No me contuve. Lo había visto hace un par de meses en Torres Macarena montando una juerga en el escenario. Y me fui al olor que derrama el age que trae de Sanlúcar pasando por Jerez. Al calor del baile sin imposturas, espontáneo, natural, jondo y canalla, nuevo y tradicional. Abel Harana me tiene ganao. A ver si un crítico no va a poder tener sus gustos. No es el único, pero sí uno de los bailaores más personales del plantel que hay en estos días. Y figura en pocos carteles, algo injusto que demuestra la mijita de na que chanelan programadores y políticos que van solo a lo mediático, a los mismos, olvidándose de artistas de categoría que piden a golpes de tacón sus merecidas tablas. Abel es uno de ellos, que donde va triunfa. Como ocurrió en El Pozo de las Penas, de donde salió a hombros con una talega de oles para el recuerdo y el patio revolucionao de flamencura.
Bajó las escaleras del camerino templándose por tonás, recogiéndose las duquelas y alternando el cante con el baile, para regalar después los compases apuntillaos sobre los maderos al cante rajao de El Galli y la miel de cristales de Cristina Tovar. Los tres cantaron pa pegarle pellizquitos. Así comenzó el idilio que enamoró al respetable, que disfrutó del ceremonial de una fiesta flamenca a medio metro del pecho. Pa partirse la camisa.
«Da igual lo que hiciera. A to le ponía el sello del baile con gracia. Le brota sin querer, como el que pestañea o respira. Porque Abel Harana es flamenco del tacón al flequillo, puro, sin artificios, con conocimiento y sobraísimo de compás»
Da igual lo que hiciera. A to le ponía el sello del baile con gracia. Le brota sin querer, como el que pestañea o respira. Porque es flamenco del tacón al flequillo, puro, sin artificios, con conocimiento y sobraísimo de compás. No busca la figura compuesta, le sale sola y tiene gestos propios, como esa manera de soltar los dedos de sus manos como espurreando la sal, la forma en la que se recoge la chaqueta y se lleva las manos a uno y otro lado de la cintura poniendo el acento en su cadera, esas hechuras recias pero no estirás de alzar los brazos, la precisión de unos pies que ora galopan como caballos ora se enzarzan en zapateaos limpios que no buscan la ostentación. Que sí, que tiene la técnica, pero bajo el yugo del arte y la sensibilidad. No piensa el baile. El baile lo piensa a él. Y se deja llevar como fluye un quejío, como rueda una lágrima, como resbala la espuma del mar. Le baila al cante y al toque, que lo atraviesa en el proscenio. Porque es ante todo aficionao. ¡Y cómo canta! Se enrea con los aires de Sanlúcar, Lebrija, Utrera y Jerez, y es capaz de hacer suyos los tercios como las patás. Así nos retorció en la soleá por bulerías, donde El Galli le robó la guitarra a Rubén Romero, que acompañó de lujo, para tocarle y luego subió a las tablas el palaciego José Ángel Carmona para acompañar el cante de El Galli. Hasta se hizo una letra pa rematá el cuadro. Esto es Los Palacios, señores. Esta es la Peña El Pozo de las Penas.
Cristina también cantó por malagueñas y abandolaos meciendo los tercios a caricias y lamentos. Rubén se dejó el pulgar en los alzapúas y bordoneos de un solo por bulerías. Abel bailó con solemnidad por taranto y se lució en el cambio a los tangos, bordando los silencios, danzando zalamero y redondo el bamboleo guasón de los juegos del tiempo, que los domeñó a su antojo después por alegrías. Y no faltó el fin de fiesta por bulerías –se sumó Anabel de Vico– ya desatado y en el clímax del lío gordo que formó el sanluqueño que destelló en Los Palacios con un desparpajo personalísimo en su baile.
Ficha artística
Recital de baile de Abel Harana
Tertulia Flamenca El Pozo de las Penas, Los Palacios, Sevilla
29 de marzo de 2025
Baile: Abel Harana
Cante: El Galli y Cristina Tovar
Guitarra: Rubén Romero