El montaje que propone Carmen Cortés es la síntesis vital de quien ha procesado y operado desde la información retenida, acreditación que sólo puede encarnar quien ya ha llegado a la plenitud, a esa madurez de retirada que en Jerez la ha querido patentizar con Memorias, espectáculo que conoció su estreno el pasado mes de agosto en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial.
Es mi visión personal, y no la que recoge el programa de mano, que subraya cómo “en los ecos del flamenco resuenan las historias de persecución y guerra, pero también la celebración de la vida y la afirmación de la identidad”. Pero dejado éste, la primera conclusión que el crítico extrae es que sin las Memorias de la propia Cortés, sin sus recuerdos, no fluye la capacidad para crear nuevos contenidos. Tampoco avanzar en nuevos conceptos. De lo que se colige que nunca llegarán las soluciones innovadoras si no se armonizan las ideas conocidas con las ideas creativas.
Y así lo pretende justificar Carmen Cortés desde las cantiñas del atrás, donde se detectan los males del espectáculo, el ruido ensordecedor y los jaleos exacervados, a más de los puntos muertos en las transiciones, la salida de los cantaores una vez iniciada la coreografía, e incluso el tránsito de los secundarios tras la pantalla del proscenio. En definitiva, un desastre en el presente que no recuerda los sufrimientos pasados.
La secuenciación prosigue con la granaína, interesante formulación, aunque tendente más a la danza estilizada que a la propuesta flamenca; la seguiriya de uno de los chicos, abusón en el zapateado y en los cortes para el aplauso fácil, y una balada para tres chicas que cruzan el escenario al ralentí, con lo que es imposible contemplar las circunstancias en las que se gesta la ideación, por no entrar en la perdurabilidad que puede abarcar.
Los puntos muertos y el ruido instrumental se instalaban en la debilidad escénica, de lo que se deduce que el montaje se desvanecía de forma ininterrumpida. A esto la soleá por bulerías de Kelian Jiménez, abusivo igualmente en los cortes y proponiendo, pues, la materialidad efímera del lenguaje jondo. Y de seguida, la bulería por soleá merced al conjunto grupal dancístico, pero sin ningún motivo de estimulación.
«Salíamos del teatro pensando lo importante que es quien encarga la imagen en movimiento y quien la propone, algo que, pese al intento fallido, nadie puede dudar de Carmen Cortés, que parte de su tradición para situarse en el tiempo presente. Y esa es la gran aventura del flamenco, un viaje en el tiempo»
Llegamos, por tanto, a otra reflexión. La circulación escénica detallada y la coreografía no confirmaban que el movimiento es, por definición, algo que pasa, que sucede en el tiempo (y en el espacio), por más que el espectador común esté en pleno derecho de obviar toda la información necesaria y valorar el hecho bailable en función de lo que le impacta, de lo que se le transmite en los cortes, que no en el rigor del desarrollo de la propuesta.
La producción de Memorias es, por consiguiente, un sinsentido corporal, lo que no es óbice para que insistamos en que el papel conductor del baile no es el vértigo del ritmo sin melodía entendible ni audible, sino la mejor descripción en la escena, es decir, la imagen, que es lo que queda implicado en la distribución espacial de una compañía.
Y al cierre, la presencia –por fin– de Carmen Cortés, que hasta el momento lo que había especificado es que el presente es quien marca la esencia de su baile. Pero el crítico añadiría que tiene que ser un presente eterno. O mejor aún, atemporal, lo que está más allá del tiempo, algo que sólo está reservado para contados grandes maestros.
Con todo y eso, la bullanga sonora se para con Carmen Cortés, que combina la soleá y el cierre por romance y bulerías con pasos y desplazamientos que relacionan al tiempo y al espacio, pero también a partir de la construcción de la llamada del cante, que para quien firma es el elemento fundamental con el que se construye el movimiento.
Salíamos del teatro, no obstante, pensando lo importante que es quien encarga la imagen en movimiento (coreógrafa) y quien la propone (directora), algo que, pese al intento fallido, nadie puede dudar de Carmen Cortés, que, a los 38 años de la creación de su compañía, parte de su tradición para situarse en el tiempo presente. Y esa es la gran aventura del flamenco, un viaje en el tiempo.
Ficha artística
Memorias, por la Compañía Danza Flamenca Carmen Cortés
XXIX Festival de Jerez
Teatro Villamarta, Jerez
23 de febrero de 2025
Bailaores: Kelian Jiménez, Isaac de los Reyes y Kelian Jiménez Hijo
Bailaoras: Pilar Díaz, Nerea Horrillo y Lucía Pedros
Guitarras: David Cerreduela y Álvaro Martinete
Cante: Antonio Moreno ‘Cancu’, Juan Motos y Rafael Jiménez
Percusión: Rafael Serrano ‘Agapula’