Estoy leyendo estos días un libro muy interesante titulado Cómo el mundo creó occidente, 4000 años de historia, de la inglesa Josephine Quinn, profesora de la Universidad de Oxford. Muchas ideas de este libro me llaman la atención, como por ejemplo los epígrafes que lo encabezan, sendas citas de Joice y Rushdie. Del primero esta elocuente idea: “Nuestra civilización es un inmenso tejido en el que se mezclan elementos muy diferentes, en el que la rapacidad nórdica convive con el derecho romano, y las nuevas culturas burguesas con los restos de una religión siríaca. En un tejido así, no tiene sentido buscar un hilo que haya permanecido puro, virgen y sin la influencia de otros hilos cercanos”. Y del angloestadounidense autor de Los versos satánicos, esta otra: “Con las mezcolanzas y los revoltijos, con un poco de esto y un poco de aquello, es como aparece la novedad en el mundo”. Si ambos epígrafes los aplicamos al flamenco nos da mucho que pensar en cuanto al discutido origen del género.
Sin embargo, lo que traigo hoy aquí es la idea que plantea la autora acerca de la evolución de las manifestaciones culturales, proponiendo una metáfora que viene a sustituir el clásico árbol genealógico, del que tanto ha abusado la flamencología, por una enredadera, y enseguida ha pensado en lo que vengo llamando hace unos años el Sistema Musical del Flamenco, que seguramente muchos conocéis como el “mapa de estilos del gallego”, que soy yo. La autora lo plantea de la siguiente forma: “En lugar de un árbol, una enredadera que lleva mucho tiempo ramificándose y entremezclando sus tallos”, en referencia a la historia. Siempre he pensado que no era apropiado ver la historia del flamenco como un árbol, sino más bien como un jardín, que es lo que yo he plasmado, o he intentado plasmar, en mi mencionado Sistema, donde veo los diferentes estilos en un plano con flechas que hacen interactuar unos estilos con otros, y al leer esto que dice la historiadora inglesa creo que más que un jardín se trata efectivamente de una enredadera ya que, pensándolo bien, los diferentes estilos del flamenco están unidos entre sí por los elementos que comparten unos con otros, que son precisamente los que configuran la estética propia de este género de música y que hace que lo reconozcamos como flamenco cuando lo escuchamos, debido precisamente a que los diferentes estilos del flamenco comparten elementos con una misma estética, ya que la interacción entre unos estilos y otros viene dada porque estos se prestan elementos entre sí. La soleá tiene el mismo compás que las cantiñas, y ese mismo compás si lo aceleramos obtenemos el propio de las bulerías por soleá, y si lo hacemos aún más rápido, logramos el aire característico de las bulerías. Es decir, que hay un compás de doce tiempos con una distribución de acentos muy concreta que es compartido entre diferentes estilos del flamenco. Y así ocurre con la armonía de los fandangos que, con variantes locales muy determinadas, se basan en un mismo esquema armónico, una cadena de acordes común a todos los fandangos, por supuesto con algunas excepciones, ya que, como en algún momento he apuntado en este foro, la excepción es la regla del flamenco, es decir, no podemos considerar en ningún caso que haya un elemento que se haga de forma fija en el flamenco, siempre habrá algún estilo o variante que haga saltar por los aires cualquier regla que queramos considerar inamovible.
«Así pienso que han surgido la mayoría de los estilos del flamenco, por medio de las diferentes formas que los artistas han reinterpretado los diferentes cantes. Es decir, no podemos pensar la evolución del flamenco de forma lineal, partiendo de un tronco y unas ramas que se diversifican formando los estilos, sino más bien en una enredadera donde se entrecruzan los diversos elementos que forman la música del flamenco, entrelazando sus tallos»
Además, los diversos elementos que comparten entre sí los estilos mutan a su vez en otros, es decir, que hay elementos que provienen de otros, como por ejemplo el tanguillo, que se trata de un 6/8, esto es, un compás binario de subdivisión ternaria (cada una de las dos partes de ese compás binario se subdivide en tres), mientras que los tangos se hacen sobre un compás de 2/4, binario de subdivisión binaria (cada una de sus partes se divide en dos), y si mezclamos ambos compases, o sea la primera parte la subdividimos en tres y la segunda en dos, obtenemos un patrón que se da mucho en los tientos, en la farruca, en la Mariana, estilos a medio camino entre el 6/8 y el 2/4. Entiendo que es una cuestión un poco técnica, pero os invito a que visitéis la sección de compás de flamencopolis.com donde podéis escuchar esto que digo con ejemplos y también ver las partituras concretas de esto a lo que me estoy refiriendo. De ahí que el origen del tango americano probablemente en 6/8 se fuera binarizando para acabar siendo un 2/4, ya que con el paso del tiempo acabó mutando.
Vemos entonces cómo un elemento métrico, en este caso un tipo de compás, se transforma creando un nuevo patrón rítmico. Y esto se da en muchos estilos del flamenco, melodías que comparten diferentes estilos, incluso algunos muy alejados entre sí, elementos melódicos concretos, motivos, incluso pequeñas células. Ya comenté en un artículo hace pocas semanas cómo algunas variantes comparten no solo una melodía reconocible, sino incluso una célula muy pequeña de tres o cuatro notas, ascendente, descendente o arpegiada, formándose un patrón melódico, que a su vez encontramos en una seguiriya, una soleá, en una taranta, minera, en un tango concreto o en unas alegrías, y en todos esos estilos y alguna de sus variantes aparece el dichoso motivo, melódico o rítmico o armónico. Y todo esto demuestra como los estilos interactúan entre sí para formar el género.
Hay que pensar en una época donde se cantaban pocos estilos, la serrana, la rondeña, las seguidillas del sentimiento, la caña, el polo, los cantos “por alegre”, y cómo tras la explosión del género en los cafés cantantes este se vio en la necesidad de obtener más variedad, más riqueza, que fue precisamente lo que propició que el flamenco se convirtiera en lo que es hoy en día. Recuerdo una vez que un estudioso del flamenco me decía que cuando se inició la profesionalización del flamenco comenzó su decadencia, y yo le dije: hombre, en mi opinión es al revés, el flamenco nace cuando se profesionaliza, cuando la sana competencia entre artistas propicia la creación de nuevas variantes de los cantes, la creación de nuevos estilos. Si analizamos someramente la discografía del flamenco vemos como los estilos han ido surgiendo por las necesidades de los artistas de mostrar variedad, calidad y personalidad propia, el afán de dejar su sello propio, y esto fue lo que generó la riqueza estilística de la que disfrutamos hoy, gracias a la diversificación de los estilos.
Y así pienso que han surgido la mayoría de los estilos del flamenco, por medio de las diferentes formas que los artistas han reinterpretado los diferentes cantes, es decir, no podemos pensar la evolución del flamenco de forma lineal, partiendo de un tronco y unas ramas que se diversifican formando los estilos, sino más bien en una enredadera donde se entrecruzan los diversos elementos que forman la música del flamenco, entrelazando sus tallos, como nos viene a decir Josephine Quinn en su libro sobre Cómo el mundo creó occidente, por no decir cómo el mundo se “inventó” Occidente.