Decir Torres Macarena arrastra consigo el respeto y también, por qué no decirlo con todas las letras, el miedo al juicio de su afición. Es una sensación que está en el aire y que los artistas tienen que superar en ese escaso escenario donde las miradas del público están a centímetros de los tacones de sus zapatos de baile y donde la luz no deja esconder ni los reproches ni las aprobaciones dibujadas en los rostros de ese personal entendido y curtido con muchos y variados maestros del arte flamenco, y cuyos ojos están atentos a todos los movimientos en busca de ese pellizco, de esa transmisión de sentimientos tan ansiada. Es mucho más satisfactorio, entonces, llevarse la aprobación del público y la emoción de haber compartido esa conexión múltiple entre bailaora y sus acompañantes. Y entre artistas y afición, como el viernes 21 de febrero ocurrió con el cuadro de baile de Inés Rubio.
La primera sorpresa se produce cuando la presentadora nos anuncia que vamos a disfrutar del baile de una mujer nacida en Reus (Tarragona). Imperceptiblemente, se instala en el subconsciente del respetable ese “ojú, a ver una catalana lo que nos trae”. Es algo instintivo, casi natural e irremediable. Pero todo se difumina cuando Inés Rubio sube a las tablas con esa elegancia, bien presentá, despacito, tomando contacto con un lugar que ya la recibió el año pasado, pues no es la primera vez que Inés riega su arte en Torres Macarena. La bailaora anuncia su presencia, y deja salir de su cuerpo esa herencia gitana que envuelve su estilo, esas maneras que han imprimido en el flamenco una forma de decir, de sentir y de expresar las cosas de la vida y que trasciende la procedencia étnica de la artista.
Qué importante es un buen “atrás”. Inés Rubio viene acompañada por su marido Ñoño Santiago a la guitarra. Quizás no sería importante decir la relación personal entre ellos, pero es que en el flamenco eso también es seña de identidad. En el cante, dos voces que se conocen y complementan magníficamente, el eco añejo del moronero David el Galli y el sabor jerezano en la garganta de Juan de la María. Se disfruta viendo cómo se miran y se comprenden tan sabiamente en un formal intercambio de tercios, como si estuvieran jugando a tirarse el cante, ahora lo llevas tú, que luego sigo yo y rematamos los dos juntos a coro. La experiencia y la sabiduría es tan necesaria en estas lides. Y para completar el cuadro, herencia en las palmas y jaleos con Fali del Eléctrico. ¡Madre mía!, sólo el remoquete lo dice todo de él. Este joven sevillano recibió el compás en los genes.
Comienza la actuación, en una primera parte, con un solo de guitarra que Ñoño Santiago ofrece con todo el aroma de Granada en sus cuerdas. Entre el público están su padre –Enrique el Extremeño– y su madre –Felisa la Polvorilla–, su compadre Paolo y Carmen la Parreña con sus hijas Carmen y Manuela. Las notas van llenando el aire, trenzando finos picados y precisos trémolos dejando el ambiente perfumado de un toque que abraza con fuerza eso que llamamos la pureza y la tradición.
Acuden al escenario los cantaores y el palmero para seguir abonando las tablas de Torres Macarena por cantiñas, alegrías y romera, y el público se estremece con un compás de tan alta calidad que nos deja ya embelesados y nos pone los vellos de punta, en un espacio donde la complicidad deja paso a las sonrisas entre ellos. Saben que la noche va a ser buena y si ellos disfrutan el público también.
«Por taranto, Inés Rubio sube al escenario, con su traje bordado en blanco sobre grana, adueñándose de cada escalón, de cada centímetro. La pena pintada en la cara. Vamos allá, Inés. Llévanos a las minas profundas y sácanos de la desesperación del dolor con una fiestecita por tangos»
Por taranto, Inés Rubio sube al escenario, con su traje bordado en blanco sobre grana, adueñándose de cada escalón, de cada centímetro. La pena pintada en la cara. Vamos allá, Inés. Llévanos a las minas profundas y sácanos de la desesperación del dolor con una fiestecita por tangos. Muestra toda la sensualidad de tu cuerpo con ese contoneo gracioso y sutil, que nos recuerda que después de la pena la vida sigue y nos trae alegrías.
Llega la segunda parte, que los cantaores deciden abrir con los malagueños ritmos terciarios por verdial, abandolao y el fandango de Lucena.
Me parecen tus pestañas
manojitos de alfileres
cada vez que tú me miras
se me clavan en el alma
(Joaquín Díaz).
Tan bien resuenan que saben a poco y el público reclama que canten dos o tres letritas más.
Ya se oye la sonanta y se llena el aire del aroma del cante por soleá para pedirle a la señora del baile que suba al escenario. Inés Rubio se coloca con toda la prestancia que se requiere, ataviada con paño negro de lunares blancos, flores rojas en el pelo, y pañuelo al cuello cubriendo su cuerpo. Cante grande y baile sentío y bravo. Las manos se elevan al cielo en la súplica de todos los tiempos, a Undibé y al mundo. Duelen las llamadas de Inés y sobrecoge su mando en el escenario, ella es la que lleva el duro en el bolsillo para cambiarlo cuando quiera, y esta noche quiere cambiarlo todo sin reservas. Ella nos transporta a otros tiempos, a aquellas flamencas que caminaron con esa gracia y salero por las vereas del arte. Inés siente el cante con reverencia y baila sobre cada tercio y sobre cada acorde en perfecta armonía con todo su cuadro de artistas, consiguiendo que cada parte forme un todo perfecto.
Su técnica es ancestral pero su estilo es propio, su baile le pertenece porque lo ha hecho suyo, desde su más sencilla y atractiva personalidad, sin abusar del zapateado pero con fuerza, sin olvidar ningún movimiento desde la punta de los dedos de las manos que agarran el aire con suavidad, hasta los tacones de sus zapatos que suben y bajan convirtiendo los pies en un perfecto instrumento musical que se aferra al cante y al toque en un perfecto compás. La parada a tiempo, las llamadas y los desplantes también; la cabeza en su sitio, los brazos recogiendo el movimiento. ¡Cuánto arte!
El público aplaude satisfecho, y se percibe que ha disfrutado. Para remate un fin de fiesta. Suben al escenario para felicitar y acompañar al cuadro de Inés Rubio Enrique el Extremeño, Polvorilla, Paolo, Carmen la Parreña, Carmelilla y Manuela, y vámonos por bulerías con todo el arte y algunos sonidos que nos traen un poquito del sabor de Extremadura. ¡Qué lujo de noche!
A pesar de que el Festival de Jerez se ha llevado a muchos de los asiduos a Torres Macarena, el lleno fue completo, que todo hay que decirlo.
Ficha artistica
Inés Rubio
Peña Cultural Flamenca Torres Macarena, Sevilla
21 febrero 2025
Baile: Inés Rubio
Cante: David el Galli y Juan de la María
Guitarra: Ñoño Santiago
Palmas: Fali del Eléctrico
