad, Micaela Flores Amaya se despidió de este mundo en la jornada de ayer, viernes 3 de enero, según confirmó su propio hijo a un colaborador del programa de Atresplayer Y ahora Sonsoles, a quien añadió el largo proceso que padeció La Chunga durante una enfermedad sin visos de solución.
La Chunga, que adquirió el apodo en el ambiente familiar por ser “mu negrita, mu fea y mu pequeñita”, fue hija de padres españoles que emigraron a la localidad francesa de Marsella, donde nacería Micaela Flores Amaya el año 1937. Un año más tarde regresó la familia a las barracas de Barcelona, en la ladera de Montjuich, desde donde focalizó la mirada en el baile de su prima, la simpar Carmen Amaya, de ahí que la tomara como referente y abordara el baile desde lo racial, lo temperamental.
En tal sentido, La Chunga, a la que pudimos conocer en El Café de Chinitas, de Madrid, destacó por hacer la ejecución del baile descalza, pero también por interpretar un lenguaje expresivo donde la fogosidad de bailaora de casta se distinguía de la nueva escuela que por entonces imperaba, la solemnidad y el quietismo femenino de la época.
A corta edad ya estuvo La Chunga bailando en la puerta de los bares y en fiestas hasta el día que una señora solicitó su presencia en una fiesta. La sacaron de las barracas, la lavaron, la peinaron y le pusieron un vestido y un collar, ya que, como ella misma confesaba, “en mi casa no había ducha ni nada de eso y yo olía”.
La vida le dio un giro total cuando conoció al pintor Francisco Rebés, que la descubrió bailando descalza en las improvisadas actuaciones callejeras. Tanto que le cambió la vida, pues no sólo la hizo su modelo, sino que, además, la introdujo en el mundo intelectual del momento, lo que explica que conociera a Picasso, Rafael Alberti, José Manuel Caballero Bonald e incluso a Salvador Dalí, que le propuso una obra muy especial, un lienzo sobre el que deja varios tubos de pintura. Al son de la guitarra de Ramón Gómez, La Chunga baila descalza sobre la tela extendiendo el color y creando así un nuevo arte, la pintura con los pies.
«La artista que protagonizó el mundo de los tablaos y que tantos reconocimientos recibió, la que le aportó al mundo del baile un modo muy singular de ejecutarlo, y la que sin técnicas académicas abrazó al mundo desde la seducción de su arte intuitivo»
A este tenor, hay que señalar que La Chunga expuso sus obras en ciudades españolas como Madrid, aunque también a nivel europeo en capitales como París. Pero nos habíamos quedado en los comienzos de su trayectoria flamenca. Y así va apareciendo en los restaurantes barceloneses, como Los Caracoles, de Barcelona, que es donde reparó en ella la gran Pastora Imperio.
La maestra sevillana incluye a nuestra protagonista en el tablao La Pañoleta, en Palamós, y más tarde la incorpora al cuadro que presentó en El Corral de la Morería, de Madrid, donde tanto el dueño, Manuel del Rey, cuantas celebridades desfilaron por él, como la actriz Ava Gardner repararon en ella con enaltecimientos que la llevaron no sólo a Hollywood, sino a participar en el programa de máxima audiencia El Show de Ed Sullivan.
El impacto que causaba La Chunga se refrenda en Méjico, desde donde la elevaron a la categoría de una de las artistas más populares del decenio 1965-1975. La fama se extiende por España, donde trabaja en el Teatro Liceo, de Barcelona, y se alarga hasta las capitales europeas y las del nuevo continente, donde va sembrando su popularidad en puntos tan dispares como Estados Unidos, Méjico, Cuba, Venezuela, Argentina y Chile, todo en un tiempo en que se hace visible en el mundo cinematográfico dada sus condiciones dancísticas e interpretativas.
Es tras participar en el filme El último verano, de Juan Bosch, cuando despliega el poderío de su arte por salas de fiestas y monta su compañía, con la que recorre todo el país más otras actuaciones internacionales que fueron muy sonadas, tal que el festival de la Unesco, en Bruselas (1965), o la Universidad de París (1968), para volver de nuevo al cine con el sevillano Antonio en Ley de raza, de José Luis Gonzalvo, y presentarse en la inauguración el año 1971 del Tablao El Cordobés, en la rambla barcelonesa.
Justo ese año La Chunga de retira de los escenarios y no regresa hasta 1977, en que ocupa el proscenio del El Café de Chinitas, de Madrid, a fin de hacer su presentación con gran acogida del público, participando, mismamente, en el espectáculo Con casta, de Lola Flores, y en la película Nosferatu en Venecia, de Mario Caiano, que fue rodada en 1986, y que todos tomaron como un anticipo de su retirada en el decenio de los noventa del pasado siglo.
Y llegamos a los albores de 2025 para hacernos eco en Expoflamenco de la noticia de su adiós. Micaela era una fumadora empedernida y llevaba trece años luchando contra un cáncer de pulmón que le detectaron en 2011. La artista que protagonizó el mundo de los tablaos y que tantos reconocimientos recibió, la que le aportó al mundo del baile un modo muy singular de ejecutarlo, y la que sin técnicas académicas abrazó al mundo desde la seducción de su arte intuitivo, vivía en una residencia de ancianos. Ha muerto Micaela, pero La Chunga vive entre nosotros.